Una vez concluido el festival de Glastonbury, Diego A. Manrique confiesa, en “El País”, que “Durante años, uno sospechaba que la Experiencia Glastonbury estaba implantada en el ADN de los hijos de Albión”. Manrique ofrece datos de una reciente encuesta realizada en el Reino Unido entre “habituales a los festivales británicos”, de la que se desprende que “solo un 45 % alegaba que la música era su principal motivación. El resto se repartía entre los que destacaban que se trataba de estar con los amigos, disfrutar del ambiente o hacer ‘cosas que no se pueden hacer en la vida diaria’ … Una cuarta parte reconocía haber mantenido relaciones sexuales con una persona desconocida; el 21% confesaba que tomó drogas ilegales y —no sé si eso lo consideran un plus— un 13% participó en peleas. Casi la mitad admitía haberse comportado de maneras que jamás se hubiera permitido fuera de ese recinto”.
Otro dato: “La edad media de los asistentes se sitúa entre 35 y 38 años. Tiene sentido: los veinteañeros no tienen suficientes recursos. Acudir a un festival al aire libre cuesta unas 430 libras (unos 500 euros)”.
“Aún siendo refractario a los festivales, uno no puede dejar de admirar la devoción británica por esos acontecimientos. Y la correspondiente sensibilidad institucional: la BBC ofreció 250 horas de música desde los seis escenarios principales de Glastonbury, vía radio, televisión y streaming”, continúa Manrique.
Y pide que en España “promotores y autoridades dejen de contar milongas sobre los teóricos millones de euros que trae tal festival a la economía de tal rincón de España. A cambio, que financien estudios sobre lo que realmente hacen los participantes, nativos y turistas, en esas modernas romerías.”
Desde aquí puedes acceder al artículo de Diego A. Manrique “Verdades sobre los festivales”.