CINE
“Nos demuestra que la verdadera épica reside precisamente en las ‘pequeñas’ historias”
Elisa Hernández analiza el valor de “Verano 1993”, la película española que representará a España en los próximos Oscar.
“Verano 1993”
Carla Simón, 1993
Texto: ELISA HERNÁNDEZ.
La Academia de Cine ha elegido “Verano 1993”, la ópera prima de la directora Carla Simón, para representar a España en la próxima edición de los premios Oscar. La selección le llega al film tras varios premios en relevantes festivales internacionales y una sorprendentemente larga (y más que merecida) estadía en las salas comerciales de nuestro país.
Sutil a la par que compleja, “Verano 1993” nos hace acompañar a Frida (Laia Artigas) y nos presenta su punto de vista durante el primer verano tras la muerte de su madre. La pequeña es adoptada por sus tíos (David Verdaguer y Bruna Cusí), que la llevan con ellos y su hija, Anna (Paula Robles), al pueblo de montaña en el que viven. Completamente fuera de su elemento, Frida no sabe cómo reconocer y adaptarse a esta desconocida situación y reacciona a veces de manera cruel, a veces de manera amable o divertida, pero siempre espontánea y fascinante. Evitando caer en el sentimentalismo, la película consigue, sin demasiados aspavientos, ponernos en el lugar de Frida, descubrir con ella el que parece su nuevo hogar, seguir su viaje emocional no como espectadores supuestamente objetivos que la observan desde fuera, sino a su lado, acompañándola y sintiendo con ella cada risa, cada sorpresa, cada enfado, cada juego y cada llanto. Gracias a una delicada puesta en escena que mima a su protagonista y que busca apelar a los sentidos (especialmente a los menos cuidados por el cine: el tacto, el oído, el olfato…) más que al raciocinio, en “Verano 1993” cada pequeño detalle, movimiento, palabra, imagen, aunque puedan parecer banales o irrelevantes, son enormemente significativos. Ante nosotros parece que no pasa nada, pero pasa todo.
A Hollywood le gustan las narrativas heroicas, los grandes acontecimientos y los relatos de de superación, la lucha contra viento y marea del individuo soberano, pero “Verano 1993” es una de esas obras aparentemente sencillas que sin embargo te atrapan casi sin que te des cuenta y sin que sepas cómo te has dejado llevar. Porque para realizar un film que conmueva no hace falta recurrir a grandes gestos ni a un dramatismo excesivo que en muchas ocasiones lo que oculta en realidad es una vergonzosa vacuidad. Lo que nos demuestra Carla Simón con esta preciosa película es que la verdadera épica reside precisamente en las “pequeñas” historias, y que no hay travesía más arriesgada, delicada y valiosa que la aventura a la que se enfrenta Frida: el resto de su vida.
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Anterior crítica de cine: “It”, de Andy Muschietti.