“En el momento en que dejamos de soñar, morimos un poco”
Xoel López publica “Sueños y pan”, su tercer trabajo bajo su propio nombre. Quizá el cierre de una trilogía, una colección de canciones más para entender hacia dónde va su mirada. De ello habla con Carlos H. Vázquez.
Texto: CARLOS H. VÁZQUEZ.
Fotos: PATRICIA J. GARCINUÑO.
Las canciones de Xoel López (La Coruña, 1977) ahora tienen canas, como su autor. Pero no en un sentido despectivo, sino en el bueno, el que hace ver que hay más experiencias que arrastre de pies. Son muchas las vidas del músico coruñés, desde Elephant Band hasta Deluxe, incluso la gira de La Caravana Americana, pero fue con “Atlántico” (Esmerarte, 2012), el primer disco con su nombre, cuando Xoel empezó a vivir más alto que los sueños: hasta el infinito y más allá.
Hay demasiado ruido en la calle. La gente empezó a frecuentar los bares para huir del jaleo, entonces tomaron como excusa el vino y la cerveza. Cada vez eran más personas en un mismo sitio cerrado, así que el silencio moría antes de tiempo y la música, mientras tanto, entraba por los poros de la pared. Da igual el hemisferio, el momento o el lugar; puedes reconocer una canción si la quieres de verdad. Así le ha sucedido a Xoel López en la siguiente entrevista, donde, como el vino o la cerveza (una infusión en este caso), la excusa para hablar fue “Sueños y pan” (Esmerarte, 2017), su nuevo disco y, tal vez, el fin de una trilogía.
¿Los desencantos son sueños aplazados?
Es una muy buena definición. Yo creo que un sueño no se consigue en un día, de repente, sino que es más como los ideales o los horizontes: una cosa que perseguir. Y tampoco se logra en su totalidad. Siempre hay que soñar con algo que esté en otro sitio para mantenernos en movimiento y tener una sensación vital. En el momento en que dejamos de soñar, morimos un poco. Simplemente es un “siga intentándolo”.
¿Como un rasca y gana?
Sí, pero tampoco creo en el concepto de lotería. Los sueños hay que buscarlos, perseguirlos e ir a por ellos. Y más vale equivocarse e incluso desconsolarse para sufrir ese encanto temporal, pero siempre siguiendo el caminando hacia la luz.
Has mencionado el movimiento. ¿Es algo que pone a cada canción en su lugar?
Absolutamente. Me preguntaban antes cómo había sido este fin de semana pasado con la publicación del disco y la aceptación del público, pero creo que para eso faltan muchos fines de semana. Lo primero que pasa con un disco nuevo es que la gente siente fascinación, porque es nuevo, pero hay gente que siente rechazo por eso mismo, porque es nuevo. Va en función de lo que hayas hecho antes.
Las expectativas.
Exacto. Si las expectativas que se crean son menores, normalmente irán a favor de la obra. Pero si son demasiado amplificadas, pueden generar cierto desencanto. También es verdad que hay gente que luego redescubre el disco. Me di cuenta de esto porque “Atlántico”, en ese sentido, fue un disco mucho más libre. Lo compararon con Deluxe, pero como disco de Xoel López era el primero. Aunque se entendía como otra cosa, los que abrazaron “Atlántico” lo hicieron sin ningún tipo de prejuicio. Luego ya, con “Paramales”, hubo gente que decía que le gustaba más “Atlántico”. Empezaban las comparativas. Es inevitable, lo respeto, pero intento pensar siempre en el “aquí y ahora”. Este disco (“Sueños y pan”) representa mi momento, pero me parece irrelevante si es mejor o peor. ¿Mi vida es mejor que hace cinco años? Pues yo qué sé. Es diferente. Hace cinco años me apetecía viajar por todo el mundo y ahora me apetece quedarme en mi casa. Las dos cosas son válidas. Los discos tienen que ser armónicos a tu realidad, a lo que te está pasando, a tu contexto, y lo que pase después con el disco no depende de ti. A veces, es el tiempo el que pone también a cada disco en su lugar.
¿El tiempo también ha puesto en su lugar a los solos de guitarra?
(Risas) Creo que todo es cíclico en la vida. Ahora no se usan casi guitarras y los solos están muy demodé, pero será cuestión de tiempo que vuelvan. O, a lo mejor, como es el caso de ‘Serpes’, suceden de otra manera. Hay gente que todavía no sabe diferenciar si ese solo es de guitarra o de sintetizador. De hecho, ayer mismo leí que lo de ‘Serpes’ era un solo de sinte. Y tiene coña, porque es una guitarra realmente.
