Víctor Coyote: El diablo de cuello vuelto toma la calle

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«En la calle, la gente enloquece, chilla, ruge, baila… los coches se paran sin dar crédito a lo que ven, la gente sale a los balcones con los ojos redondos como pelotas de pilates. Víctor fuma mientras entona otro himno»

Víctor Coyote actúa en una librería madrileña. A mitad de actuación, quiere echarse un pitillo. Sale a la calle. El público va con él. Allí canta, saltándose esa ordenanza madrileña que persigue a los músicos callejeros. Carmen Salmerón, armada con su teléfono móvil con cámara justita de píxeles, estuvo allí.


Texto y fotos: CARMEN SALMERÓN.


Acudir a una cita con Víctor Coyote resulta siempre sorpresivo y excitante. Nunca se sabe qué va a pasar. El hormigueo en el estómago corrobora un delirante factor sorpresa. Te diriges al encuentro con la urgencia de dos amantes recién emparejados en su primera «quedada». El artista multidisciplinar siempre acierta. Pasan los años, las décadas, y su creatividad sigue tan activa o más que cuando era un mero adolescente lleno de proyectos enloquecidos e innovadores (otros grandes creadores, viven de regodearse y sacar el jámago a aquellos momentos creativos que un día tuvieron, hoy ya tan lejanos).

En esta ocasión, Víctor Abundancia formula la convocatoria en la librería Arrebato, en la calle de La Palma (por donde anduvieron el diablo y el santo Job, en los que él tanto cree…). Apretando cuerpo contra cuerpo, o casi, se alcanza el receptáculo que adopta la impronta de un escenario. Allí, dos hombres, tres hombres, un poemario de Rimbaud, unos teclados de juguete, y unas guitarras acústicas, arrancan risas a mandíbulas batientes, respingos sorpresivos y devoción de abducidos. Empieza el espectáculo con un joven recitando a Rimbaud. ¡Es el joven de cuello vuelto! Se llama Charly Hernández, un tiernísimo melómano de veintipocos años. Detrás hay una historia. El pasado diciembre empezó a circular por la red un vídeo despojado de cualquier aspecto grandilocuente, un vídeo sencillo y emocionante: El Coyote cantando y Mastretta al piano. El viraje del rockabilly latino al crooner más arrebatado. ‘Joven de cuello vuelto’ era la canción, el himno que ha marcado ya un antes y un después. Ya existen los jóvenes de cuello vuelto. Hasta que el gallego de Tuy no los vio, nadie reparó en ellos. Ahora están en todas partes.

A los pocos días de colgarse el videoclip, Víctor recibe un correo electrónico. Alguien le dice: “yo soy el joven de cuello vuelto”. Y desde la virtualidad más internáutica, quedan en El Palentino, ese bar de barrio que representa tantas cosas y, ninguna es «fashion» ni «chic». Los dos epatan. El Coyote le propone leer versos de Rimbaud en la presentación de su disco. El joven accede.

La audiencia alucina al borde de un ataque de éxtasis. El artista multidisciplinar decide empezar a presentar algunas de las canciones de «Dos años luz y cuarto» (Eureka, el sello cordobés de Fernando Vacas). La performance cambia. Toman el escenario improvisado otro joven de cuello vuelto, Javier Santos, quién le acompaña con guitarra acústica y los pianitos que nos traían los reyes magos a los que ya no cumpliremos cuarenta años. El surrealismo se desata con ‘Ristra de mentiras’, continúa con ‘La lógica de los ópticos’, para bramar con ‘Joven de cuello vuelto’. Y ya al borde de la catarsis colectiva, Víctor Coyote decide que llevamos mucho tiempo sin “echar un cigarrillo”.

No puede ser.

“Vámonos a la calle a fumar”, dice él, el artista que jamás consintió inhalar humo. Eran otros tiempos. Baste prohibir para sumar adeptos.

Y ya en la calle, la gente enloquece, chilla, ruge, baila… los coches se paran sin dar crédito a lo que ven, la gente sale a los balcones con los ojos redondos como pelotas de pilates. Víctor fuma mientras entona otro himno: ‘Como si lo mereciera’.

¿El decorado? Un cubo de basura entre dos coches. El Coyote no pierde su apostura. Alguien grita: “El arte en la calle”. Olía a azufre. Frente a las puertas de Arrebato, Javier Santos, Víctor Aparicio, y los coros del público insurrecto cantan ‘Yo que creo en el diablo’. ¿El diablo? Malasaña en carne viva, testigo, una vez más, de las correrías del Coyote. El arte en la calle es un ente subversivo. El restriegue con la vida y el arte, rayando la ilegal. Podría haberle costado 1.500 euros y requise de instrumentos. Parece ser que finalmente la modificación del art. 41 no se llevará a cabo en Madrid, aunque, ¿volverá otra vez aquella ley franquista de los vagos y maleantes, a un ayuntamiento cada vez más en estado de peligrosa involución artística?

Veremos cómo andan las cosas para el 5 de marzo, día de su gran actuación en la Sala Sol (Madrid).

Estos son los próximos conciertos de Víctor Coyote:
11 de marzo Vigo (La casa de Arriba).
12 de marzo Ferrol (Sala Super 8).
13 Tuy.
29 de abril Logroño.

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