«Me mudo a Buenos Aires, me llevo el equipo de música, el Mac para grabar, el micro, los bafles y un par de guitarras para tocar allá. La idea es estar por lo menos un año, pero pueden ser siete meses como pueden ser tres años, no tengo fecha de vuelta»
A comienzos de año, Xoel López decidió hacer la maleta e instalarse durante una temporada en Buenos Aires. Una especie de retiro profesional que, en la práctica, no ha sido plenamente tal y que le ha llevado a tocar por diversas ciudades del continente americano. Estos días está en España, listo para presentar el nuevo disco de su dúo paralelo, Lovely Luna. Así que aprovechamos para charlar con él, antes de que regrese a Argentina, donde piensa instalarse otra larga temporada.
Texto: JUAN PUCHADES.
En los últimos meses, de cuando en cuando, entraba en el correo electrónico algún mail remitido por Xoel López en el que contaba brevemente cómo le iba por Argentina o por alguna de las ciudades en las que paraba a tocar, casi siempre venían acompañados de unos preciosos carteles presentando nuevas fechas de conciertos. Llegaban como escritos con la urgencia del que está en otras cosas y, de pronto, recuerda que estaría bien enviarle las próximas fechas de sus conciertos a los amigos de este lado de la pantalla. Aquí, uno los recibía con la alegría de saber que Xoel estaba haciendo lo que le apetecía: ir con su guitarra al hombro explorando nuevos escenarios. Consciente de que quería andar libre, sin ataduras y a su ritmo, y para que no pensara que el periodista buscaba la noticia para focalizarla sobre quien no deseaba obtener más «negritas» que las que dieran cuenta de sus conciertos, daba acuse de recibo y nunca le pregunté gran cosa: «¿Cómo estás? ¿Todo bien?» Preguntas de cortesía, poco más. Surgió la oportunidad de ofrecer un reportaje de su paso por Bogotá y lo publicamos. Pero el ritmo, durante su retiro porteño, lo tenía que marcar él. Sin embargo, ahora, con Xoel pasando una temporada en Madrid, fue el momento de formular esa pregunta tanto tiempo callada: «¿Te apetece contar qué has estado haciendo durante estos meses y qué planes tienes?» Y parece que sí, pues Xoel López –uno de los músicos más talentosos e imprescindibles del pop español– nos narra, con profusión de detalles, estos meses de aventuras musicales en el continente americano, con Buenos Aires como centro de operaciones.
En principio fuiste a Argentina a pasar una temporada y a desconectar del ritmo habitual, ¿no?
Sí, un poco a cambiar de aires. Y aunque suena a tópico, buscando no sólo tener tiempo libre, que es verdad que tuve tiempo para pensar, para hacer turismo incluso, para conocer gente nueva, para escribir canciones –desde otro prisma, si quieres–, pero también era por salirme de la vorágine de la gira, de la promoción, de todo lo que conlleva sacar un disco y ser profesional en la música. Pensé que lo más inteligente era, realmente, salir del país, porque si en algún sitio me conocen relativamente es en España, fuera de aquí, pues no. Así que decidí que iba a cruzar el charco y como la distancia es larga, probablemente me costase bastante volver o tenía la excusa perfecta para decir que no a todo porque estaba al otro lado del mar. En principio es verdad que no sabía si me iba a ir un año o tres meses, y mis objetivos claros eran Buenos Aires y Nueva York. Quería pasar dos meses en cada ciudad, pero uno sabe cuando se va pero no cuándo va a volver, es un poco como las obras de casa, que sabes cuando empiezan pero no cuándo acaban. El caso es que me fui a Buenos Aires, estuve allí dos meses, el primero viajando por los Andes y haciendo turismo por Argentina y el segundo mes ya tenía que hacer un ciclo de conciertos, que ya los conoces porque te fui enviando información. Fue en la sala Ultra, tocando con un músico argentino cada semana, toqué con Sebastián Rubin, Lisandro Aristimuño, Pablo Dacal y con los Interama. Tocaba todos los miércoles y, claro, iba conociendo gente nueva, que además se iban añadiendo a la historia y toqué desde con un tipo que se llama Alejandro –y que tocaba con Charly García, que tocaba como un violín antiguo y una tambura, instrumentos hindúes–, hasta con coros de chica. Acabé tocando, de hecho, el último día, con toda una banda, bajo, batería, guitarra, y al final con el sitio lleno, empezando desde cero.
