We are chaos, de Marilyn Manson

Autor:

DISCOS

«Vuelve a la carga cortándose las alas de ángel caído y mostrándonos en carne viva sus propios abismos y cicatrices personales»

 

Marilyn Manson
We are chaos
CAROLINE, 2020

 

Texto: DAVID PÉREZ MARÍN.

 

Aún recuerdo la emoción y el cosquilleo en el estómago que sentí cuando, hace ya la friolera de casi veinticinco años, fui con mi primo, fiel compañero de batallas musicales de entonces, a nuestra tienda de discos favorita de Algeciras (Cádiz), Discos Grammy, que felizmente resiste abierta en la actualidad, y me hice con un recién salido del horno/infierno Antichrist Superstar (1996), el zarpazo maestro y definitivo de Marilyn Manson, de la mano de Trent Reznor de nuevo a la producción. Es cierto que había leído mucha rumorología maldita alrededor del personaje y el álbum en la prensa especializada del momento, a mis muy influenciables catorce años, pero fue darle al play y, tras esa intro de falso directo y aquel primer malévolo y seductor susurro de «I am so all-American, I’d sell you suicide», Marilyn Manson me voló la cabeza musicalmente como nadie había hecho hasta entonces. Todavía sigo pensando que “Irresponsible hate anthem” es de los mejores inicios del género, y Antichrist Superstar la cumbre del mismo.

Con el paso de los años, aunque la voz y actitud de Brian Hugh Warner no ha perdido un ápice de verdad y furia, sí que ha ido dejando atrás esa magnética aura venenosa que rezumaba peligro y despertaba pánico por allí donde pasaba… Confieso que, sentimentalmente, me quedé en el sobresaliente Holy wood (2000), disfruté en el cabaret fantasmagórico de The goldem age of grotesque (2003), gira donde lo vi por primera vez en directo, y el siguiente, Eat me, drink me (2007), muy irregular y azucarado, fue el último disco físico que compré de míster Manson. De los trabajos más recientes salvo de mi quema personal las dos últimas entregas, The pale emperor (2015), recuperando músculo sónico y aparcando el espectáculo por momentos, y el romántico intento por sembrar y retroalimentarnos del caos en Heaven upside down (2017). Y ahora, con energías renovadas y aceptando en parte la cincuentena, vuelve a la carga con un elepé de título profético y prepandémico, We are chaos (2020), cortándose las alas de ángel caído y mostrándonos en carne viva sus propios abismos y cicatrices personales.

«Al hacer este disco tuve que pensar en mí mismo: domesticar tu locura, coser tu traje. Tratar de fingir que no eres un animal… Pero sabía que la humanidad es el peor animal de todos», confiesa el autor. Y así, con menos olor a azufre pero con la piel de serpiente recién mudada y los colmillos bien afilados para dentellearte cuando menos te lo esperes, nos llega este Somos caos, su trabajo número once y el más intimista hasta la fecha. Una obra conceptual en el que la oscuridad, marca de la casa, zigzaguea y cabalga con una novedosa brisa sureña en un juego de espejos al que estamos invitados a la fuerza, con Manson mirándonos a los ojos y nosotros reflejándonos en ellos desde la pintura de la portada, firmada por el propio artista y titulada como una de las pistas del álbum, “Infinite darkness”, tema que abre la marcada cara B del disco en un revuelta post punk a sus rabiosos orígenes.

«Mis sucios sueños están llenos de fantasmas / ahogándose en un charco poco profundo». Versos rebosantes de sombras tenebrosas que nos empujan a esas pesadillas «lynchianas» que le corren por las venas, bajo una lluvia de sintetizadores de fuego y un tornado de riffs y beats industriales que te hacen jirones la piel sin que te des cuenta, con Manson escupiendo murciélagos metálicos por la boca, en un marcado estribillo que recuerda a los de antaño.

En palabras del propio artista, en el proceso compositivo de este We are chaos encontró en su interior «muchas habitaciones, armarios, cajas fuertes y cajones. Pero en el alma o en tu museo de recuerdos, lo peor son siempre los espejos. Fragmentos y recuerdos de fantasmas me perseguían cuando escribí estas letras».

Si volvemos al inicio y dejamos caer la aguja en la cara A, los surcos nos van desvelando las claves de este «nuevo sonido» en el que el reverendo Manson se ha colocado un sombrero de cowboy que no le sienta nada mal… Suena “Red black and blue” y, tras la perturbadora amenaza de «cubrir la Tierra con miel» para que «todos se coman a sí mismos», y la posterior enfermiza explosión con las que nos golpea el pecho, nos chocamos con la titular “We are chaos”, un medio tiempo pegadizo en el que la música de raíces americanas se funde a la perfección con las atmósferas espectrales de Manson. Gran parte de culpa de esta suerte de viraje al sur la tiene el músico country y capo Shooter Jennings, que produce el disco. Una conexión total que se fraguó en la serie Sons of anarchy, donde la rockstar realizó un cameo y surgió la posibilidad de componer un tema junto a Jennings para el final de temporada. No salió adelante la propuesta, pero en esa encrucijada sellaron este flamante We are chaos, previa grabación conjunta del tema de su querido David Bowie, “Cat people (putting out fire)”, incluido en un disco tributo a Giorgio Moroder en 2016.

“Don’t chase the dead” nos envuelve precisamente con una cadencia glam en la que el espíritu del Duque Blanco parece bajar de las estrellas y abrirse paso en un enjambre de abejas robóticas, para después seguir meciendo miedos en la balada “Paint you with my love”, con Brian Warner cantando a corazón abierto y demostrando sin aditivos su poderío vocal, fundiéndose en un big bang que es apocalipsis y redención al unísono.

En de “Half-way & one step forward” resuenan ecos de Depeche Mode y The Cure, y el glam continúa desbordándose en “Perfume”, con esos coros en los que les pide a sus demonios que se unan, tras él, a una conga que arderá en el amanecer. Con “Keep my head together” y “Solve coagula” el desmaquillaje termina por mostrar sus cartas ganadoras, ferocidad y vulnerabilidad al descubierto: «No intentes convertirte en otra persona, / terminarás cambiándote a ti mismo». Autenticidad que no necesita ya de anticristos para caminar descalzo por sus propios escombros y los nuestros: «No soy especial, solo estoy roto / y no quiero que me arreglen».

La brisa southern rock de “Broken needle” es la caída de telón perfecta para que el jinete negro se pierda, más humano que nunca, en el horizonte, y prosiga pregonando su buena nueva, ese decadente románticismo que nos chutó desde los primeros versos y que ya corre a sus anchas por la sangre: «Al final todos terminamos en un basurero, / pero yo todavía estaré aquí sosteniendo tu mano». No sabemos qué pasará mañana, pero mientras tanto, aceptamos de buen agrado este sobresaliente caos rebosante de rock and roll como vacuna o animal de compañía. ¡Vengan esos cinco!

Anterior crítica de discos: Steel wheels live, de The Rolling Stones.

Artículos relacionados