Vetusta Morla: La música que alumbra y cambia nuestras vidas

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«Es la cuarta vez que revientan este pabellón, pero el llenazo de esta noche se antoja el más especial de todos»

 

Cerrando el año por todo lo alto, ante un Palacio de Deportes abarrotado, Vetusta Morla ofrecieron un espectáculo que recorría su historia desde el lejano 1998. Atento al show estuvo David Pérez.

 

Vetusta Morla
Wizink (Palacio de Deportes), Madrid
30 de diciembre de 2018

 

Texto y fotos: DAVID PÉREZ.

 

«Los días están contados», pero «no hay más que temer», porque aunque solo le quedaba una chispa de luz a 2018, el WiZink Center abrió sus puertas como una suerte de DeLorean gigante, en el que entramos —junto a 15.000 compañeros de viaje— para recordar el pasado y regresar al futuro de Vetusta Morla. Una década de Un día en el mundo (2008), el disco que cambió la vida de la banda de Tres Cantos y catapultó al indie patrio a otros niveles de exigencia.

El reloj deja atrás las nueve de la noche y la expectación desemboca en impaciencia nerviosa, sabedores de que el espectáculo que estamos a punto de contemplar es único e irrepetible. La inmensa pantalla central que apunta la proclama “Sí es sí” comienza a arañarnos la memoria con imágenes caseras del grupo, de ensayos y bolos de juventud, hasta llegar a ese primer videoclip de “Otro día en el mundo”. Miles de ojos siguen el silbido de Pucho saliendo de casa, cantando y buscando el «rumor que los vio nacer», con el resto de la banda uniéndose escaleras abajo, saliendo del portal y caminando por una calle céntrica de Madrid… De repente, imágenes y sonido dan un gran salto al presente y, sin perder el hilo y los pasos de esa letra hipnótica, vemos a Vetusta Morla recorriendo los pasillos en tiempo real de un Palacio de los Deportes que acelera el pulso, se frota los ojos y contiene la respiración, hasta estallar de júbilo con la llegada del sexteto de carne y hueso al escenario, chocando de frente con su propio reflejo y realidad. Primer clímax y esto solo acaba de empezar.

Es la cuarta vez que revientan este pabellón, pero el llenazo de esta noche se antoja el más especial de todos. Así que Pucho, camiseta blanca y efeméride roja en el pecho, nos da las buenas noches y la bienvenida «a 2018, al 30 de diciembre de 2018, una fecha que para nosotros ya está marcada a fuego». Comienza la traca con una furiosa “Autocrítica”, dejando claro la fuerza y el compromiso del proyecto, antes de que Pucho defina a los seis integrantes de la banda como seis seres políticos. Con el 40 aniversario de la constitución de fondo, se trata de ir «contra las leyes del olvido, ver en el pasado cosas que no se pueden repetir y alumbrar un futuro mejor».

Sin seguir el orden de los surcos, contratacan con “Rey sol” y “Pequeño desastre animal”, y se salen por primera vez de un guion no escrito, volviendo al bar donde se reunían en sus inicios con “Mi habitación favorita”, seguida de “Vida no hay mucha”, ambas autoeditadas en sus primeras demos.

 

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«Pucho teje universos en cada fraseo, trepando a sus anchas por la cegadora enredadera sónica que crea la banda»

 

Pisan el acelerador en una “La marea” que nos deja «la piel cuarteada, la miel en los labios y las piernas enterradas», con Pucho tejiendo universos en cada fraseo, añadiendo y mezclando versos de “El hombre del saco” y “Deséame suerte”, trepando a sus anchas por la cegadora enredadera sónica que crea la banda. Intentamos coger aire, pero nos dejan tocados y hundidos en una versión desgarradoramente bella de “Al respirar”.

Nos dan las gracias por acompañarlos por las pequeñas salas cuando eran desconocidos y seguimos su rastro en “Mapas” (2011), entre «balas y un enjambre de abejas», con “Boca en la tierra”, otro poema hecho canción, que hiere y sana por partes iguales. Y si ya no tocamos el suelo, terminan por abrir el mar y el cielo con “La cuadratura del círculo”, eterno huracán inagotable.

Mecen la luna en “Los buenos” y nos dan el tiro de gracia en esas «ruinas y espinas» de lo que pudo haber sido y nunca será, una “Maldita dulzura” con Jairo Zavala (Depedro) como primer invitado sobre el escenario, a la voz y acordeón.

Toca presentar y subir a las tablas a todas las piezas que hacen funcionar esta vibrante y mágica aventura, del productor al manager y el jefe de prensa entre muchos otros, todos ya parte de la familia Vetusta Morla. Y tras esta merecida presentación de amigos y compañeros de viaje nos regalan uno de esos instantes que te aportan una vida extra por sí solos, una versión de “El amor valiente” de Deluxe a la que se suma el propio Xoel López, intercalando voces en un trío de ensueño con Pucho y Depedro, en la que también se animarán a cantar Guillermo, Álvaro y parte del equipo.

Suena “Copenhague” y se para el tiempo. Sin lugar a dudas, entre las mejores canciones escritas en español en los últimos veinte años. Entre alguna que otra lágrima, gritamos y perdemos la voz en “Sálvese quien pueda”, para terminar de morir y renacer en la siempre esperadísima “Valiente”, en la que vuelve a temblar Madrid y alrededores.

Tras la emocionante intimidad de “Iglús sin primavera”, con Pucho y Guille Galván mano a mano, toca simulacro de despedida de 2018 y brindamos «Por un año más, un año menos, / que dolerse de esta herida y de esta luz» en “Año nuevo”, para finalizar bajo el reflejo de mil colores que desprenden los fuegos artificiales de “Saharabbey road”.

La fiesta continúa fuera; la sonrisa que se dibuja en las calles tardará en borrarse. Y si «solo queda una chispa de luz», simplemente, «es hora de volver a empezar».

 

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