“Nunca he dejado de escribir una canción por calcular, por pensar si me podía ir bien por eso que estaba diciendo o no”
Víctor Manuel, uno de los nombres esenciales de la canción de autor, ha regresado con su primer disco de canciones nuevas en diez años, “Casi nada está en su sitio”. Juan Puchades conversa con él.
Texto: JUAN PUCHADES.
Durante los últimos diez años Víctor Manuel no ha estado retirado, ni mucho menos. No ha parado de actuar en directo, bien solo, bien junto a Serrat, Miguel Ríos y Ana Belén con «El gusto es nuestro». Incluso dejó un álbum de estudio con Ana Belén, “Canciones regaladas” (2015), en el que grabó temas ajenos. Pero “Casi nada está en su sitio” (Sony) lo devuelve en su faceta de compositor. Un disco espléndido que lo muestra en plena forma, y en el que, incluso, busca nuevas sonoridades, ayudado en la producción y los arreglos por su hijo, David San José.
Tu último disco con canciones nuevas se titulaba “No hay nada mejor que escribir una canción”, sin embargo has pasado diez años sin escribir una canción. Parece que hay cosas mejores que escribir una canción, ¿no?
[Risas] Aquel título lo acabo de confirmar ahora, escribiendo un porrón de canciones. Esto lo he contado pocas veces: entre disco y disco no compongo nunca, puedo hacer algún encargo que me piden —de hecho en este tiempo escribí una canción para los premios Goya—, pero me cuesta muchísimo trabajo escribir una canción en el vacío, tengo que ponerme y coger carrerilla. Y ahora, después de tantas giras, de tantos álbumes recopilatorios, me puse. David, mi hijo, me dijo: “oye, ¿tú cuándo vas a hacer un disco de canciones nuevas?”. Y le respondí, “¿por qué me lo dices”. “Porque mis amigos los músicos lo preguntan: que por qué no haces un disco con canciones nuevas”, me comentó. “Bueno, vale, ya me pongo”, le dije, y pasadas las Navidades me puse. Escribir una canción es un placer, que es algo que te dirá cualquiera, pero es que supone sacar algo de donde no hay nada. Lo que pasa es que nunca había escrito tantas canciones juntas y tan seguidas. Ni cuando era joven.
¿En serio?
Sí, sí, nunca. Siempre escribía el disco que tenía que hacer y un par de canciones más para tener donde elegir, y nada más. Y ya no componía hasta el siguiente álbum. En este me puse y cuando iba por la canción dieciocho que le mandaba a David, me dice: “¿pero vas a hacer un doble?”. Y dije, “no, no, voy a hacer un álbum sencillo, ¡pero no puedo parar!”. Y cuando iba por la veinticuatro decidí, voluntariamente, que ya no escribía ninguna más. Y anduve unos cuantos días desasosegado, porque me apetecía seguir componiendo, pero me impuse a mí mismo que no tenía que escribir más.
Si siempre has compuesto pensando en los discos, ¿eso quiere decir que hay un momento en el que, como compositor, te fuerzas a que las canciones salgan?
Sí, es un momento en que hay que componer y, sobre todo, buscar las canciones, porque las canciones están escondidas en algún sitio y tienes que ir a por ellas. El sitio en que normalmente están, o están los esbozos, ahora es en el teléfono, porque vas por ahí, caminando, y tomas una nota musical, unas notas que te vienen a la cabeza, o una frase que se te ocurre, y de ese hilo vas tirando. Tenía como doscientas notas diferentes cuando comencé a componer este trabajo. Ahora ya habrá menos que valgan. Pero de ahí salen todas las canciones, es muy curioso, porque son notas grabadas en diferentes lugares del mundo: estás en gira, sales a caminar por la calle y se te ocurre algo. Una de las notas, de la que parte la canción “Que se vengan todos”, está llena de ruidos por detrás del mercado de Cartagena de Indias, y se oye a los vendedores hablando a gritos, suenan cláxones de coches y ahí, en medio, se oye un esbozo de melodía que después fue “Que se vengan todos”.
Es decir, en tu caso, y en contra de la teoría que se suele aplicar a los cantautores, la música puede llegar antes que la letra.
