“Nueva York estaba metida en una profunda recesión económica, la promesa de los años sesenta parecía evaporarse y creo que todo esto inspiró a músicos y artistas para redoblar su esfuerzo creativo para hacer algo grande que definiría su propia era»
El periodista Will Hermes ha relatado en un nuevo libro el periodo musical neoyorquino comprendido entre 1973 y 1977. Tiempos duros, pero también de eclosión cultural. Alfonso Cardenal ha conversado con él.
Texto: ALFONSO CARDENAL.
En 1973 la ciudad de Nueva York estaba en quiebra y se enfrentaba a un lustro marcado por la delincuencia, la drogadicción, el narcotráfico y una elevadísima tasa de homicidios. Eran los años finales de Nixon y de Vietnam, el fin del sueño hippy. Los tiempos estaban cambiando y Nueva York era gobernada por gente como Frank Lucas, que controlaba el negocio de la heroína en una ciudad en la que nadie quería residir. La sociedad estaba perdida en la crisis económica y la gente huía de las calles de Manhattan hacia los suburbios en los que se volvería a establecer la clase media. En ese caos, y de esa oscuridad, emergió la mejor música de la ciudad. En ese contexto nacieron géneros musicales como el hip hop, la música disco, la aparición de las primeras bandas latinas, también fue el resurgimiento del rock. Todo ese contexto social y musical ha quedado plasmado en el último libro del genial periodista estadounidense Will Hermes, colaborador habitual de medios como «NPR», «Rolling Stone» o «The New York Times». Hermes publicó a principios de diciembre “Love Goes to Buildings On Fire: Five Years in New York City That Changed Music Forever”, un vívido retrato de los años más oscuros y salvajes de la ciudad de Nueva York.
“Los años sesenta no terminaron, culturalmente hablando, hasta más o menos 1972. Los cinco años comprendidos entre 1973 y 1977 fueron un periodo increíble en cuanto a innovación”, explica el periodista en una entrevista para EFE EME. “Nueva York estaba metida en una profunda recesión económica, la promesa de los años sesenta parecía evaporarse y creo que todo esto inspiró a músicos y artistas para redoblar su esfuerzo creativo para hacer algo grande que definiría su propia era. En aquella época surgiría el punk, el hip hop, la música disco, la salsa, el minimalismo, el loft jazz. Lo que pasó en aquellos años define la música de hoy en día”, añade este prestigioso periodista.
Nueva York, como toda gran ciudad, siempre ha sido un lugar de peregrinaje para artistas, bohemios y jóvenes repletos de sueños. “Lo que sucedió es que en un momento dado, a principios de los setenta, decenas de artistas y músicos de todo el país y de todo el mundo se trasladaron a Nueva York a trabajar. Ese movimiento provocó que la escena cultural fuese construida con talento venido de todo el mundo. En aquellos años vivían en Nueva York gente como Patti Smith y Bruce Springsteen, que venían de Nueva Jersey, Rubén Blades (Panamá), Héctor Lavoe (Puerto Rico), Anthony Braxton (Chicago), David Murray (Los Ángeles), Philip Glass (Baltimore) o Richard Hell (Kentucky). Todos estos artistas coincidieron en una época de gran eclosión cultural y de creatividad”.
La escena musical comenzó a esparcirse por la ciudad. La clase media había abandonado la urbe y los viejos barrios se fueron llenando de caras nuevas, de rostros jóvenes con ganas de trabajar. “Un factor muy importante fue el bajo precio de los alquileres. El gobierno de la ciudad estaba en quiebra y Nueva York se había convertido en una ciudad sucia y peligrosa, de modo que los residentes y los comerciantes habían huido. Todo esto se tradujo en que un artista podía alquilar un gran loft por 400 o 500 dólares al mes. Eran espacios lo suficientemente grandes como para que un músico viviese, trabajase y tocase en su casa. Así nació el loft jazz, un derivado del jazz que tuvo como escenario los lofts de la ciudad. Compositores como Philip Glass o Meredith Monk también solían dar conciertos en sus casas. Fueron años feos en la ciudad y en los tiempos feos es cuando la gente se inspira para crear belleza”, explica Hermes.
La contracultura musical se aglutinó al sur de la Calle Catorce de Manhattan, alrededor de nuevos tugurios como el CBGB, que abrió a finales del 73, el Max Kansas o el Chelsea Hotel. “Apenas había un pequeño paseo entre todos esos locales”, recuerda el periodista. “Podías ir a los tres sitios en una misma tarde y siempre había algo. La gente hacía ese recorrido y los artistas solían frecuentar los mismos ambientes”. La juventud tomó el control de la ciudad y propició el nacimiento de una escena propia. “Todos vivían cerca y solían verse en conciertos y en fiestas, en las cafeterías o en las lavanderías, era como vivir en una escuela de arte 24 horas al día siete días a la semana. Ahora las cosas no son así, todo está más disperso y la escena musical se trasladó a Brooklyn”.
El libro de Hermes recorre todos esos locales y todas esas calles con la idea de reflejar ese momento de eclosión cultural. Hermes todavía recuerda el impacto que tuvo la consagración de Springsteen. “Las grandes actuaciones de rock and roll de los años cincuenta y sesenta habían muerto o se habían convertido en algo pomposo. La gente estaba lista para algo nuevo. The New York Dolls o Modern Lovers estaban haciendo cosas interesantes, pero nadie había escuchado hablar de ellos, eran demasiado raros para atraer a una gran audiencia. Eso es lo que tuvo Springsteen que no tuvieron el resto de sus coetáneos, su música conectó con la gente”.
Aunque sería otra vecina de New Jersey la que sacudiría la adolescencia de este periodista y escritor. “Cuando escuché ‘Horses’ por primera vez mí mundo cambió”, recuerda Hermes del debut musical de Patti Smith, algo que ella misma relata en “Éramos unos niños”, su biografía tributo a Robert Mapplethorpe. “Love Goes to Buildings On Fire: Five Years in New York City That Changed Music Forever” no se centra únicamente en el rock, también refleja el nacimiento de otros géneros musicales. “El lugar donde comenzó la escena de salsa de EE.UU fue parte alta de Manhattan y el sur del Bronx, allí es donde todos los músicos importantes vivían, aunque algunos se mudaron a Long Island o a Nueva Jersey en cuanto juntaron algo de dinero”, rememora el escritor. “El hip hop en aquellos años existía únicamente en el Bronx y en Manhattan, con perdón a Brooklyn’s Grandmaster Flowers y a otros cuantos. La música disco es algo peculiar porque la música en sí provenía de todos los sitios. Filadelfia era una importante fuente, también Detroit, Miami y Los Ángeles, pero era en los clubs de Nueva York donde esos discos se transformaban en algo más, así nació la cultura de club, a través de DJs como David Mancuso, Nicky Siano, o Tom Moulton. Moulton inventó el extended disco mix y el single de 12”.
Ahora Will Hermes ha recopilado todas estas historias en su libro, el relato nítido de una época convulsa, que según el autor, cambió la música para siempre. Nueva York ha sido una ciudad mágica, un lugar de peregrinaje, pero durante aquellos cinco años fue mucho más, fue la ciudad de los jóvenes, de los artistas que se juntaron en la pequeña isla de Manhattan para dotar a los años setenta de una identidad y de unos sonidos propios.