¿La respuesta de la gente cómo fue?
Pues muy buena, bien es verdad que tampoco fui a lo bestia, en plan promoción, ni una sala grande, aquello era un club de unas doscientas cincuenta personas o así, y empecé con cien personas y acabé llenando el local. Pero también funcionó lo típicio, el boca a oído. Mientras, me fui relacionando con gente de la música que me gusta de Buenos Aires, también buscaba la interacción, el aprender de otra gente. En Chile, la misma persona que me había contratado para ir el año pasado, se enteró que estaba en Buenos Aires y me escribió un mail y me dijo que por qué no iba a Santiago de Chile, así que con un avión muy baratito me fui para allá e hice un par de conciertos en Santiago y en Valparaíso, dormía en casa del guitarrista, estuve una semana, en plan muy tranqui. Es otro rollo, no es la vorágine esa de ir con toda la banda, con horarios, estar aquí a tal hora, entrevista en no sé dónde… Un contacto mucho más directo, más cercano, más costumbrista, si quieres.
¿Como un empezar de nuevo?
En realidad sí, porque en Santiago me conocen quince, y era como empezar de cero. ¿Qué pasa? Que la gente por Internet se informa y no es exactamente como empezar de cero, pero sí es la primera vez que te ven. Aparte está la libertad de tocar cualquier repertorio, yo estaba cantando canciones nuevas, canciones de Lovely Luna, canciones de Deluxe y a la gente le daba igual que tocara unas u otras, estaban conociéndome. De ahí volví a Buenos Aires y toqué alguna vez más, con Pablo Dacal, en un garito y en un teatro. Luego me fui dos meses a Nueva York, tenía una casa alquilada en Brooklyn. Desde hace años conozco a Bart Davenport y por mail me dijo que porqué no iba a verlo a San Francisco, que si iba me conseguiría un bolo. Y me pasó una cosa de esas de película: Estaba en un concierto, en un sitio tipo Búho Real, es decir, en acústico y para ochenta personas, tocaba un dúo primero, luego yo y luego Bart, entonces aparece el típico tío de festival y me dice que le había gustado mucho y que porqué no iba a un festival que organizaba él. Con el inglés que manejaba, que por suerte lo mejoré un poquito, le expliqué mi situación extraña y me dijo que, bueno, que me lo plantease, que estuviéramos en contacto por mail y a ver qué podíamos hacer. Me volví a Nueva York y de ahí fui a Colombia, porque en Buenos Aires conocí a unos colombianos que eran muy fans de Deluxe y me propusieron hacer unos conciertos en Bogotá, esto se contó en EFE EME, en un artículo muy bonito de Umberto Pérez. Luego me fui a Santo Domingo, donde tuve la ocasión de conocer a Víctor Víctor, que es un tío de bachata y son, de música tradicional dominicana, de la generación de Sabina, él me consiguió un concierto en un sitio mítico de allí, donde por lo visto empezó todo el mundo. A todo esto, a Víctor Víctor lo conocí a través de Álex Ferreira, por mail. Toqué en República Dominicana con un tío que se llama Joel, y me encontré, de puta casualidad, a Rubén Marrón, de Arizona Baby: Me reconocieron unos españoles en un restaurante, me dijeron de quedar un día y resulta que una de las chicas era novia del guitarrista de Arizona Baby, y le dije, «hombre, pues tócate algo», y acabamos tocando Joel, Rubén y yo. Todo fueron cosas así. De ahí volví a Buenos Aires, toqué en un teatro, eran cosas que iban surgiendo. A ti te iba enviando información de las movidas que hacía. Desde Buenos Aires fui gestionando lo de San Francisco por mail, y el tipo que organizaba el festival me empezó a hablar de hacer tres conciertos, y me empezó a buscar músicos. Acabé tocando en el festival ese [The Mission Creek Festival] y en dos sitios más, en una sala y en un hotel. Toqué con músicos de allí, con una chica francesa que tocaba el violín y un par de tipos yanquis, tocando guitarra y percusión y el último día, lo mismo que en Buenos Aires, terminamos tocando con banda, con bajo, batería, guitarra eléctrica. Tocaba canciones nuevas, probando diferentes enfoques porque cada músico le da un toque distinto de cada país. Volviendo a Buenos Aires paré en Venezuela, que me habían propuesto también hacer unos conciertos, toqué en Caracas, con músicos de allí, volví a Buenos Aires, toqué esa noche, y al día siguiente me vine para España otra vez.