A veces, a veces sí, a veces también una frase redonda, literaria, te desencadena la melodía. Pero casi siempre empiezo un poquito antes la melodía, lo que pasa es que suelo ir acompasando ya la letra hasta el final. Seguramente acaba antes la melodía, porque la redondeas antes, y tardas un poco más en redondear la letra.
Esos apuntes, esas notas de teléfono, luego, imagino, ya los trabajas en casa. ¿Con piano, con guitarra…?
Trabajo con guitarra, y hace muchos años descubrí que para componer tengo que estar aislado completamente, con luz eléctrica, y tampoco puedo ver la calle. He probado a componer, fíjate, con el mar delante, y tampoco es posible. He probado con una chimenea encendida delante, tampoco es posible. Solo puede escribir canciones a oscuras prácticamente, con un poco de luz eléctrica, aislado, pero eso sí, rodeado de música y de libros.
Es bastante flipante.
Sí, sí. ¿Sabes lo que pasa? Que son atavismos, mecanismos que vas incorporando, ves que te va bien y dices, “ah, pues esto hay que repetirlo”, y si me va bien así, ¡para qué voy a cambiar!
En este nuevo disco hay dos canciones de las que se está hablando mucho. Una es la que lo abre, ‘Allá arriba al norte’, un canto a Asturias. Ya en tu primera etapa escribiste canciones muy apegadas al folclore, canciones que casi se han convertido en parte del folclore asturiano.
Sí, se han quedado ahí.
Me parece que eso es de lo mejor que le puede pasar a uno, que incluso no se sepa de quién son y la gente las cante, ¿no?
Claro, claro, finalmente, para eso existen las canciones, para que se queden allí, en el acervo popular. Las que decida la gente que quiere quedarse, claro.
Pero, fíjate, llevas, más o menos, desde los 17 años en Madrid y supongo que el grueso de tus canciones asturianas, incluyendo ‘Allá arriba al norte’ están escritas en Madrid, o fuera de Asturias. ¿Son canciones que surgen desde la nostalgia?
Pues supongo que hay algo de nostalgia, del paraíso perdido. La nostalgia la sentía muy fuerte al principio, cuando empezaba a escribir canciones en Madrid que tenían que ver con Asturias, quería pensar o podía pensar que algún día volvería a vivir en Asturias, y todo eso se fue transformando, encuentras una mujer, tienes hijos, te aposentas en un sitio, pero siempre me va a quedar esa nostalgia del paraíso en el que viví hasta los 16 años. Y sobre todo los diez primeros años de mi vida, que vivía en un mundo muy bucólico, porque, aparte de la aspereza de la cuenca minera, vivía con un prado detrás inmenso, por el que corría detrás de una pelota, y con un bosque al lado al que iba a buscar nidos de pájaros. Esa es la infancia soñada para cualquier chaval, y lo que pienso que debería experimentar cualquier chaval, de ciudad o de donde sea. Y eso me queda, me queda en la cabeza… eso, los regatos de agua purísima bajando del monte por en medio del “prao”, charcas con ranas. Todas esas cosas se me han quedado para siempre.
Y sin embargo, la mayor parte de tu vida la has pasado lejos de Mieres.
Sí, pero me pasa igual con el acento de Mieres, que es muy marcado, y ya no lo tengo, pero en cuanto me encuentro a un asturiano por la calle se me dispara inmediatamente el automático y paso a modo asturiano, y hasta que no me despido de la persona que sea, ya no salgo de ese acento. Lo mismo me pasa cuando llego a Asturias. A veces me preguntan que con la de años que no vivo allí y sigo hablando en asturiano o con acento asturiano, pues sí, pero no fuerzo nada, me viene así.
«Quiero apurar todo, quiero tener ilusiones, tener curiosidad por las cosas, porque eso es lo que te mantiene vivo, en definitiva»
Una de las canciones más fascinantes de este disco, por la melodía, por los arreglos, por la letra, por la interpretación, por lo que cantas, es ‘Así me siento hoy’. Oscura y pesimista, porque este es un disco de contrastes.
Sí, es una canción muy pesimista, es un estado de ánimo que, de repente, lo metes en una canción. A David [San José, productor del disco] es de las que más le gustan también, y me he encontrado a mucha gente que le gusta mucho esa canción. A mí me encanta, también porque es muy diferente a las del resto del disco, incluso musicalmente. Bueno, encontrar de repente una vía inexplorada hasta ahora para mí, me apetece mucho.