Pero con un efecto.
Con un efecto octavador y con la propia mesa -de entrada- distorsionada. Y no sé si le puse un coro. Por eso da la sensación de ser un sintetizador, porque es una guitarra bastante procesada. Pero, cómo cambia, ¿no? Dices que es una guitarra y la gente piensa una cosa. Dices que es un sinte y creen que es otra. Estamos en un lugar fronterizo. Este sonido tiene que ver con reminiscencias de mi infancia. Soy del 77 y en los 80 era un niño muy musical, así que esos hits ochenteros que ponen en la radio siempre me transportan a la infancia. A mis 40 años tenía ganas de volver a ciertos sentimientos del pasado.
‘Serpes’, por cierto, es una canción que aparece en el poemario ‘Bailarás cometas bajo el mar’.
Es uno de los dos casos (el otro es ‘Cometas’). Aquí se ve cómo trabajo yo: escribo una cosa que se parece a una poesía y luego hago una poda y me quedo con lo que me interesa para hacer una canción. El libro es un laboratorio de ideas, mi imaginario y mi pequeña charca, donde voy a pescar cuando quiero hacer canciones. Es un trabajo en dos partes. Un proceso creativo que me he ido construyendo casi sin querer.
‘Serpes’ también es una de las dos canciones que hay en gallego en “Sueños y pan”. La otra es ‘Durme’.
Sí, pero no sé si fue muy circunstancial, porque no sé si lo hago de forma natural o no. Estoy un poco cansado del argumento del músico que siempre dice que algo le ha salido de forma natural. Yo, si te digo la verdad, tengo mis dudas. No sé qué sale de forma natural y qué sale de manera premeditada, porque, en el fondo, todo lo que sale de forma natural sale de forma inconsciente. Y aunque lo haces tú, no te cae del cielo.
Pero tienes la duda…
Tengo dudas de si yo lo hago con más o menos intención. Me preguntaban antes si tenía miedo de que se perdiera el gallego. Yo no me lo había planteado en esos términos, pero a lo mejor hay algo dentro de mí, algo inconsciente, que sí lo piensa. ¿Por qué no reivindicar esa diversidad de lenguas que tenemos en España? Yo lo hago porque es lo que me sale, y si lo hago con una intención revitalizadora es a nivel inconsciente. Si me lo planteo, creo que es bonito que haya un disco con diferentes lenguas (y más, por qué no). Obviamente, canto en las lenguas que conozco, pero también conozco el inglés y no lo estoy cantando ahora. Quizás podría abrirme incluso a otras lenguas. Es algo que podría suceder, ¿eh?
Mientras llegue el mensaje de la canción…
Y que uno se sienta a gusto con lo que hace. En mi caso, la premisa siempre fue sentir que lo que hago es representativo de lo que yo soy y que lo que expongo es puro. Y si llega más o menos, ya depende de la gente.
Volviendo a ‘Cometa’, creo haber entendido que es una canción que representa el sonido del disco, junto con ‘Insomnio’.
Para mí sí. También es verdad que estás hablando justo de mis dos canciones favoritas (ahora) del disco. ‘Cometa’ fue la primera y creo que definió un poco el sonido del disco.
¿En grabarse o en componerse?
En grabarse. No sabría decirte cuál fue la primera en componerse, pero sí hubo dos canciones que se quedaron fuera. Una de ellas se llama ‘Silvio’, que es un homenaje a Silvio Rodríguez. La descartamos porque no encajaba bien dentro del disco. Y luego hay otra, que se titula ‘Aylan’, dedicada a Aylan Kurdi, el niño refugiado que murió ahogado. Es una canción muy triste que me salió un día, pero la sacamos porque tampoco pegaba con el disco. Las dos son homenajes, curiosamente, a dos nombres propios. No sé si algún día haré algo con ellas.
[En ese momento, Xoel percibe que de fondo, en la cafetería donde se está haciendo la entrevista, está sonando ‘Penny Lane’, de The Beatles: “No sabía si era ‘Penny Lane’ o ‘Ni tú ni nadie’, de Alaska y Dinarama, pero es ‘Penny Lane’ seguro. Si te fijas, se parece mucho a ‘Ni tú ni nadie’. Tienen mucho que ver. Si las comparas, tienen un paralelismo claro”, comenta entusiasmado. Después, la entrevista continúa].
