LIBROS
«Era una literatura nueva, un juego entre lo rural y lo urbano que anticipaba nuevas sensibilidades y que en 2023 resulta hondamente actual»
Carlos Casares
Viento herido
EDITORIAL IMPEDIMENTA, 2022
Texto: CÉSAR PRIETO.
El año 1967 apareció, en las prensas de la editorial Galaxia, la obra de un autor novel. Se trataba de un libro compuesto por doce breve relatos de una extraña delicadeza, aunque de regusto amargo. A pesar de que su autor, el joven orensano Carlos Casares, estaba muy significado políticamente en activos grupos antifranquistas, su literatura evitaba los parámetros de denuncia directa o experimentación propios de aquellos años. Sí, una de las narraciones relataba un paseo y tuvo su toma y daca con la censura que acabó ganando la editorial, pero estaba tratado como un monólogo con tanta fuerza que el hecho quedaba en segundo plano ante el espacio, la taberna donde discurre “Como lobos”, emborronada de alcohol y sueño, cercana a los mundos de Juan Rulfo. No es la única influencia: Castelao, Pavese o esas historias que en Galicia se contaban al calor de la lareira también están detrás de muchos de los mundos de Carlos Casares.
Era una literatura nueva, un juego entre lo rural y lo urbano que anticipaba —aunque entonces no se podía prever— nuevas sensibilidades y que en nuestro 2023 resulta hondamente actual. Muchos cuentos de Manuel Rivas, por ejemplo, parecen tomar su plantilla de cuentos de Carlos Casares. Por ejemplo, en “El otro verano” ya aparecen fiestas, discos, un whisky club y un inequívoco aire italiano. En algún otro, el primer amor se trata con tanta precisión como misterio; en “La muchacha del arco” la ilusión y la desesperación están presentes y en “Aparecerá por la esquina” el verano hace emerger amores que después se esfuman.
En Viento herido, titulado originalmente Vento ferido, también hay espacio para la miseria. Se retrata perfectamente en “El Judas”; más que física, anímica, y acrecentada con frases cortas. En “Cuando lleguen las lluvias” nos atenaza el monólogo de un profesor que oscila entre la carcajada y el drama del vacío, del embargo. Una miseria moral que ya explota y da este tono en el relato que abre el libro, “El juego de la guerra”, también un monólogo de un niño que habla del acoso, de la salud mental, de la rabia, de la venganza y del miedo. Todo ello en dos páginas. Impresionante. Como lo es “La capoeira”, en el que antiguas ofensas preparan posteriores escarmientos.
Sea como sea el libro se apartaba de los condicionantes de ese año 67 con una especial sensibilidad. Aparece para encarar la vejez en “Larga espera al sol”. El paso de los días, la soledad y el tacto de la vida que se va no suelen tratarse con tanta ternura, sin que apenas pase nada en la vida de este abuelo que espera a su nieto. En “La tronada”, el sentimiento que la anima es trágico, y lo es —sobre todo— con la frase final que hace explotar todo. En sus cuentos, Carlos Casares es especialista en esto, en no decir aparentemente nada y que, con una línea postrera, el relato se ilumine de una nueva luz.
El lector curioso hará bien en indagar en la obra y la vida de Carlos Casares, no solo en este libro. La Fundación Carlos Casares cuenta en Internet con una página web con información y recursos. Allí, podrán ver cómo persiste la memoria de un escritor que hizo de la defensa de su lengua y de la literatura cuestión de honor, bellísima cuestión de honor.
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