Tiene algo de soul blanco.
Es una canción inspirada en músicos actuales, como Imagine Dragons, de los que descubrí hace poco que el cantante era mormón, no tenía ni puta ni idea, sabía que habían estudiado en Berklee, y me llamaban la atención porque David también estudió allí, en Boston. Me gusta mucho escucharlos, melódicamente me parecen muy sugerentes.
¿Sigues escuchando música nueva?
Sí, sí, sigo escuchando mucha música nueva, aunque cada vez hay menos prescriptores que te orienten, o cuando encuentras un prescriptor en un periódico no se te ocurra abrir ningún disco de esos discos en Spotify, porque suelen ser actos fallidos. Pero a veces sí encuentras gente que te recomienda cosas que están bien, y a la vez tú vas averiguando en esa jungla que son Spotify o iTunes, esos bancos de millones de canciones.
Te decía que este es un disco de contrastes, y de hecho inmediatamente después de ‘Así me siento hoy’ viene ‘Que se vengan todos’, con un mensaje que casi parece uno de aquellos que escribías en la Transición, de unidad, de optimismo. ¿El disco refleja tus estados de ánimo, cambiantes, como los tenemos todos?
Sí, por supuesto. Mira, esa canción es muy especial para mí, porque está dedicada a una amiga colombiana que murió hace quince años, Aseneth Velásques, una mujer maravillosa, que era capaz de bailar en su casa vallenatos con García Márquez y con el más reaccionario de Colombia. Todo el mundo acababa en su casa, por su inmensa alegría, por su amor por la gente. Y esa canción quería dedicársela porque tenía un grito de guerra que era “Vénganse todos”, y a ese vénganse todos aparecíamos en Colombia, en Cartagena de Indias. Básicamente, nos encontrábamos gente del más diverso pelaje a reír y a bailar con ella. Estuvimos en el mes de enero en el festival Hay, en Cartagena de Indias, y le hicimos un homenaje un poquito antes en Bogotá, para recordar esos quince años, para recordarla toda la noche, bajo un retrato de ella bellísimo. Fue una fiesta maravillosa, como a ella le hubiese gustado. Y en esta canción quise meter lo que ella me sugería, lo que expresaba siempre que estabas con ella: que se vengan todos, olviden banderas.
Claro, en España —y en Europa—, vivimos la actualidad que vivimos y la canción se interpreta como un canto de los tiempos…
Sí, es un canto de la necesidad de estar juntos. Yo tengo la necesidad de estar junto a la gente, cuanta más gente, mejor. No sé, es una sensación… a lo mejor se agudiza también con los años, te apetece ser muchos, salir a la calle juntos, cantar, beber, bailar, comer, con gente. Si es posible con gente que quieras, no como Aseneth, que metía a cualquier perro en su casa [risas], si es alguien de tu cuerda, pues mucho mejor.
Siguiendo con esos contrastes, ‘Mujer hablando con su perro’ es una suerte de monólogo, porque a la protagonista no le va a responder nadie.
Sí, monólogo en soledad.
Eso es. Ahí te metes un poco como en la música de Nueva Orleans, el carnaval.
Es una música muy alegre, muy descontraída, y quería que fuese así. La temática es lo suficientemente pesada para que una música alegre abriese una ventanita en ella.
Creo que como compositor siempre has estado muy preocupado por no quedarte anclado. Anclado digamos en el estereotipo del cantautor, y te has ido adaptando a los tiempos musicales que vivías. Aparte, eres un gran melodista, algo que nunca se te ha reconocido demasiado, que tus canciones, frente a las de otros compañeros, han cuidado mucho la melodía, lo musical. No sé si era buscado, o surgía, o tiene que ver con que de jovencito estudiaste algo de piano o solfeo.