¿En qué canciones utilizasteis el matamoscas? No lo tengo claro…
Yo lo tengo claro, pero Ángel [Luján, productor] tiene otra versión (risas). Te voy a contar la mía: en este disco hubo varios baterías, algo que acostumbro a hacer, como pasó en “Paramales” y en “Atlántico”. Pedro Barceló grabó la batería de ‘Cometa’ con un matamoscas y yo probé a grabar la guitarra con lo mismo después de haber probado con la baqueta y con un arco de violín. Mi referencia para esto es un grupo de los 60 que se llamaba The Creation y que tenían un tema (‘Painter man’) que yo tocaba con Elephant Band, mi primer grupo. Para mí, The Creation fueron los primeros, por lo menos conocidos, en utilizar el arco de violín para tocar la guitarra. Luego fue Jimmy Page, con Led Zeppelin. Incluso creo que él lo sacó de The Creation; fueron el embrión de todo esto. A lo mejor ya había gente que lo hacía en músicas de vanguardia y tal, pero de pop creo que fueron The Creation. Nosotros probamos las tres cosas: la baqueta, el matamoscas y el arco de violín. Y juraría que al final quedó la que grabamos con la baqueta, porque daba un golpe más seco y porque es, de hecho, lo que uso en directo.
¿Qué guitarra utilizarás en directo?
Una Epiphone, como la que usaban The Beatles. Es del año 66. No es exactamente igual, pero se podría decir que es prácticamente como la que usaban en la época del “Revolver”. También usaban una Gibson SG y la Fender Stratocaster, pero en el estudio.
¿Y qué bajo has utilizado?
Uno de caja, muy parecido al Hofner, de la marca holandesa Egmond, creo que del año 64. Lo compré aquí, en Madrid, en Headbanger, una tienda de la calle La Palma muy chula con instrumentos muy raros y muy guays. George Harrison tenía una guitarra de esa marca. ¿Ves? Todos los caminos conducen a los Beatles.
“Me gusta perderme en los misterios de la vida y las canciones son una forma de seguir caminando”
En ‘Jaguar’ hay una frase que dice: “Un instante es una galaxia. Una lágrima todo el agua del mar”. ¡Que no falte el mar!
Casi te diría que es como una losa (risas). Me refiero a que no puedo no hablar del mar. Desde el punto de vista intelectual, pienso: “¡Basta ya del mar!”. Pero es algo a lo que no puedo renunciar. Me crié en el mar, viéndolo a diario. Yo iba al Eusebio da Guarda, que es el colegio público de La Coruña. Está pegado a la playa y recuerdo que desde el pasillo veía el mar, todos los días, todas las mañanas de mi vida. Cuando pienso en el mar no lo hago pensando en la playa del verano, sino en el mar de la ciudad en otoño, invierno o primavera; el de los paseos, el del horizonte y los misterios. El mar representa también el alimento, el sentido de la madre. A nivel emocional, para mí es el mundo de las emociones.
¿De qué tema te sientes más cerca emocionalmente, de ‘Cometa’ o de ‘Insomnio’?
De los dos. No podría establecer esa diferencia. No respondo a tu pregunta, pero creo que ‘Insomnio’ es una canción que, creo, va a ser más importante en mi carrera.
¿Por?
No sé. Creo que es una canción que llega a un lugar emocional. A mí, por lo menos, me pasa cuando la canto. Me pasa con las dos, ¿eh?, pero ‘Insomnio’ tiene ese puntito, como si pasara un muro más. Hay canciones que quieren llegar al corazón y a veces se quedan a medio camino y nunca llegan del todo, pero ‘Insomnio’ está ahí, a las puertas.
No sé si ‘Insomnio’ está dedicada a la paternidad. Lo digo porque la letra habla de una persona que se desvela por la noche, se levanta…
Me lo han preguntado mis amigos, pero no. Es una canción que no habla de mi hijo. Si acaso, ese “vos” de la letra es más bien por mi mujer. Voy a citar a [José Agustín] Goytisolo, porque va perfecto: “Pero yo, cuando te hablo a ti, cuando te escribo estas palabras, pienso también en otra gente”. Esto es exactamente lo que te quería decir. A veces tenemos la excusa de hablar de una ciudad o de una persona, pero en realidad hablamos de cómo entendemos el mundo, el amor o al ser humano (nosotros mismos). No me gusta ser tan específico; es muy bonito para esa persona, pero también es un poco injusto para el resto. Las canciones tienen que hablar de todos nosotros.
Pienso que “Sueños y pan” es un disco bastante onírico. Ya te lo habrán dicho.
Sí. Tiene que ver con haberme dejado llevar en ese sentido. No he pensado mucho, he dejado fluir al inconsciente. Creo que, por eso, es mucho más onírico.
