COMBUSTIONES
«Un despliegue de inspiración y oficio que quedará como uno de sus grandes discos»
Julio Valdeón se detiene a escuchar con calma Welcome 2 America, el último lanzamiento póstumo de Prince, un disco que el artista grabó en 2010 y decidió descartar en su momento. Toda una sorpresa.
Una sección de JULIO VALDEÓN.
Somos así. Herimos lo que más amamos y nos gusta hacer astillas con nuestros ídolos. Le sucedió en grado superlativo a Prince Rogers Nelson, arrumbado como una caricatura o juguete averiado después de sus líos con el nombre y sus polémicas con las disqueras. El hombre que fue dueño de los ochenta, el renovador del pop más carnoso, hijo de Jimi Hendrix, Curtis Mayfield y Sly Stone, mago absoluto del estudio y gran señor del escenario, consumió las últimas décadas de su accidentada carrera transformado en un avatar del genio que fue. Prácticamente nadie sabía de sus nuevos lanzamientos, que eran despachados como el penúltimo estrambote de un excéntrico venido a menos. De alguna forma su carrera parecía haber implosionado en 1993, aunque lo cierto es que del 2000 en adelante recuperó parte del viejo pulso, y como muestra el éxito de Musicology, la gira subsiguiente, el ingreso en el Rock and Roll Hall of Fame o su ya legendaria actuación en el intermedio de la Superbowl. Pero incluso así nada fue igual que en los días de gloria. Sobre todo tras sus extraños enfrentamientos con parte de su comunidad de seguidores.
Pues bien, este verano salió a la venta un artefacto de 2010, Welcome 2 America, que Prince grabó y descartó en las postrimerías de su último renacimiento. Atención: no estamos ante una obra menor, sino ante un trabajo muy agudo e inspirado, que por momentos alcanza auténticas cumbres de rock pegajoso y funk cremoso, con estribillos de caramelo y un Prince en la cumbre de sus poderes vocales. Cuesta adivinar las razones que le llevaron a descartar semejante prodigio. Se trata de una obra vigorosa e imaginativa. Repleta de potentes imágenes políticas. Con aromas al Prince más minimalista. Por si fuera poco, el disco rompe cualquier tentación narcisista, rollo el artista en su torre de marfil, para marcarse un planeo por la situación sociopolítica y económica del país, del turbión de las redes sociales a la polarización, del racismo al crimen, del ascenso de los discursos populistas a la degradación laboral, que parece presagiar los Estados Unidos de los últimos años. De hecho, aunque el disco sea de 2010 y Donald Trump ganó las elecciones a finales de 2016, cuando el de Mineápolis llevaba medio año muerto, Welcome 2 America funciona magníficamente con la sinfonía aserrada y violenta del país que estaba por llegar y de la presidencia más corrosiva desde Andrew Jackson, en 1829. Un Prince mayúsculo (madre mía cómo muerden truenos como “Check the record”, cómo embriagan baladones como “When she comes”), socialmente inquieto, niega que el paraíso americano sea otra cosa que una tierra de depredadores y apuntala su visión con un despliegue de inspiración y oficio que quedará como uno de sus grandes discos. No es poca cosa tratándose del autor de Dirty mind, 1999, Purple rain, Parade o Sign o’ the times.
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Anterior entrega de Combustiones: El alma voraz de Steve Van Zandt.