Bueno, creo que eso te sale de dentro. Hacer una melodía atractiva no se aprende en ningún sitio. Lo que decías de intentar estar siempre al día, me pasó, y tuve la fortuna de que sucediera cuando en Philips no quisieron renovarme porque no vendía un puto disco. Estoy hablando del año 76 o 77, me fui a CBS y allí estaba Tomás Muñoz, que era el gran jefe y dijo: “este chico, si ha escrito ‘Canción para Pilar’, no ha tenido que olvidarse de escribir canciones” [risas]. Así entré en la compañía, y entonces los A&R en las discográficas era gente potentísima, pero el más potente que encontré fue Aurelio González, que era más joven que yo, un ser maravilloso, con una información musical brutal. Toda la época de esplendor de CBS surge bajo su manto, Mecano, Joaquín Sabina, todos esos. Y él, lo primero que me dijo fue: “ponte a componer y te voy a buscar un arreglador”. Y me mandó a Milán, a grabar con Danilo Vaona, y traje un sonido, que es el de “Soy un corazón tendido al sol” [1978], que realmente dio la vuelta un poco al mundo del cantautor. Nadie había hecho eso.
Un poco no. Yo diría que la dio completamente.
Claro. Después seguí grabando en Milán con Danilo Vaona, y a continuación él vio —y yo también me estaba cansando un poquito— que tenía que buscar otra cosa, y me mandó a Inglaterra a grabar el primer disco que hice allí, que fue “Por el camino” [1983], me dijo: “hay un arreglador que aquí ha trabajado mucho con Lucio Battisti, y es un tío que te puede interesar”. Y el cambio fue brutal, porque pasamos de esas armonías, dulces y eléctricas, pero comprensibles y manejables, y me mandó con una fiera. Este arreglador, Geoff Westley, había sido durante años y años jefe de grupo de los Bee Gees en gira. Y este me agarraba las canciones y las daba unas vueltas, me las transformaba completamente. Y ahí dejó de darme vértigo el hecho de que se metiesen con las canciones y las desguazasen, porque pensé que si yo me he dejado llegar hasta aquí, ya está, a ver qué hace este conmigo. Y bueno, grabé tres discos con él, hasta ‘La puerta de Alcalá’ [“Para la ternura siempre hay tiempo”, 1986], me parece. Hicimos tres discos fantásticos. Es un productor fabuloso.
Además, y entonces quizá no nos dábamos cuenta, estabas en edad de hacer aquellas cosas, de cambiar, de buscar, pero claro, ya llevabas muchos años de carrera.
Sí, empecé muy pronto y llevaba muchos años. Hombre, fíjate, recuerdo que con ‘Solo pienso en ti’ me volvieron a dar los mismos premios que diez años atrás, premios tipo “cantante revelación”, todas esas cosas que me habían dado cuando ‘El abuelo Vitor’, ‘La romería’… Y como había estado tan desaparecido, al reaparecer, casi renacer diez años después, me volvieron a dar los mismos premios. Porque fui artista revelación en el 69 y en el 79. Luego Aurelio fatalmente murió, jovencísimo, de un tumor en el cerebro, y ya me organicé yo el siguiente paso: volví a Italia, a Bolonia, con el equipo de Lucio Dalla, a partir de ahí ya he controlado yo las cosas. Pero todo ese primer periodo, que fue importantísimo para mí, era control de Aurelio González.
Ahora te has puesto en manos de tu hijo, David. Él se encarga de la producción y los arreglos.
Sí, es muy listo, tiene muy buena formación, y por otro lado es muy riguroso trabajando. Es decir, no me pasa cosas que yo me pasaría a mí mismo, y se lo agradezco mucho, porque las cosas salen mucho mejor cuando persigues la excelencia hasta el final. Es un tío que trabaja muy bien.
¿En el estudio el jefe eres tú o lo es él?
No, no, es él. No tengo nada que decir. Tampoco me entrometo en los arreglos, hombre, alguna cosa que me choca mucho o con la que no me siento cómodo, se lo digo. Pero en general no le digo nada, me parece bien lo que hace porque lo hace bien.
Tienes 71 años, ya no eres un jovencito, y la vejez se cuela en los versos de algunas canciones nuevas. ¿Cómo te llevas con ella?
Bien… Me gustaría tener 20 años y saber lo que sé ahora, pero como eso es imposible, me conformo. Me siento bien físicamente, no he tenido achaques hasta ahora, hago ejercicio y me encuentro vitalmente bien. Bueno, ya sabe uno que tiene poca vida por delante y mucha por detrás, pero quiero apurar todo, quiero tener ilusiones, tener curiosidad por las cosas, porque eso es lo que te mantiene vivo, en definitiva.