En realidad has parado poco durante estos meses.
Lo que pasa es que aunque suene así a lo bestia, ten en cuenta que fueron cinco o seis meses. Era relajado, yo llegaba a San Francisco, tocaba y después estaba una semana viendo museos, yendo a conciertos y así. En Nueva York estuve descansando, porque allí no busqué nada, venía de Buenos Aires y dije, bueno, tampoco me voy a pasar, que se me van a ir los días currando. Pero quítale la presión de llegar, tocar y pirarte, que es lo que se suele hacer en una gira, quítale también la presión de que la gente espera algo de ti, de que tienes que hacer un repertorio; es muy diferente, en ese sentido no fue nada estresante, para nada, al contrario. Al fin y al cabo yo soy músico por naturaleza y no puedo evitar tocar, es parte de mi vida, no me supone ningún problema.
¿Tampoco tenías la intención de ir sembrando semillas?
No, en realidad no. Lo bonito de todo es que fue surgiendo, que es lo que lo hizo mágico también.
¿Cuando tocabas con otros músicos, evidentemente, no conocerían el repertorio y, por tanto, imagino que habría mucho de improvisación?
Claro, por ejemplo al percusionista dominicano, que era el típico mulato que toca que te cagas, yo le marcaba un poco el ritmo al principio y era como «venga, vamos», algo totalmente improvisado. Cosa a la que, por suerte, estoy acostumbrado, porque siempre me gustó mucho improvisar, incluso con mi banda siempre hemos improvisado, vamos, que eso no era un problema. Pero sí le daba un rollo de tensión, que hacía que las canciones siempre fuesen distintas, es un punto como de riesgo que hace que haya una tensión que me parece muy bonita.
«Necesito tiempo para evolucionar, para probar cosas diferentes, sentía que necesitaba darle una vuelta de tuerca. Es una cosa personal, porque la gente que venía a verme tampoco me demandaba eso, pero yo siento que sí, que necesito dar un giro, quizás es cuestión de probar texturas distintas u otro tipo de letras»
INSTALÁNDOSE EN BUENOS AIRES
¿El disco de Lovely Luna que sale en unos días, estaba grabado antes de marcharte?
Sí.
Y supongo que los planes de Lovely Luna son los de siempre, el concierto de Madrid y a seguir con vuestra carrera guadianesca, ¿no?
Totalmente, es Guadiana total, y seguirá siendo así, probablemente. El 12 de noviembre me voy a vivir a Buenos Aires, de hecho dejo la casa de Madrid.
Esa era la siguiente pregunta…
Me imagino. Mi idea es tocar el 10 de noviembre en el teatro Lara [de Madrid] con Lovely Luna, el disco se retrasa, creo que va a salir el 7 de noviembre, y nada, hago el concierto y a los dos días me piro a Buenos Aires, y me quedo allí, lo que pasa es que la idea es hacer una gira con Lovely Luna para marzo o abril.
¿En España?
Sí, vendría de Buenos Aires y haríamos una girita por teatros. Esa es la idea, en principio, luego ya no sé muy bien qué va a pasar.
Bueno, ¿y lo de quedarte en Buenos Aires, porque parece que vas a dejar la casa de Madrid y preparas la mudanza?
Sí, me mudo. Dejo la casa que tengo alquilada en Madrid, dejó algunas cosas en un guardamuebles, porque no me lo puedo llevar todo, pero me llevo el equipo de música, el Mac para grabar, el micro, los bafles y un par de guitarras para tocar allá. Los discos no, porque con Spotify ya no hace falta llevarlos. Mi idea es estar componiendo y tocando, porque si me siguen surgiendo cosas, tocaré.
