«Es duro pensar que el mejor disco de la Velvet se grabó con Cale fuera de ella y de hecho no tenemos que hacerlo, porque ‘The Velvet Underground’ es simplemente un magistral paso más»
A cuarenta y cinco años de su edición, “The Velvet Underground” regresa al presente para recordarnos que cualquiera de los álbumes que grabaran con Lou Reed al frente son míticos y perfectos. No es exageración, ellos eran el presente, el futuro y hasta el pasado.
Texto: JUANJO ORDÁS.
Haciendo reduccionismo, la trayectoria de The Velvet Underground puede dividirse en dos partes, una primera con John Cale como integrante de la banda y una segunda sin él. Cuando Lou Reed básicamente lo expulsa, no solo prescinde de un miembro fundador, sino que también borra del futuro el carácter experimental al que tanto contribuía Cale. The Velvet Underground tenían tanto de experimento deconstructor como de banda pop y siguiendo la dinámica, era necesario cubrir el hueco dejado por el multinstrumentista. El elegido para ello fue Doug Yule, un hombre al que la historia le reservaba un papel controvertido como pocos, pasando de ser el nuevo chico a bordo a capitán de un barco hundido. En 1968 Yule se incorpora a la banda para grabar el nuevamente reeditado “The Velvet Underground” (UNIVERSAL 2014), tercer disco del grupo, y cuatro años después ya lidera un grupo del que solo queda el nombre y que no cuenta con ningún miembro original. Sin duda, ese hecho villaniza la figura de Yule, y es cierto que lo que capinateó no podía considerarse la Velvet Underground de ninguna de las maneras, pero uno es uno y sus circunstancias. Además, no hay que olvidar que mientras formó parte de la versión con Lou Reed al frente su trabajo como bajista fue fantástico.
“The Velvet Underground” es un disco que merece tanta atención como cualquier otro clásico del conjunto y de la década de los sesenta, poseyendo un morbo especial. Su título, empleando el nombre del grupo, sugería un nuevo comienzo y en parte así era, aunque en él hubiera bastante de la anterior encarnación. Era mucho más accesible que los pretéritos “The Velvet Underground & Nico” y “White light / White heat”, se centraba en la confección de canciones en lugar de en su reconstrucción, pero en los mencionados trabajos previos no todo había sido furia. ¿No había sido ‘White light/White heat’ un rock and roll clásico para los tiempos modernos?, ¿y ‘Femme fatale’ y ‘Sunday morning’? ¿No eran suaves baladas? Notas de un futuro en discos del pasado, en “The Velvet Underground” se limitaba la experimentación a los ocho minutos narrativos de ‘The murder mistery’, pero ahí estaba.
Así, el tercer disco de la banda no fue rupturista, tratándose más bien de un reordenamiento de su carácter. De la radicalidad de “White light / White heat” habían pasado a una limpieza de estructuras que les hacía mucho más asequibles para el oído medio, pero no quemaban puentes. Al contrario, incluso tendían alguno nuevo. El sonido de guitarras que entre Reed y Sterling Morrison tejen en ‘What goes on’ está avanzando al Bowie europeísta desde los Estados Unidos y casi una década antes, incluso siendo un poco atrevidos –especialmente teniendo en cuenta que la Velvet es sinónimo de vanguardia en muchos casos–, no resulta difícil imaginárselos prestando atención al tradicionalista aunque revolucionario “Music from the big pink” de The Band cuando suena ‘Some kinda love’ en su extraña fusión de mundo rural y urbano. Con “The Velvet Underground”, aunque dejaran de lado el extremismo, el grupo se volvía un animal onmnívoro, que lo mismo facturaba una plegaria cosmopolita como ‘Jesus’ o un canto casi campestre como ‘Some kinda love’ o voltios de caos rockero en ‘Beggining to see the light’, concretando en la primera una devoción religiosa de pura rebeldía (no olvidemos que Lou Reed había sido educado como judío) y en la segunda una querencia por lo que parece nihilismo puro. Y después de dos ráfagas excitantemente conciliables aunque distantes, la cadencia espiritual de ‘I’m set free’, una desafío, un gospel apocalíptico con el solo de guitarra más hermoso jamás tocado, extremadamente brillante. Ese solo puede iluminar la noche por sí mismo y es quizá el momento más emocionante del álbum, y tal vez de la década de los sesenta.
Es duro pensar que el mejor disco de la Velvet se grabó con Cale fuera de ella y de hecho no tenemos que hacerlo, porque “The Velvet Underground” es simplemente un magistral paso más, aunque sí está muy fácilmente a la altura de los dos trabajos anteriores. Además, se puede escoger entre las dos versiones que se pusieron a la venta, el closet mix de Reed y la mezcla de Val Valentine, ambas unidas en esta reedición, a la que se suma una nueva versión en mono, un cedé con sesiones en estudio incluso posteriores a la grabación del álbum y un show en vivo. Una de las más asequibles es la que incluye un primer cedé con la mezcla de Valentine y un segundo con el contenido en directo grabado en 1969, en el que se aprecia lo bien que se desenvolvía esta nueva formación de la Velvet y su interés por evolucionar, renovando las canciones antiguas y presentando incluso avances de lo que sería su siguiente álbum. Es importante indicar que la mitad de este concierto grabado en The Matrix es inédito, lo que añade aún más valor al relanzamiento.
Es cierto que muchas veces las reediciones no aportan nada interesante y que se fundamentan en demos inescuchables grabadas en cualquier lugar y de cualquier manera, pero lo cierto es que las reediciones de la discografía de la Velvet están siendo magníficas, aportando material valisísimo que se deja escuchar fácilmente junto a aquel que conformó los álbumes. Y es que es así como debe hacerse, poniendo a la venta material audible y disfrutable, que al final es de lo que se trata, de pasar un buen rato.