«El peligro de sacar la pasta de dientes de un tubo es que si luego la quieres meter lo tienes jodido»
Al principio te comentaba que hay dos canciones de este disco de las que se está hablando mucho estos días, la otra es…
‘Digo España’.
Eso es, ‘Digo España’. Obviamente todos la enlazamos con ‘España, camisa blanca de mi esperanza’ [1984], que escribiste para Ana Belén y que corresponde a otro tiempo. Pero en casi todos tus discos ha habido una mirada al país, a analizar cómo estaba en ese momento, a fijar una cierta fotografía sonora. Pero ahora quizá ha sorprendido por el momento y porque poca gente desde la izquierda ha utilizado la palabra España en una canción: Ana, Sabina y tú.
Mira, te cuento el nacimiento de ‘España, camisa blanca de mi esperanza’, la escribí para Ana y la intención era adaptar una canción de un autor italiano que a mí me gusta muchísimo, Francesco de Gregori, él tenía una canción maravillosa titulada ‘Viva l’Italia’, y me gustaba tanto que lo primero que pensé fue hacer una adaptación, y con solo la idea de decir ‘Viva España’ ya se me abrían las carnes. Y fue cuando me dije hay que inventarse otra cosa, y escribí ‘España, camisa blanca de mi esperanza’, que es una canción del año 82, con horizontes… es como que ahí delante está el horizonte, a ver si llegamos, parece que vienen cosas buenas. Y efectivamente fueron unos años fantásticos para este país, se transformó todo, queríamos llegar ahí. La de ahora es, claro, una canción más reflexiva, tantos años después, y el momento que estamos viviendo, que es complicado, en el sentido de que hay tirones, hay desgarros alrededor del país. Y, bueno, quería dar mi opinión acerca de eso. La verdad es que al principio la escribí e inmediatamente me cagué por la pata abajo. Fue decir, “¡coño, qué he hecho!”. Estuve varios meses que la llevaba en el teléfono y cada vez que encontraba a un amigo de confianza y que quería que me diese su opinión, se la enseñaba. Hablo de Iñaki Gabilondo, de David Trueba, de gente muy querida, muy cercana a mí, y todos me decían, “cojonuda, cojonuda”. Entonces me lo fui creyendo también, pero sé que es un tema al límite. Aunque haya mucha gente que esté en desacuerdo conmigo, no pueden estar en desacuerdo con la letra, porque es lo que yo pienso de este país, lo que pienso que conforma este país y cómo me gustaría que siguiese estando.
Aparte de emplear el término España, en otras canciones del pasado hablaste de la “patria”, sin demasiados complejos. ¿Crees que la izquierda, al renunciar como renunció al propio nombre del país, dejó en manos de la derecha cuestiones de mucho mayor calado?
Claro, veníamos de donde veníamos, y eso marca mucho. Y después la izquierda se la ha cogido mucho tiempo con papel de fumar, con unas precauciones que yo entiendo, cuando te están restregando por la cara la palabra España o la banderita, pues tú te pones a la defensiva inmediatamente, y no quieres tener nada que ver con esa gente. Pero creo que ha pasado el suficiente tiempo para relajarnos. La bandera es plenamente aceptada por la gente más joven de este país, seguramente por el fútbol, que hemos ganado muchas cosas estos últimos años. Eso es una realidad, y después la palabra España… yo soy asturiano, pero nunca he pensado que el asturiano fuese lo más, y los de León, Santander o Lugo, por hablar de vecinos, no tuviesen nada que ver con nosotros, y nosotros fuésemos superiores. Lo mismo me pasa con España, lo mismo me pasa con cualquiera de los de dentro de este país, lo que yo considero que es este país, nadie tiene alguna virtud más que un señor de Córdoba o de Badajoz. Eso me parece intolerable. Puede ser más rico, pero no más listo, no tiene ninguna razón para ser más listo. ‘Digo España’ es un poco rebelión ante todo eso, estos son los límites de lo que creo que es este país, con todo lo que me gusta y todo lo que aborrezco de este país, que son muchísimas cosas también, pero es mi país.
De hecho en ‘Allá arriba al norte’ le cantas a tu tierra sin ser nacionalista, que no sé cómo entenderá un nacionalista, de cualquier rincón, da igual, que uno puede cantarle con amor a su tierra sin ser nacionalista.
