DISCOS
«A cada escucha te das cuenta de lo bien hechas que están esas canciones, lo bien que las llevan a la práctica y lo bien que hacen pensar sus letras»
El Buen Hijo
Viene y va
SONIDO MUCHACHO, 2023
Texto: CÉSAR PRIETO.
Han caminado muy poquito a poco desde ese 2016 en que se formaron, con algún cambio de sonido desde su epé inaugural, Los cinco temitas de El Buen Hijo, hasta encontrar su verdadera voz en 2020 con un par de singles en los que quedaba clara su naturalidad y desparpajo musical. Su primer álbum aportó una dosis de energía extra y de ese espíritu juvenil que proclamaban sus letras, plagadas de un material que cantaba al amor, a la amistad y a la efervescencia. Se iban acercando a la alquimia de conseguir la perfecta canción pop. Cada una de las nueve de este reciente disco lo podría ser.
Con el tema que da título y que abre el disco consiguen rebozar tres minutos en sencillez y naturalidad: letra optimista, estribillos impecables y una limpieza en el sonido con cada instrumento ocupando su justo lugar. Como aquellas primeras canciones de La Casa Azul. Puro pop. Igual que “No lo puedo soportar”, la más noventera y la que se adhiere al cerebro para no salir, con unas gotas de Los Fresones Rebeldes.
Es un viaje por el pop más brillante que se ha hecho en nuestro país, y cada una de las canciones tiene recuerdos leves a otros sonidos, sonidos que ellos defienden y reivindican citando a grupos tan cercanos y tan olvidados como Espanto.
“Perfecto”, por ejemplo, con sus palmas y su alegría de vivir, con sus guitarras jangle, recupera la manera de hacer música de La Buena Vida o de Le Mans, también en todas las letras, reflexiones sobre cómo vivir en medio del trajín cotidiano. “Lo que no me pase no me pasará” también es cercana a ese pop que se reafirma en hacer cosas sencillas, pero llenas de melancolía y de belleza:, noches de San Juan, jerseys prestados y una guitarra que hace tiempo que no se oía en el pop español. “Con seguridad” es la más próxima a Los Planetas, con unas soberbias cuerdas que actúan de cortinas de fondo y un puente la mar de bonito que va creciéndose poco a poco.
En “¿Y ahora qué?” demuestran ese dominio absoluto de melodías y ritmo, desde un bajo con una estupenda línea de progresión, hasta un estribillo a coro que la hace tan tarareable como un himno. Y ahora, ¿qué más se puede pedir? Pues más canciones como “En un lago”, con las ilusiones y la luminosidad del nacimiento del amor y unas cadencias que recuerdan a La Bien Querida. O como “Contigo o con nadie”, de espíritu punk pop. No se puede llevar más allá la agilidad, el buen gusto y el abrazo cómodo de una canción.
“Me lapidaría” sigue la paleta de ritmos animados y de letras cotidianas, casi una crónica de una juventud baqueteada, con un final a la manera de Airbag. Son solamente nueve canciones, pero cómo prestan, qué corto se hace. Porque son perfectas composiciones adictivas, las escuchas veinte veces y quieres más. Y a cada escucha te das cuenta de lo bien hechas que están esas canciones, lo bien que las llevan a la práctica y lo bien que hacen pensar sus letras. Cuando un disco de pop consigue esto, ha conseguido el cielo.
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