“No tengo un contrato de grabación desde 1978, así que cada vez que quiero grabar debo hacerlo yo mismo, financiarlo, promocionarlo. Y soy muy perezoso. Soy un obrero de la música. Mi vida está en la carretera”
Por los pelos no se convirtió en un Rolling Stone. Pero con Dr. Feelgood patentó un sonido único e intransferible: el genuino R&B británico sin adulterar. Es un nombre de culto para los estudiosos del rock and roll. A sus 63 años, Wilko Johnson conserva la nervadura y la chispa.
Texto y foto: EDUARDO TÉBAR.
El historial de Wilko Johnson está marcado por una sombra de la que no logra zafarse. Cuando Mick Taylor deserta como miembro de los Rolling Stones, Keith Richards babea con la idea de que Wilko le sustituya. “Se barajaba mi nombre como posible candidato para ser guitarrista de los Stones. No obstante, lo rechacé para continuar con Dr. Feelgood porque atravesábamos nuestro mejor momento de popularidad. Sabía que si me llamaban y les respondía que no, me lo recriminaría toda la vida. Siempre fui un gran fan de los Stones. Me hubiese encantado ser un Stone, aunque fuera por un día. De todas formas, el puesto se lo llevó al final Ronnie Wood”, farfulla desde la capital inglesa el hombre de indumentaria negra, mirada batracia y deslizamientos convulsos.
John Wilkinson podría estar impartiendo clases de literatura en alguna universidad inglesa. Atento a la jubilación: en 2011 cumplirá 64 años. Demasiado tarde. Hace más de tres décadas que el frenopático guitarrista de Dr. Feelgood firmó un pacto vitalicio con su compañera más fiel: su inseparable Telecaster negra de aureola roja. Desde entonces conocido como Wilko Johnson, con la banda de Essex abanderó el pub-rock, primer movimiento disidente que rechazaba las tendencias progresivas de principios de los 70. Grupos como The 101 er’s –donde militaba Richard Dudanski, primer batería de Joe Strummer, hoy afincado en Granada–, Eddie and The Hot Rods o Dr. Feelgood reivindicaban la crudeza del rock and roll clásico, la brutalidad del garaje y los embates enardecidos del rhythm n’ blues. Las actuaciones tenían lugar en reducidos antros de Londres, Canvey Island o Southen on Sea. Músicos cercados por el cableado. La antesala del punk.
“Dr. Feelgood siempre ocupará un lugar especial en mi memoria. Duró poco, pero fuimos auténticos. Teníamos el mensaje”. No son pocos los especialistas que le consideran el mejor guitarrista rítmico de la historia del rock. Wilko toca sin púa, lo que le permite simultanear los solos y el soporte cadencioso. La gente ve a un tipo a las seis cuerdas, aunque parece que sobre el escenario se despliega una big band. “Resulta muy halagador que el público me diga esas cosas, pero estoy seguro de que existen muchos guitarristas que me superan”. Dr. Feelgood se perpetuó con “Stupidity” (1976), obra maestra que encabeza casi todas las listas sobre los mejores discos registrados en directo. “Estoy absolutamente convencido de que éramos un grupo hecho para las representaciones en vivo. El auténtico rock and roll es el que se crece en las tablas ante la audiencia”, remata.
¿La fuente? Wilko reconoce por activa y por pasiva la identidad de su maestro: Mick Green, el reverberado guitarrista de Johnny Kidd & The Pirates, fallecido a principios de 2010. “El estilo de Mick Green es simple, directo y basado en los patrones más puros del rhythm n’ blues. Sin embargo, es muy difícil ejecutarlo. Trataba de copiarlo cuando era un chaval. Por él me dedico a esto. Otros, como Steve Cropper o Bo Diddley, siempre me han alucinado, pero sólo he intentado imitar a Mick Green. Mi estilo se basa en el ritmo. No me atraen los punteos ni los solos extensos. Me interesa que el solo mantenga el ritmo”.
ENTRE JOHNNY THUNDERS, ROBERT PLANT Y LEMMY
Wilko Johnson llegó a tocar con Johnny Thunders: “Nos encontramos en el festival benéfico Live Aid, en los 80. Al acabar, andábamos por todos los clubes de Londres. En el Dingwalls, hablamos después de conocernos solo de vista. Me preguntó si me gustaría hacer algo en su próximo disco. Le dije que sí, que por supuesto. A pesar de su fama de colocado, sabía muy bien lo que quería en el estudio”.
Entre los adoradores de Dr. Feelgood también se encontraba Robert Plant, vocalista de Led Zeppelin. Los autores de ‘Stairway to heaven’ solicitaron la presencia del combo de Wilko y Lee Brilleaux –muerto por cáncer en 1994– en un concierto privado tras los míticos recitales de Earl’s Court en 1975. “Robert Plant siempre fue muy bueno con la banda. Allí estaban todos los peces gordos de Atlantic Records. Los americanos ya se interesaban en nosotros”.
Wilko sonríe ante las aseveraciones de Lester Bangs, el malogrado y lenguaraz crítico musical que consiguió desquiciar a Lou Reed. Según el desaparecido cronista de la «Rolling Stone» yanqui, los rockeros sofisticados cometen un error de base: asumir el arte como actividad solemne. Wilko Johnson lleva toda la vida exprimiendo piezas de guardería: ‘Route 66’, ‘Bye-bye Johnny’… “El álbum más exitoso de Dr. Feelgood fue ‘Stupidity’. Me temo que el título lo dice todo”, bromea.
Tras la desaparición de Dr. Feelgood, Mr. Viagra –así le bautizaron ciertos seguidores– inició una romería por formaciones de confesionalidad compartida. Tal fue el caso Solid Senders e Ian Dury and The Blockheads. Proyectos que cosecharon trabajos gloriosos, como el cotizadísimo “Solid senders” (1978). “Después de dejar Dr. Feelgood no sabía si iba a seguir tocando. Me sentía mal y fue la ayuda de amigos como Lemmy, de Motörhead, lo que me hizo levantar la cabeza. Los Solid Senders conseguimos un contrato con Virgin, pero fue una época triste para mí”.
De los Blockheads mantiene a su inseparable bajista en la actualidad, el no menos diestro Norman Watt-Roy: “Llevamos juntos más de 20 años. Somos todos ex Blockheads. Tocar con Norman es una de las experiencias más fantásticas que puede vivir un músico”. Quienes recuerdan sus conciertos en el Madrid de La Movida destacan la figura de un Wilko Johnson desorbitado y espléndido en compañía de Irene, su esposa y manager en la época: “Con los Blockheads disfruté de grandes momentos. Eran buena gente”.
“No tengo un contrato de grabación desde 1978, así que cada vez que quiero grabar debo hacerlo yo mismo, financiarlo, promocionarlo. Y soy muy perezoso. Soy un obrero de la música. Mi vida está en la carretera”, revela Wilko Johnson, que en 2005 lanzó “Red hot rocking blues”. El repertorio, trufado de composiciones de Chuck Berry, Bob Dylan y Van Morrison. En sus directos muestra un impresionante estado de forma. Un refugio tras la debacle personal. Irene, su mujer, falleció hace un lustro. “Todavía pienso en ella cada minuto. El único momento en que no me siento devastado es cuando toco. Cuando estás en medio de una fantasía. En ese mundo, por un momento, incluso puedes escapar de la muerte”. Ahora, el público japonés vibra con su música. Wilko llena estadios en el país nipón. “Solemos actuar en Japón en otoño. El público japonés es el único que me pide a gritos que saque un nuevo álbum”.