Claro, ese soy yo.
Eres tú, y tal vez muchos que permanecen callados, y son de izquierda.
Yo trato de expresar sentimientos míos, cosas que se me pasan por la cabeza, cosas que creo que debo contar, pero si esas cosas que he contado a lo largo de tantos años no afectasen a mucha gente, ya no estaba cantando ni escribiendo canciones ni nada, estaría en mi casa retirado.
Una cosa que asombra, es que la izquierda española miró con cariño los nacionalismos cuando, en realidad, la izquierda nunca fue nacionalista, fue internacionalista, y parece que lo hayamos olvidado.
No, claro, es que eso es un delirio. La verdad es que habría que decir como Vargas Llosa: ¿cuándo se jodió todo? Porque creo que se ha ido jodiendo progresivamente, la izquierda en Cataluña ha mirado como un espejo al nacionalismo y ha intentado, para no quedarse descolgada, seguir esa estela, y mira dónde les ha llevado, al fracaso más absoluto. Y eso es muy doloroso, yo he cantado en Cataluña toda la vida, pero no solo eso, he hecho actos solidarios, he estado en la calle con ellos, al grito de “Amnistía y estatuto de autonomía”, y he participado en muchos actos muy potentes, cuando vivían Gregorio López Raimundo, Antonio Gutiérrez, toda esta gente, y siempre me pregunto qué pensarían ellos del momento que se está viviendo ahora en Cataluña, me vienen continuamente a la memoria. Creo que es un fracaso… desde España es jodidísimo y desde Cataluña es igualmente jodido. Es muy doloroso llegar a esta situación de fractura, no es bueno para nadie. Pero es curioso, porque estos días empiezo a leer en la prensa a mucha gente que se queja de lo que han hecho los políticos contándole a la gente, a los nacionalistas, películas para llevarlos a un sitio. Lo que no dicen es que han sido ellos también. Porque leo todos los días prensa catalana, y han sido muchos de ellos también, los que ahora están escribiendo justamente contra el encanto ese de los dirigentes con el nacionalismo. Pero el caso es que hasta aquí hemos llegado, y supongo que vamos a estar tiempo, el problema es que cuando tú metes a la gente por un sitio, después hay que sacarla, o por lo menos tener el coraje de explicarle cómo son las cosas, y nadie parece que esté dando el paso, o lo están dando muy tímidamente. El peligro de sacar la pasta de dientes de un tubo es que si luego la quieres meter lo tienes jodido. Hay una frase que dicen en Colombia, que es muy brutal, muy popular: tú te metiste, tú te sales.
Claro, el problema es que de esta vamos a tener que salir todos.
Sí, sí, el problema es que nos afecta a todos. En la época que vivimos todo está interconectado, la gente piensa que solo le afecta a ellos, y no, afecta a todo el país, a muchas capas de esta sociedad.
Más allá del periodo de canción militante, a mediados de los setenta, siempre demostraste valor, y lo demuestras ahora con ‘Digo España’, porque a ti te han caído los palos más tremendos de un lado y de otro…
Claro, nunca he dejado de escribir una canción por calcular, por pensar si me podía ir bien por eso que estaba diciendo o no. También porque desde muy joven descubrí que no puedes gustar a todo el mundo, si tienes un determinado espacio propio, si tienes opinión, pues habrá gente a la que le gustes y gente a la que no le gustes, eso es así y más te vale entenderlo pronto.
¿No te llegaste a acojonar profundamente cuando te pusieron dos bombas en casa?
Sí, claro, claro, pero tanto Ana como yo éramos muy jóvenes, e inconscientes. Pero fue algo espectacular, y más que las bombas, el lugar donde vivíamos, estábamos tan aislados que si un día van allí nos “acachinan”, y ya está, nos encuentran al cabo de quince días. Pero cuando eres joven eres inmortal, y cómo vas a pensar que a ti te va a pasar una cosa de esas, para nada. Fue muy curioso, porque como diez años más tarde nos enteramos quién puso las bombas. Un día estábamos cantando en Vitoria, y por la mañana cogemos “El País” y leemos que ha habido una detención en Madrid de un tío, y empezamos a leer los datos de qué había hecho, entre otras fue quien puso las bombas en nuestra casa. Era un tío de Torrelodones, pero era un hijo de la gran puta impensable, porque había puesto una bomba en una papelera en Malasaña, había matado a una chica embarazada y a su pareja lo dejó muy maltrecho, también puso la bomba de “El País”, que mató a un bedel. Y después lo cazaron porque debía ser tan chulo que estaba en una calle taponando, no podían pasar los de atrás, le tocaron el pito, salió del coche cabreado, con una pistola y mató al del otro coche, consiguieron reducirlo entre la gente, luego le dieron unas hostias y cantó todo lo que había hecho. Estuvo en la cárcel muchos años, salió y hace tres o cuatro años lo localizaron en Brasil, tiene un chiringuito en una playa.