La letra de ‘Lodo’ dice que el “frío rompe la noche”. En ‘Jaguar’ cruzas la frontera “de las fieras negras en busca de sueño y pan”. ‘Frutos’ (con Miren Iza) es bastante obvia, como ‘Insomnio’. En ‘Cometa’ hablas de todos “los sueños perdidos”. Y ‘Durme’ es directamente una nana.
Una nana para dormir y soñar. El mundo de los sueños, al fin y al cabo, es lo que nos conecta con ese imaginario y con todo nuestro mundo emocional. A través de los sueños, muchas veces, nos conocemos un poco mejor y descubrimos cuáles son nuestros anhelos, necesidades, miedos y verdades. A veces hago canciones para conocerme un poco mejor y saber qué coño hay debajo de ese mar que es el inconsciente. Siento que vivimos en una sociedad que no nos permite tanto reflexionar. Nos da miedo pensar que esto es un quilombo. Que, de repente, la vida se vuelva compleja. Filosóficamente, es difícil aceptar que a lo mejor no encontramos un sentido claro a lo que nos pasa. Yo he encontrado un sentido en la pregunta eterna. Es decir: mi guía es el horizonte y conocer la realidad del mundo, con lo bueno y con lo malo. No me gusta el soma [la droga que aparece en la novela “Un mundo feliz”, de Aldous Huxley, y que toma la gente para curar sus penas], la idea de engañarme o agarrarme a algo que sé que en el fondo es una construcción para pensar que esto no es un quilombo realmente. Hay que aceptar que la vida es así de compleja y de misteriosa. Me gusta perderme en los misterios de la vida y las canciones son una forma de seguir caminando.
¿De qué miga están hechos tus sueños?
De las migas de la propia vida, de desgranarla o, quizás, de desmenuzarla. Eso que cae cuando uno corta el pan y hace rebanadas son las migas que me llevan a hacer canciones y a seguir soñando. Está claro que, además, el pan es también un elemento fundamental. Antes te hablaba del mar como alimento, pero el pan es otro alimento, aunque también es bondad, un alimento amable. Hay un trabajo detrás, una semilla que germinó, unas raíces, una espiga que apunta al cielo… También están todos los elementos: la harina, el agua, la sal, el azúcar, el fuego del horno…
Debo preguntarte si el pan lo prefieres con o sin corteza.
Con corteza (risas). No me gusta nada la versión de pan de molde sin corteza. Es como quitarle la piel al tomate (tampoco se la quito).
¿“Sueños y pan” es el cierre de una trilogía?
Bueno, en parte. Me parece que esa idea tiene un sentido en mi cabeza, aunque no fue una idea mía, sino de mi propio mánager [Kin Martínez] cuando le enseñé el disco y hablé con él de ello. Lo entendió como una trilogía y me gustó. Me lo apropié un poco.
Yo lo veo como que cada disco es la tierra, el mar y el aire.
Es curioso. Este disco parece más tierra, porque estoy más asentado, en este caso en Madrid, incluso más refugiado te diría, pero sin embargo los sueños están en el aire, con las cometas. Y todos esos elementos que aparecen son elementos voladores y también marítimos. No puedo escapar de esa idea de los tres elementos, pero lo entiendo como trilogía si estableces una especie de novela: el tiempo que me marcho a América y sale “Atlántico”; el periodo de transición con “Paramales” y luego “Sueños y pan”, que es el disco de la vuelta. Quizás en el futuro empiece a escribir en otro plan. A lo mejor no tan biográfico o a lo mejor no hago ni mis letras. Ahora me veo en un punto en el que podría salirme de este mundo que he creado. No me extrañaría nada que abandonase durante un tiempo o que la siguiente historia no fuera tan contextualizada en los viajes o en los lugares.
Luis Eduardo Aute, en el poema ‘Alma’, decía: “Dejémonos de metáforas y frases, callémonos lo banal y lo importante y acudamos al silencio, que es el más bello lenguaje”. ¿Dónde va la música cuando llega el silencio? “Si te encuentras frente al silencio, pronto te darás cuenta de todo”, dice también la letra de ‘Lodo’.
También es curioso, porque Aute lo dice con palabras (risas). “The sound of silence”, que decían Simon & Garfunkel. Tiene que ver con esa idea de que las ciudades son muy ruidosas y que no nos permiten reflexionar o pararnos en las cosas importantes. Ese silencio es necesario para escucharnos a nosotros mismos, mirarnos al espejo, contemplar el bosque y darnos cuenta de quienes somos. Por eso el sonido del silencio de Simon & Garfunkel. Aute, probablemente, también se refiere a ese lugar de reflexión, de conocimiento y de cobijo. A veces necesitamos apartarnos para tener perspeperspectiva y ser mejores personas.