LIBROS
“Un libro divertido, curioso, bien diseñado y útil para reforzar estas pequeñas cosas que hacen más agradable la existencia”
Mike Evans
“Vinilos. Historia ilustrada del disco”
LUNWERG
Texto: CÉSAR PRIETO.
Con voluntad de repaso histórico, espíritu de homenaje y alcance enciclopédico, esta obra intenta ser el manual de uso de todo amante del vinilo; sin profundizar excesivamente, despliega todos los procesos y condicionantes que lo han marcado a lo largo de su andadura, desde los tecnológicos hasta los artísticos y los industriales.
Los aficionados al formato conocemos que es un acetato o la importancia del prensado y del gramaje, pero nunca hemos visto el mecanismo de fabricación; pues bien, aquí aparece en todo su esplendor, impresionantes fotos de lo que el consumidor de vinilos da por supuesto y detalles de otros materiales con surcos, desde cartón y celuloide a papel incluso. Terminología aclarada, pues, en una obra que se basa principalmente en infografías y material gráfico que va desde páginas con dibujos de todos los tipos de reproductores primitivos hasta fotografías de Caruso grabando. No desdeña, eso sí, el texto, y el lector curioso puede conocer la historia, por ejemplo, de los discos grabados para las fuerzas estadounidenses en el extranjero que después se destruyeron casi en su totalidad.
La estructura se organiza por décadas, de inicio –tras los primeros años– esos 40 en los que Columbia inventó el elepé. Y en cada década hay páginas –todo con fotos de gran tamaño– para ilustradores, tocadiscos representativos –error grave, faltan los comediscos– y los sellos emblemáticos, una docena larga y entre ellos Blue Note, SubPop, Casablanca o Decca, estos últimos con un retrato del ejecutivo que rechazo a los Beatles.
Los cincuenta son del 7”, por lo tanto un formato más barato y manejable, ideal para adolescentes, lo cual propicia la llegada del rock and roll y las primeras jukebox, la maquina perfecta: quedaba clara la personalidad de un dj colectivo. Los álbumes ya pueden abarcar conciertos y se inicia –punto de partida: Sinatra– la grabación de discos conceptuales.
Pasan los años y con ellos una buena remesa de carátulas de los tiempos de la psicodelia, la importancia que tuvo el dub, los álbumes triples y los bootlegs, que todos buscábamos como locos: conciertos grabados a escondidas de nuestros artistas favoritos y de circulación restringida; gloriosos tiempos en que con ellos en la mano uno se sentía un verdadero conaisseur…
Ya sabemos lo que pasa a finales de los 80, aunque para mí hubiera sido un epílogo perfecto colocar a Sarah Records como un perfecto adiós, el último bastión de los años dorados. En todo caso, la cultura de club sostuvo las escasas fábricas, y ello sirve para hacer un repaso diacrónico, desde el norther soul hasta The Haçienda. Menos mal, porque hacer un vinilo en los 90 era una ilusión, en el doble sentido, un deseo especial y un imposible si no fuera por la fábrica de Chequia, aguantaron como unos cosacos. Aquí, un anexo final da las direcciones de fábricas: en Europa apunta veintidós.
Cierra el libro un repaso a las mejores tiendas de vinilos, la labor de Jack White y las ferias y los coleccionistas, en primer lugar Zero Freitas, el brasileño con tres millones de discos. Lo he puesto en letra para que no piensen que se me ha escapado algún cero. En definitiva, un libro divertido, curioso, bien diseñado y útil para reforzar estas pequeñas cosas que hacen más agradable la existencia. Y para colmo, tiene el tamaño ideal: 10”.
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Anterior crítica de libros: “No hay entradas”, de Alfred Crespo.