Es decir, ¿el plan es pasar una larga temporada en Buenos Aires?
Sí, la idea es estar por lo menos un año, pero pueden ser siete meses como pueden ser tres años, no tengo fecha de vuelta.
¿Tampoco hay planes de disco en solitario?
Haré algo, por supuesto, pero estoy en la fase de composición y es como la primera vez que me quiero dar un tiempo largo. La verdad es que me surgen las ideas, me cuesta estarme quieto y tengo mogollón de ideas del tipo «con estas canciones voy a hacer este disco». Pero en realidad me estoy obligando a parar y a hacerlo tranquilamente, con todo el tiempo que, digamos, no tuve en estos años que estuve sacando un disco por año. Quiero tomármelo con más calma, preparar bien las maquetas, hacer diferentes versiones, perfilar los temas, porque a veces parece que con esto de la rapidez sacas las cosas muy a lo bestia y no es que lo que hagas no te guste, sino que necesito tiempo para evolucionar, para probar cosas diferentes, porque sí que sentía que necesitaba darle una vuelta de tuerca. Es una cosa personal, porque la gente que venía a verme tampoco me demandaba eso, pero yo siento que sí, que necesito dar un giro, quizás es cuestión de probar texturas distintas u otro tipo de letras.
¿Puede ser que el resultado final no tenga que ver con el sonido al que nos tienes acostumbrados?
Bueno, ya sabes que al final es inevitable, la forma de cantar, el tipo de estructuras… pero estoy probando cosas distintas e, inevitablemente, me influyó bastante el viaje americano y tanto la música de Norteamérica como la de Latinoamérica me está haciendo mella, yo creo.
Mientras no metas tú también una steel guitar en el disco…
[Risas] De todo menos una steel guitar, ¡lo tengo clarísimo! En realidad estoy escuchando más música sudamericana que norteamericana, que ya la he escuchado mil veces.
Un dato importante es que todos estos conciertos que has estado dando durante estos meses eran conciertos de Xoel López, no de Deluxe.
Sí, algo comentamos en EFE EME en su día, pero lo de Deluxe es definitivo. Yo ya lo sabía, siempre lo supe, y de hecho contigo lo he hablado, que quería cambiar de nombre, que no me gustaba mucho lo de Deluxe, pero por diferentes motivos no pudo ser: A Mushroom Pillow no les parecía inteligente, luego en EMI me daba cosilla porque estaba entrando de nuevas en otra discográfica y en un momento complicado. Al final, por h o por b, nunca lo hice, y ahora decidí que iba a hacer lo que me saliera de los cojones, pero, además, en general, incluso en lo de irme a vivir fuera, que todos me dicen que qué va a pasar con mi carrera, pues, mira, no sé qué va a pasar con mi carrera.
De todos modos, las distancias, si uno quiere, hoy ya no son como hace años, por internet podemos enterarnos en segundos de lo que estás haciendo.
Claro. Pero es que, además, yo tampoco quiero ser Alejandro Sanz, tú lo sabes, no busco ese éxito o esa fama. Si por algo paré, aparte de por lo que hemos hablado, también fue porque me da la sensación de que… no sé, lo comparo con el canon este de uno se hace la carrera, tiene una novia, se casa, tiene hijos… y me parece perfecto, respeto mucho a la gente que entra dentro de ese molde, pero yo no, no lo veo así y no quería seguir por el camino que parecía obvio para mí, que era seguir creciendo, sacar un disco que venda más, hacer giras más grandes, con mejores luces y audiovisuales de la hostia y era un poco hacia donde me parecía que iba la cosa y no era el camino que yo quería seguir.
A veces es como que se crece más hacia fuera que hacia dentro.
Totalmente, y eso es un peligro, no se puede crecer mucho hacia fuera y no estar dando el callo en la parte artística y dedicándole tiempo a la composición y a la investigación musical, a tocar con otra gente, a tener perspectiva de tu propia carrera. Me partía el culo de risa el otro día leyendo una entrevista con Alejandro Sanz, que decía, «no, tuve que parar dos meses». ¡Este tío es un enfermo! ¡¿Cómo que tuviste que parar dos meses?! ¡Para dos años, joder, que eres multimillonario! Para, haz un disco friqui, toca con tus colegas, ¡yo qué sé! Es un poco eso. Ese es el rollo que nos han vendido, como si fuera el sueño americano, que tener mucho éxito y ser famoso es síntoma de que te va de puta madre, cuando yo creo que no, que para mí la vida es otra cosa, es música, pero es música realmente, no todo lo que supone tener éxito en la música, que es lo que menos me interesa.
