FONDO DE CATÁLOGO
«Uno de los discos más excelsos, completos, adictivos, abrumadores e influyentes de la música popular»
Manel Celeiro recupera el quinto trabajo de The Who, Who’s next. Uno de los discos más influyentes de la música popular firmados por la inmortal banda de Roger Daltrey y Pete Townshend. Un clásico de la historia del rock que no puede faltar en cualquier fondo de catálogo.
The Who
Who’s next
TRACK / DECCA, 1971
Texto: MANEL CELEIRO.
He tenido la fortuna de poder disfrutar sobre un escenario de un buen puñado de bandas y artistas considerados clásicos dentro de la historia del rock. Es innegable que el hormigueo y las mariposas en el estómago de la primera vez no suelen aflorar con la misma intensidad cuando tienes la ocasión de repetir. En las siguientes citas, bien porque ya sabes lo que vas a ver, porque conoces los repertorios de grandes éxitos que van a interpretar (incluso a veces en el orden en el que lo harán) o por la condición de evento social en un gran estadio que tienen, se asiste con las expectativas rebajadas y con la única pretensión, que no es poca ni baladí, de ver un buen espectáculo. Con los Who no es así, por lo menos en lo que a un servidor concierne. La excitación y el nerviosismo me azuzan y la ansiedad en los minutos previos a cada show es comparable a la de, y les aseguro que ya no es el caso, un imberbe fan ávido de ver a sus héroes. Recuerdo la última vez, en el Azkena Rock Festival 2016, compartiendo cervezas con mis amigos entre la multitud, mirando con los ojos como platos las pantallas de vídeo donde se podía leer «Manténganse tranquilos, aquí viene The Who» y deseando que aquello empezara de una vez. Una banda que todavía hoy, cincuenta y siete años después de su formación, impone respeto y admiración.
Es de esa clase de bandas tocadas por la gracia divina de las musas, que han dejado para la posteridad discos a los que nunca acabas de sacar todo el jugo, en los que descubres nuevos detalles cada vez que les das una pasada por el reproductor. No importa que los hayas escuchado mil veces, que te sepas de memoria cada acorde o cada puente, siempre hay un instante de sorpresa, ese en que das un salto desde el sofá para volver unos segundos atrás y pensar: «Pero, joder, que barbaridad». Y Who’s next es una de esas escogidas obras que resisten impasibles modas, gustos y tendencias para mantenerse firme y regia como el monolito de piedra de su portada. Aunque sea meado. Y eso que podría considerarse que es producto de un renuncio.
Un par de años antes habían editado Tommy, su célebre ópera rock, y acto seguido, 1970, el monumental —insisto: monumental— Live at Leeds. Y en esas que Pete Townshend andaba en su cabeza, que siempre ha ido a un ritmo diferente al del resto, con otro álbum conceptual que iba a llevar por título Lifehouse. Sin embargo, el asunto no parecía funcionar del todo bien y, tras varias conversaciones con los colaboradores, el productor Glyn Johns y el resto de compañeros de grupo, decidió aparcarlo por el momento, no sin pasar un mal trago, y ponerse con un disco de estructura más «convencional», para el que aprovechó algunas de las composiciones que tenía finalizadas. Convencional no es precisamente el término más adecuado para asociar a uno de los discos más excelsos, completos, adictivos, abrumadores e influyentes de la música popular. Un Pete en febril etapa creativa tuvo la respuesta de un Roger Daltrey absolutamente pletórico a las cuerdas vocales y de una sección de ritmo que tocaba muy bien, o mejor aún: de la manera en que cada uno se divertía. Algo que, tratándose de Keith Moon y John Entwistle, son palabras mayores.
La entrada de sintetizador de “Baba O’riley” parece decir: «Tíos, no sabéis lo que os espera, esto es la revolución…». De esos instantes en que piensas que lo que va a suceder después va a ir más allá de todo lo imaginado, la repetitiva secuencia de sintetizador, el piano, la explosión rítmica de Moon y Daltrey reventándolo todo: «Out here in the fields / I fight for my meals / I get my back into my living/ I don’t need to fight / to prove I’m right / I don’t need to be forgiven / yeah, yeah, yeah, yeah, yeah, yeah», y ese adictivo arreglo de violín en su parte final… Y piensas: «Ou mama, ¿dónde me he metido? ¿Qué vendrá ahora?» Pues viene la potencia de “Bargain”, sólido tema con unas líneas de bajo que perforan altavoces. Su lado más tranquilo toma las riendas con “Love ain’t for keeping”, otra vez Daltrey dejándonos boquiabiertos con su interpretación, y “The song is over”, dos preciosidades separadas por “My wife”, a cargo de un Entwistle que expone su cara más pop e irónica huyendo de una esposa airada y vengativa por las juergas y escarceos de su marido.
Un par de números como “Getting in tune” y “Going mobile”, que en cualquier otro disco hubieran sido piezas clave, se tornan casi un aperitivo preparando el terreno a una pareja de diamantes en bruto, canciones de aquellas que te pueden marcar de por vida. “Behind blue eyes” es maná caído del cielo, una pieza cristalina moldeada a base de sensibilidad y ternura, con una letra introspectiva (¿autobiográfica?) y un estribillo tan bello como triste. Y como despedida, “Won’t get fooled again”. Un golpe de genio, una sobrenatural exhibición de autoridad difícil de definir. Ocho minutos y treinta y dos segundos de éxtasis musical. La cruda guitarra rítmica, otro excelente uso de las posibilidades de un sintetizador, el grito de Daltrey, el estribillo eufórico y explosivo idóneo para corear saltando puño en alto entre las primeras filas y sacarte cinco, diez, quince o veinte años de encima, dependiendo del caso, en un suspiro para sentirte otra vez joven, rebelde, reventando de energía y sueños por cumplir. En una sola palabra, indestructible. Algo que pocas cosas pueden darte. Y ninguna como lo hace el rock and roll.
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Anterior entrega de Fondo de catálogo: Loveless (1991), de My Bloody Valentine.