¿Te llegaste a acostumbrar a los palos críticos que te daban, de un sector y de otro. En distintos momentos?
La verdad es que vengo de una generación insumergible, tenemos la condición del corcho, nos ha costado mucho el trabajo que hacemos, muchos palos, muchas peleas, muchas ingratitudes, muchas incomprensiones, pero finalmente si tienes la voluntad de estar en esto, no hay nadie que te sumerja, tú sigues a rachas muy bien y a rachas menos bien, incluso muy mal también. Pero si existe la voluntad de seguir, sigues.
«Me gusta cantar y me gusta tocar los cojones, y dar la lata y poner el hombro cuando creo que la causa lo merece»
Regresando al disco nuevo, otra canción especial es la que lo cierra, ‘He cortado estas flores’, otra canción dura, pero tratada incluso en lo musical con mucha sensibilidad, en la que sigues hablando del país, de otro país.
Sí, habla de esa sensación que tiene uno de que pierdes todas las batallas que puedas perder y alguna más también, pero finalmente ves que se mueve una pieza y algo se encaja, y ya no pierdes la esperanza de estar en el embate siguiente. Es una canción que me gusta mucho, la grabamos a piano y voz nada más. Es una de las primeras que salió en este bloque.
Y frente a esa intensidad, también está la alegría de ‘Cachito’…
Sí, ‘Cachito’ es una canción especial, que tiene historia, porque yo desde hace cuarenta años compró en el mercado de Chamartín, cerca de casa, y siempre estaba por ahí un chaval que hacía recados e iba vestido muy estrafalariamente, iba con leotardos y llevaba por encima una especie de chaquetilla como de paje, y un paquete impresionante, que se lo producían los leotardos, un paquetón. Y un día le pregunté al frutero: “¿por qué llamáis Cachito a este?”. Y me dice: “Mira lo que tiene entre las piernas, ya lo sabes”.
‘Cachito’ se adscribe a tus canciones de retratos de personajes, que tienes unas cuantas, ¿siempre has sido un buen observador de lo que acontecía alrededor, de la gente?
Me gusta mucho, sí, y dentro de ese mirar a la gente la extravagancia me llama mucho la atención, y hay varias canciones a lo largo de los discos que hablan de eso, de gente extraña, descolocada, fuera del paisaje. Gente inclasificable, en definitiva.
Tengo la sensación de que no se te ha reivindicado demasiado, un poco “sotto voce” algunos hablamos de la calidad de tu obra, pero me parece que cuestiones ajenas a lo estrictamente musical han opacado o enturbiado el valor de tu cancionero, de tus discos. ¿Crees que ha podido pasar?
Sí, seguro. Cuando participas tan activamente y tan continuadamente a lo largo de tu vida —durante tan larga vida musical—, en muchos frentes, pues lógicamente hay mucha gente a la que le produces rechazo. Y lo entiendo perfectamente, ¡yo estoy amortizado hace muchos años! Todo esto que estoy haciendo es de más, tenía que haberme acogido a la jubilación hace ya muchos años, pero, bueno, me gusta cantar y me gusta tocar los cojones, y dar la lata y poner el hombro cuando creo que la causa lo merece. Y eso es estar siempre en medio, y entiendo que haya gente que diga: “joder, ya está este tío otra vez aquí, que cuando no está protestando por la piratería está defendiendo a la Sociedad de Autores, y cuando no…”. Son muchas cosas, tengo argumentos para todo, de por qué me meto en esas cosas. Pero entiendo perfectamente que cuando tú defiendes que no haya piratería la gente te vea como un controlador aéreo: “¡¿pero este qué querrá?! ¡Está forrado y quiere más!”. Trato de explicar que no es eso, y que si en lugar de hablar yo lo hace un chaval que está empezando, nadie le hace ni puto caso, nadie le escucha. En muchas ocasiones me ha tocado defender papeles no diría contra mi voluntad, pero sí podría, perfectamente, haber estado haciendo otra cosa.