¿Qué te ha pasado con Buenos Aires, ha sido un flechazo?
Sí, en realidad todos los de la generación, llamémosla «Laboratorio Ñ», nos quedamos flipadillos con la ciudad, y creo que sí, que nos influyó, de hecho, desde que estuve en Buenos Aires, y lo mismo me pasó en Nueva York, pensaba que si algún día tenía tiempo me gustaría pasar un mes o dos allí, no ir una semana. Precisamente, otra de las incongruencias es que cuando mejor te va, menos tiempo tienes para hacer lo que realmente quieres hacer. Yo veo a mis colegas, que trabajan en lo que sea, uno que es abogado u otro que es cámara, los veo y, joder, ellos se van su mesecito de vacaciones de puta madre y te dicen, «joder, estuve en no sé dónde», y me di cuenta que llevaba tres o cuatro años que no había ido a ningún lado si no era para tocar, y tenía ganas de tomarme mi tiempo de descanso.
¿Puede suceder que ese próximo disco, salga cuando salga, sea un disco grabado allí?
Podría ser, de hecho estuve en un estudio, me han ido enseñando los sitios. Pero lo que pasa es que siempre grabo con Juande [Dios Martín] y mi idea es seguir grabando con él.
Te iba a preguntar ahora por él. ¿No se siente un poco abandonado?
Qué va, al revés, grabó el disco de Lovely Luna y tocará en directo con nosotros. Seguimos siendo uña y carne, lo que pasa es que ya le dije: «tienes que venirte a Buenos Aires, aunque sea una semana». Pero él está a tope y hasta arriba, está en el mundo Madrid, de mucho curro y nada de vida social.
¿Te agobió Madrid en algún momento?
Sí. Me gusta Madrid y probablemente volvería aquí. Madrid tiene muchas cosas buenas, pero hablemos de sus defectos: Creo que la gente, que al mismo tiempo puede ser algo positivo, no cesa de trabajar, sale de la oficina y se va a un pub y te está hablando de «tenemos que hacer esto, tengo una propuesta que hacerte…» Y al final estás todo el puto día currando. Siempre trato de ir a sitios diferentes con mis amigos para poder hablar tranquilamente, porque si te vas a los sitios donde hay gente de la música, al final acabas trabajando a la una de la madrugada.
¿Es muy diferente el ambiente musical en Buenos Aires? ¿Te han recibido bien?
Sí, sí, muy bien. El argentino, en general, a los españoles nos acoge muy bien, aunque, realmente, hay muy poquitos españoles. A ver, es una ciudad muy interesante en lo creativo, mucha gente está interesada en hacer arte y como no hay mucha industria, tampoco te pierdes por ese camino del negocio, porque aquí, al final se habla más de «business» que de música, que yo también tengo una parte que es empresa, yo también tengo que hacer mis cuentas, pero a mí me gusta hablar sobre todo de la parte artística, no solo de música, de lo que sea. Aquí casi todos los grupos somos como la clase media de la música, pero allí no hay una clase media, o eres Fito Páez o Andrés Calamaro que llenas estadios o realmente los grupos lo tiene difícil. El «underground» no da de comer allí, es una putada, pero es así. Es lo que pasaba en España hace veinte años.
¿Vas a vivir de rentas?
Sí, yo voy a vivir de rentas, ¡y gastando muy poquito! [risas] Gastándome poquito porque, bueno, para los españoles vivir allí es barato. De todos modos, tampoco me puedo ir cinco años, pero sí aprendes a vivir con menos.
Que también está bien, ¿no?
Está de puta madre, está de que te cagas, se te quita bastante tontería. Comes en casa siempre, vas con la ropa justita y, hombre, das conciertillos y algo sacas, pero es verdad que allí vivo de las rentas.
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