DISCOS
«Se torna abiertamente acústico y reposado, buscando la sencillez sonora desde una naturalidad desarmante que deja en el oyente la sensación de estar paladeando una grabación con muchas dosis de espontaneidad»
Manu Chao
Viva tú
RADIO BEMBA/BECAUSE MUSIC/EL VOLCÁN
Texto: JUAN PUCHADES.
Nos pierden los buenos titulares. Y ese que dice que Manu Chao publica su primer disco en diecisiete años es buenísimo. No es del todo cierto, pero, oiga, es cojonudo. Y no es cierto no solo porque Chao haya estado difundiendo canciones con regularidad, aunque no hubiera disco largo, sino porque en 2022 vio la luz Inna reggae style, un elepé (en vinilo; un año después llegó al streaming) mano a mano (negra) con el barcelonés Chalart58 (Gerard Casajús). Un fascinante tratado de reggae con todo el sello creativo de Manu Chao y que agrupaba temas lanzados en single en años precedentes. Claro, no hubo nota de prensa ni promoción, no hizo demasiado ruido y prácticamente nadie se enteró de su edición. Así que ahora el titular, más certero, podría ser: “Manu Chao publica su primer disco ‘solista’ en diecisiete años”. Solista, esa es la diferencia. Si hay alguna.
Pero no nos pongamos quisquillosos, que hemos venido a hablar de Viva tú, ese álbum que, experiencias reggae compartidas al margen, nos devuelve a Manu Chao firmando en solitario desde la (fea, fea, fea) carátula y ofreciendo un rico repertorio musicalmente heterogéneo, como siempre fue marca de la casa babilónica. Un Manu Chao que si en directo tiende a la velocidad y el jolgorio, aquí se torna abiertamente acústico y reposado, buscando la sencillez sonora desde una naturalidad desarmante que deja en el oyente la sensación de estar paladeando una grabación con muchas dosis de espontaneidad.
Porque sí, de fondo en gran parte de las canciones están los habituales «ruidos» electrónicos, esa suerte de scratchs tan característicos desde los últimos manotazos de la Mano Negra, pero este disco recuerda a aquellos de los lejanos cantores que cuando grababan solo pretendían plasmar en un plástico negro la esencia, la verdad de su arte sin artificios. Como cuando cantaban en un teatro, una sala, una taberna o en una reunión de amigos, con la guitarra acústica por compañera, poco más. Y si Manu Chao, que debajo de la gorra peina 63 años, siempre fue libre, ahora parece serlo más que nunca, sin plegarse a esas ataduras artísticas (y mentales) que llevan a facturar discos y canciones pensando en lo que los seguidores esperan de uno. Y él, no lo dudo, debe ser consciente de que muchos de los suyos se aferran a la algarabía y disfrutan de las consignas. De la primera, no encontrarán nada. De las segundas, entre temas tendentes a lo íntimo, sí caen algunas.
Un Manu Chao que, como es costumbre, canta en francés, castellano, portugués e inglés. Y parece que cada idioma tiene para él su propio acento rítmico, su propia plasticidad musical. Así, de los tres que deja en inglés, dos se escoran hacia el reggae que tanto adora (y que enlaza con lo hecho en Inna reggae style, la mencionada entrega anterior; ¿ven como no hay que perderse los capítulos sueltos?): la combativa “River why” («Esto no es éxito / esto no es progreso / esto es solo / un suicidio colectivo») y la cadenciosa “Lonely night”, girando sobre la soledad. Soledad a la que también evoca en la tercera, la animosa “Heaven’s bad day”, en la que, ¡con la colaboración vocal de Willie Nelson!, sorprendentemente se arrima al country, a la americana. Claro, que el rock and roll primigenio fue la fuente inicial en la que bebió el joven Chao, y de una cosa a la otra hay un trago.
Los dos temas interpretados íntegramente en francés remiten inevitablemente a los modos del semidesconocido Sibérie m’était contée (2004), a ese Manu íntimo que se sostiene en la clásica chanson para reformularla a su modo, con tiento, con delicadeza y con contemporaneidad. En ellos deja los textos más complejos de Viva tú, pues no en vano el francés es su lengua primera. Son, a la vez, dos de los momentos más recogidos del disco, de una belleza casi evanescente en la durísima y pesimista “La couleur du temps” («Conozco el olor del dinero, / conozco la locura de la gente […] Es una historia de locos, / ciegos por todas partes / que sueñan de pie, / con los puños cerrados, / cerrando los ojos para obedecer. // Conozco el infierno en la tierra, / conozco a la hija del mercader, / conozco los ojos de la nada, / y sé que la guerra… la guerra vendrá de nuevo»). En la deliciosa y melancólica “Tom et Lola”, se torna narrativo y parece relatarnos una historia de amor, con el cine de fondo, de aquellas del siglo pasado, cuando todos éramos algo más ingenuos y París constituía una anhelada y bonita postal onírica (y comercial) de la ciudad del amor. Aunque «el cantante tiene la piel dura», asegura en ella.
