FONDO DE CATÁLOGO
«Simpáticos y gamberros himnos de fraternidad universitaria embriagada y pasada de vueltas»
Manel Celeiro nos propone un nutriente paseo por Vitamina D, el segundo elepé que publicaron Los Hermanos Dalton. Una extensa colección pop que produjo Paco Loco y que, precisamente ahora, cumple veinticinco años.
Los Hermanos Dalton
Vitamina D
DRO EAST WEST, 1996
Texto: MANEL CELEIRO.
Las vitaminas son sustancias orgánicas presentes en los alimentos, sustancias que nuestro organismo no puede fabricar por sí mismo en la cuantía necesaria en casi todas las ocasiones y que, tomadas en las cantidades adecuadas, son esenciales para el desarrollo, el crecimiento y el mantenimiento de la función celular. Hay trece principales, entre ellas, la D, una vitamina que facilita la absorción del calcio imprescindible para nuestros huesos, y que juega un importante papel en el sistema nervioso, muscular e inmunitario. Podemos hacernos con nuestra dosis de modo natural, consumiendo huevos, leche y pescado, o ingiriendo suplementos vitamínicos que la contengan. Y también, y de manera mucho más entretenida, escuchando a menudo esta magnífica grabación de Los Hermanos Dalton, Vitamina D, que persiste tan euforizante y reconstituyente como el primer día que se posó en nuestro reproductor.
La banda gaditana reclamó la atención de los aficionados al pop de guitarras rabiosas y envoltorio melódico con su primer larga duración, Ya están aquí (Dro, 1993), y un par de mini elepés, uno compuesto por versiones, Luces de Hollywood (1992) y Nada suena igual (1994), así que Vitamina D podría considerarse su disco de afianzamiento, un segundo paso que mostrara abiertamente las cartas que guardaban bajo la manga y definiese el enorme potencial que atesoraba el trío. Producido por Paco Loco y grabado entre el propio estudio familiar, La Factoría, y los Azul de Chiclana, el álbum disfruta de un sonido espectacular. La guitarra de Josema Dalton es una motosierra sin control que corta a diestro y siniestro sin perder nunca el contacto con la melodía mientras Carlos y Jesús mantienen un incansable latido rítmico, así como una aplicada labor a las segundas voces.
El disco lo conforman quince canciones —más una breve sintonía de introducción y una toma instrumental de despedida— en las que los Hermanos Dalton aprietan a fondo el acelerador, lanzándose a toda velocidad. “Que gran día”, “Maldita ciudad”, “Desde la pared”, “Una segunda oportunidad”, “Ya se han muerto”… Simpáticos y gamberros himnos de fraternidad universitaria embriagada y pasada de vueltas. Es sencillo imaginar “Fred Flinstone” berreada a voz en grito por John Bluto Blutarsky, al que encarnó de forma magistral John Belushi en Desmadre a la americana.
Endurecen el beat sixties en “Vacié el cargador sobre ti”, lucen sus dotes para la composición en temas como “Mis manos” u “Otra vez”, en que se calzan los zapatos de piel de caimán recordando a los 091 y remiten a esas letras que tan bien escribe José Ignacio Lapido. De la misma manera, nos abren la puerta de su corazón para dejar asomar su lado más tierno y sensible en la preciosa “Volveré por ti”, y exhiben músculo en ese brillante ejercicio de abrumadora nostalgia electrificada, envuelta en una nube tormentosa de crepitante distorsión al estilo de Neil Young y sus Crazy Horse, que sobrevuela los cuatro minutos de “Una noche más”.
En plena eclosión del indie patrio, ellos recogieron la herencia del mejor pop nacional de los sesenta y los setenta fundiéndolo con las enseñanzas de la Nueva Ola, la furiosa revolución punk y el pujante empuje del hardcore melódico que agitaba la costa californiana. Fuerza guitarrera y un exquisito cuidado por los estribillos y las armonías vocales que les salió redondo. No es la primera vez que leo que este es el mejor disco de power pop que se ha hecho en la piel de toro. No sé si es realmente el mejor, o si se puede ser tan rotundo en esa afirmación, lo que sí puedo afirmar es que es una estupenda colección de canciones que se mantiene tan viva como cuando fue puesta en circulación. Y de eso ya ha pasado la friolera de un cuarto de siglo. Poca broma.
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Anterior entrega de Fondo de catálogo: Poetas en Nueva York (1986).