DISCOS
«Parece que estemos ante un momento extrañamente pop en su discografía, si es que Nick Cave y la palabra pop pueden aparecer juntos en la misma frase»
Nick Cave
Wild god
BAD SEED / PIAS, 2024
Texto: XAVIER VALIÑO.
Suena “Song of the lake”, la canción que abre el nuevo y decimoctavo disco de Nick Cave —que se apoya en parte en la poesía de San Juan de la Cruz—, y parece que estemos ante un momento extrañamente pop en su discografía, si es que Nick Cave y la palabra pop pueden aparecer juntos en la misma frase. Hay coros góspel, un ritmo edificante y hasta parece desprenderse más luz en la voz del australiano que en cualquiera de sus últimas entregas.
Continuando con “Wild god” y “Frogs”, parece como si entrásemos en una nueva etapa de su obra, distanciándose de la trilogía de sonido similar que —visto ahora en retrospectiva— parecen formar Push the sky away (2013), Skeleton tree (2016) y Ghosteen (2019). Bien es cierto que, a continuación, “Joy”, y luego “Cinnamon horses”, enlazan de nuevo con el espíritu y la ambientación de esos tres álbumes.
Se entiende que resulte difícil para cualquier artista romper con el pasado inmediato de forma brusca. Y eso es lo que parecen confirmar “Final rescue attempt” o “Conversion”, tal vez los dos momentos puente, más claramente situados entre lo que Nick Cave hizo la pasada década y el camino menos áspero que este Wild god parece abrir. A cambio, “Long dark night” o “As the waters cover the sea” incluso parecen emparentarse con momentos pretéritos de su obra.
La sorpresa aparece en “O wow o wow (How wonderful she is)”, dedicada a su antigua amante recientemente fallecida, Anita Lane, con un fragmento de su voz, y que presenta autotune —¿o vocoder?— en los coros. Conociendo los antecedentes que marcaron su pasado reciente —la muerte de dos de sus hijos— este parece el disco con el que pasar página. Y Cave parece confirmarlo cuando asegura en “Joy” que un niño le dice «Ya hemos tenido suficiente pesadumbre, ahora es el momento de la dicha». A su manera, claro.
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