En dos idiomas, francés y castellano, interpreta “Tú te vas”, que cuenta con la rapera y actriz francesa Laeti (Laetitia Kerfa) en la voz, que además coescribe la letra en un disco en el que todas las canciones son de Chao a solas. Esto es fascinante pop afrancesado electrónico para un texto de amor entregado en el que Laeti canta las estrofas en francés y Manu las guasonas en español («Vivir sin ti es mi dexedrina, / me pones más que la cocaína, / que te revienta por la letrina»). El texto es casi como una reformulación del “Me quedo contigo” que tanto le gusta.
En portugués, alimentando su pasión brasileña, Viva tú suma dos piezas, “Coração no mar” y “São Paulo motoboy”. La primera, en su cruzar la música popular brasileña levemente sambeada con la guitarra flamenca, nos hace evocar inevitablemente al añorado y gigantesco Manzanita cuando cayó fascinado por los sonidos de Brasil. Y en ese transitar entre dos mundos se refuerza el contenido de una letra esperanzada de quien quiere llevar su corazón al mar. Y hay que prestar atención no solo a cómo cada idioma en el que compone e interpreta le sugiere una sonoridad, sino cómo busca que letra y música en cada canción confluyan y armonicen para crear el ambiente que requieren los textos, sin sobresaltos. En la urbana “São Paulo motoboy”, conducida por la electrónica, rapea para ponerse en la piel de un mensajero, una de las profesiones de riesgo en el loco nuevo siglo, en las calles de un São Paulo que podría ser cualquier ciudad del planeta.
De las trece canciones de Viva tú, el grueso, cinco, son en castellano. “Vecinos en el mar”, la que lo abre, es prácticamente una declaración de intenciones alentada por el folclore chileno. Deudora de la canción popular de los años setenta, en su sencillez y exultante belleza melódica se eleva con voluntad de himno que perdurará. Una composición nacida para ser interpretada solo a guitarra, aunque en esta lectura esos acoples electrónicos que la van pespunteando subrayan el «Sello Chao». Un texto sencillo pero conmovedor, tan efectivo en su interpretación como las clásicas canciones que apelan directamente al corazón del oyente: «Vecino ahí en el mar, buscando tu camino, / yo te abriré mi puerta como tú lo harías conmigo. // Vuela libertad, vuela y ábreme el camino, / vuela por el mar y haz que la paz sea mi destino».
Las buenas vibraciones también dirigen “Viva tú”. De nuevo con referencias a los vecinos (el barrio, la comunidad como argamasa con la que sobrevivir en este mundo hostil, parece ser uno de los mensajes que Manu Chao quiere transmitir), aquí en clave de suave y sembradísima rumba barcelonesa y de la que ya hablamos cuando se estrenó como single. También rumbera, pero más rítmica, “La colilla” enlaza con el sentido de “La couleur du temps”, ahora, en una de las piezas más abiertamente críticas de esta cosecha, atacando a esas engreídas mierdas humanas con las que tenemos que convivir, nos guste o no: «Huelen a limpio por la alameda. / Huelen a limpio, ropa planchá. / Huelen a limpio, tintan el pelo. / Dientes blancos pa que lo vean / cuando pasean. / Huelen a limpio, calavera. / Huelen a guerra, huele a cagao».
En una obra sin desperdicio, sobresale la estremecedora “Cuatro calles”, canción de amor, con piano por delante, en la que el viajero anhela el reencuentro. En ella, Manu Chao, adicto a las letras asequibles que impactan en el oyente sin dobleces, ha querido dejar fluir las palabras, la poesía e incluso contiene al final lo que parece un guiño a una canción de Joan Manuel Serrat (aquello de uno de mi calle me ha dicho que tiene un amigo…).
Para cerrar la escucha, “Tantas tierras” trae mensaje social. Se abre con la voz de Carina Díaz Moreno, de la Asamblea de Vecinos Autoconvocados de Famatina, en La Rioja argentina, donde llevan años luchando contra la megaminería contaminante. Manu, que los ha apoyado, aquí regresa al reggae para expresar su desconcierto ante la turbadora tragedia de la destrucción del planeta a la que asistimos impasibles. Y no es casual que sea la elegida para finalizar el álbum, pues traslada un mensaje diáfano: «Todo el mundo sin saber / la que un día va a caer. // Yo ya no sé qué hacer. / De tanto mundo / yo ya no sé pensar / lo que será». Los segundos finales son, de nuevo, para la voz de Carina Díaz, transmitiendo la idea de que hay que luchar, que no estamos solos. Y todo ello con suavidad, que no hace falta levantar la voz para que el mensaje cale más hondo.
Viva tú nos hace recordar que «el desaparecido» no lo es tanto, que siempre anda de aquí para allá y en su deambular por el mundo continúa recolectando canciones y, si se pone y quiere, puede ofrecernos discos tan sentidos y hermosos como este. Sin dudarlo, uno de los más conmovedores e inspirados que nos ha deparado este año. Muy atrás dejamos la estación Esperanza, y hace tiempo que estamos varados en la estación Incierta, pero nos queda el poder balsámico de canciones como estas trece para refugiarnos en ellas y que nos ayuden a sobrevivir. Afortunadamente.
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Anterior crítica de discos: A dream is all we know, de The Lemon Twigs.