Frente a la imagen del compositor que uno puede tener al pensar en ti, me sorprendió leyendo tu libro de memorias cuando cuentas que el motivo primero de todo esto era cantar, cantar sin más. Luego ya vino lo demás: grabar discos, escribir canciones, la ideología, pero lo primero era cantar.
Claro, cantar, querer cantar. Cantar como haces cuando empiezas, que es cantar por imitación. Imitar primero a Joselito y después a José Guardiola. Me presentaba a concursos y cantaba estándares. Esta mañana alguien me preguntó por Aznavour, y dije que lo adoraba, de siempre, y que es una de las mayores inspiraciones que he tenido a la hora de escribir canciones. Y he recordado lo primero que hice al llegar a Madrid: en la Puerta del Sol, en un primer piso, había un estudio de grabación, ibas allí, te metían en una cabina y cantabas a pelo o con la guitarra las canciones que quisieras, y ellos te las metían en un vinilo de pizarra. Eso fue lo primero que hice al llegar a Madrid, y una de las canciones que grabé fue ‘La mamma’, de Aznavour. Es que Aznavour tuvo una suerte en español impresionante, porque tiene un montón de adaptaciones al castellano hechas por Rafael de León, que no se puede tener mejor letrista, claro.
En estos diez años que han pasado entre los dos discos de canciones nuevas, lo que no has abandonado han sido los escenarios, de hecho no has parado de girar. ¿Sigue siendo el escenario el motor principal de todo esto?
Sí, eso lo intuí cuando después del disco anterior de canciones propias desarrollé un espectáculo que pensaba que sería temporal, muy modesto, mucho, con piano de cola y guitarra solo, con David y Ovidio López. Empezamos una gira en Avilés que pensaba que sería para dos meses y estuvimos tres años haciéndola, ciento cincuenta conciertos, en España y en América. Y ya intuí entonces que la cosa iba más que de discos de cantar en directo, que había que correr todo hacia un lado, olvidarse del disco. El disco es un instrumento promocional o para enseñar tus canciones nuevas, pero que lo que importa, y la gente así lo ha demostrado, asistiendo, son los conciertos. Los conciertos se han revalorizado y la gente es capaz de pagar una cantidad importante por ver a un artista que le interesa. Y lo cierto es que durante todos estos años he estado haciendo eso. Estos años en los que no he compuesto y que no he grabado discos de creación propia, he estado cantando porque creo que es lo que vamos a tener que seguir haciendo todos hasta que nos cansemos.
Ese espectáculo del que hablas, “Vivir para cantarlo, biografía de las canciones”, ¿al presentar temas de todas las épocas, sirvió para que te reconciliaras con parte de tu propio cancionero?
Sí, sí. Era un espectáculo río en el que había canciones que hacía años y años que no cantaba, algunas eran canciones extremas, que me habían provocado muchos dolores de cabeza, y meterlo todo ahí… La verdad es que el espectáculo fue autocreándose de una manera bastante esquemática, y luego, en la medida que vas avanzando y ves las cosas que funcionan y las que no, vas añadiendo y quitando cosas. Y tiene poco que ver el espectáculo último, el que grabamos finalmente, con el que hicimos tres años antes en Avilés.
¿Cómo será la nueva gira?
Vamos con seis músicos maravillosos, con cinco de ellos ya he tocado muchas veces. El espectáculo, como casi siempre, lo diseña José Carlos Plaza, ya he visto los diseños, son bellísimos, como siempre. Vamos a tocar un montón de canciones de este disco, por mí las tocaríamos todas, pero eso me parece un abuso de confianza. Como dice un amigo mío: ya no escribo más canciones nuevas porque siempre me dicen que las mejores son las de antes. Y eso pasa, la gente quiere escuchar las canciones más conocidas. Pero en medio de eso iremos filtrándoles un montón de canciones de este disco que pensamos que merece la pena que conozcan.