«Delerm cuenta historias en sus canciones. No son nebulosas inconcretas de palabras que suenan bien. No. Suceden cosas, en días del calendario, en lugares específicos»
Vincent Delerm tiene nuevo disco, el prodigioso «Quinze chansons» (distribuido en España por Green Ufos), ocasión que aprovecha Blanca Plastic para contarnos, mejor que nadie, las razones por las que este singular músico francés resulta tan seductor.
Texto: BLANCA PLASTIC.
La otra tarde se la dediqué en cuerpo y alma a Vincent Delerm. Un tipo que, para mí, encarna como ningún otro, la esencia de lo francés. Los motivos:
1. Nadie como ellos para pasar de Shakespeare a Platini sin pestañear y, lo que tiene mucho más mérito y mucha más gracia, sin cambiar el tono del discurso. Delerm se maneja con una soltura y una naturalidad envidiables metiendo en una misma canción (¿qué digo? ¡En una misma frase!) referencias de altos vuelos intelectuales (Beckett, Houellebecq, Fellini, Vian) y otras de una frivolidad absoluta (Patricia Arquette, Cosmopolitan, L’Oréal).
2. Usan la voz como quieren. Siguiendo la tradición del gran Serge, nada de alardes (no creo que Rufus, Neil Hannon o Jeff Buckley estén entre los santos a los que se encomienda Vincent). La potencia no parece importar, lo que cuenta es la intención. Registros hablados (los franceses parlotean en cantidad en sus canciones) o susurrados –apenas cantados– para una voz grave, rasposa, profunda y, sin embargo, cálida y aterciopelada. Por no hablar de la sensualidad inherente a la lengua de Molière. Lo saben y se aprovechan. (Capítulo aparte merecería su dominio de los duetos chico/chica, de los que Delerm es alumno aventajado).
3. ¿Acaso alguien ha sabido dibujar a la mujer mejor que los franceses? Delerm, como Truffaut, es el hombre que ama a las mujeres; y, el francés es el idioma perfecto para contar ese misterio indescifrable y eterno que es «de mujeres con hombres». Delerm cuenta historias en sus canciones. No son nebulosas inconcretas de palabras que suenan bien. No. Suceden cosas, en días del calendario, en lugares específicos. El primer amor, las chicas en la adolescencia, una ruptura, un encuentro fortuito. Una película.
4. El chic. Lo tienen, lo tienen. Delerm derrocha elegancia gabacha. Pero, ojo, como buen francés, sin pretenderlo. Como si viniera de fábrica. Desde su físico innegablemente francés –a lo Truffaut o a lo Auteuil: ojeras perennes, aire de despiste y una pinta a medio camino entre la timidez desamparada y una cierta distancia misteriosa– hasta sus arreglos musicales –tan clásicos-–, Delerm posee el secreto del charme (que debe radicar precisamente en no buscarlo desesperadamente).
5. La finísima ironía. Nada de brocha gorda, algo sutil que provoca ojito chispeante y sonrisilla de una de las comisuras. Todo ello aderezado con una mezcla imposible (que ellos en general, y Delerm en particular, hacen posible) de un inteligente descreímiento, una hedonista despreocupación, una punzante melancolía y una incurable nostalgia. Ah…
Ay, ay, ay, ¡cómo me gusta Monsieur Delerm!
Si «Les piqûres d’araignées» era una preciosidad, sus últimas «Quinze chansons» son una verdadera delicia.
Este texto se ha publicado en el muy recomendable blog «Reflexiones de un tapir».