LIBROS
“En los libros de Deville siempre subyace una especie de sustancia adictiva que te obliga a terminarlos, a devorarlos en tiempo límite”
Patrick Deville
“Viva”
ANAGRAMA
Texto: IGNACIO REYO.
Una novela mosaico, bastarda, extraña, en la que se cruzan los nombres de algunos de los más importantes artistas o personajes públicos del pasado siglo junto a los de los malditos, los que se recuperan entre letraheridos aficionados a la arqueología literaria.
El autor, narrador, viajero incombustible, entra y sale de la narración, especulando sobre los actos de sus protagonistas cuando y como quiere, todos personajes que existieron en la realidad. No es tanto la larga enumeración de datos, de nombres, de encuentros en ese México convulso de los años treinta, cómo las realidades alternativas que sugiere, el descubrimiento para los lectores de creadores; Arthur Cravan, sobrino de Oscar Wilde, o qué pudo pasar entre Frida Khalo y Trotsky para que la distancia emocional fuera luego abisal.
No es Patrick Deville un escritor esteta, ni llega a la altura de coetáneos suyos en Francia de la altura de Michel Houellebecq o Frédéric Beigbeder que seguramente recordemos durante décadas, sobre todo el primero dado su carácter de último intelectual francés que no renuncia a la polémica si es necesaria, pero en los libros de Deville siempre subyace una especie de sustancia adictiva que te obliga a terminarlos, a devorarlos en tiempo límite. Esos viajes en el tiempo, esas presentaciones biográficas de iconos de la cultura occidental tan representativos, esos recorridos por tierras ajenas, extrañas, te acercan más a lo ya olvidado o imposible de reconstruir, sino es por vía de la palabra, de la prosa o el poema. Leyendo “Viva”, uno a veces piensa que Deville es egoísta en sus novelas, que escribe por placer, que a pesar de sus incesantes investigaciones que le han llevado durante una década a México, la verdadera intención es su propia satisfacción, y si, por ende, el lector se contagia de ella, mejor.
Uno de los grandes aciertos de esta novela híbrido, entre ficción y ensayo, es situar los países, ciudades, lugares, como personajes. El más destacado México y sus ramificaciones en forma de urbes o casas. La casa azul de Frida Khalo tiene casi tanta importancia que el resto de protagonistas, por ejemplo. Un hallazgo que si bien no es novedoso, hace que no sólo te sirva de punto de referencia, sino que incluso puedas extrapolarlo como una guía de viajes alternativa, una guía para el mitómano empedernido que sigue las huellas de los fantasmas cuya vida lo han marcado para siempre. ¿Será el caso de Deville con Trotsky y Malcolm Lowry? Son los personajes pivotes, los que hacen extender la novela a otras referencias, conexiones, desviaciones. Sobre los que más teoriza, e intenta explicar su conducta. El eterno condenado por Stalin, en continúo movimiento, en continúa lucha por sus ideales políticos, con el ojo avizor a la muerte. El otro, obsesionado con escribir la novela, SU NOVELA. Mitificando en exceso la labor de la escritura, intentando una y otra vez dar sentido a su existencia a través de la prosa, de la ficción, de intentar emular a los escritores que admira. Y entre medias encontramos a Diego Rivera, a Frida Khalo, Antonin Artaud, Tina Modotti, André Breton, Sandino, amantes y una larga lista de descripciones, o en ocasiones simples menciones, caso de Jim Morrison o Borges.
No hay que olvidar que el autor llega a encontrarse con el nieto de Trotsky, con el escritor Mario Bellatín, con varias personas o artistas que puedan transmitirle sus conocimientos para que él, a su vez, los traslade a esta novela de pasiones políticas y literarias, de derrotados y vencidos, de agonías lentas o breves. Y que todo gira, todo es una noria, que México es un país que no podemos aprehender, que ni siquiera los propios mexicanos lo intentan. Simplemente viven, en el caos de la violencia, en el resguardo de las esencias más puras resguardadas por el Comandante Marcos… “Viva” es exactamente una elegía hacia la vida nómada. Un escritor viajero nos entrega en su tercera obra la vida de los que se fueron, y de los que se quedan.
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Anterior crítica de libros: “Cómo dejamos de pagar por la música”, de Stephen Witt.