Vega: «Siempre me ha caracterizado una cierta rebeldía ante las cosas impuestas»

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«Cuando vas por libre el camino no es tan cómodo, pero te reafirmas en quien eres»

 

Acaba de ver la luz su décimo álbum de estudio, Mirlo blanco; un trabajo en el que Vega despliega más que nunca sus alas compositivas, desde su particular vuelo en la autogestión. Sobre su trasfondo, su mensaje, sus intenciones y su experiencia, charla la artista con Javier Escorzo.

 

Texto: JAVIER ESCORZO.
Fotos: CARLOS ÁLVAREZ MARTÍN.

 

Decía Almodóvar que para lanzarse a la creación artística solo hacían falta dos cosas: tener algo que contar y contarlo. En el caso de Vega, es evidente que tiene un discurso bien armado que despliega con inusitada claridad en sus canciones y en sus entrevistas. Ahora publica Mirlo blanco (La Madriguera Records, 2022), un disco con el que resucita después de haber estado a punto de dar por concluida su carrera artística. Afortunadamente para todos, no fue así y la artista salió fortalecida del trance. Una vez completado el proceso de reconstrucción, luce exultante, satisfecha por el trabajo realizado y con el orgullo de saber que, para bien y para mal, ella es la única responsable de sus actos.

 

Por ponernos en contexto, Vega, vienes de un disco en directo, Diario de una noche en Madrid (La Madriguera Records, 2020), que suelen servir como cierres de etapa. En tu caso también ha sido así, ¿no?
Mis dos últimos discos, el directo y este que sale ahora, Mirlo blanco, son discos que no pretendían ser discos. Diario de una noche en Madrid era un concierto que di en Madrid con el que pretendía, no ya cerrar una etapa, sino retirarme de los escenarios. Aquella noche fue absolutamente maravillosa y la verdad es que entre el público y mis compañeros hicieron que me replanteara mi decisión. En ese momento ya había escrito la canción de “Mirlo blanco”. Era una despedida y esa iba a ser la última canción que hiciera en mi vida. No sé qué pasó esa noche, pero al final dije: «Al carajo la industria, al carajo las preocupaciones, las frustraciones, las expectativas, los números…». Y decidí seguir girando con ese disco que, en realidad no iba a serlo: habíamos grabado el concierto para subir algunas canciones a Youtube a modo de despedida, pero claro, imagínate lo que es montar las dos horas de algo que no se ha hecho con realización, simplemente estaba volcado en protools para coger unas canciones sueltas. El realizador, Ezequiel González, casi me mata. En cuanto terminamos el concierto pregunté a ver si estaba bien grabado. Lo comprobaron y cuando me dijeron que sí, les dije que quería hacer un disco en directo, que no tenía ninguno en mi carrera.

 

La gira posterior se vio interrumpida por la pandemia.
Eso es. Decidí arrancar la gira también, estaba yendo genial, se estaban vendiendo todas las entradas, pero llegó la pandemia y tuvimos que cancelarla. En 2021 hablé con Kike Fuentes, que es el productor del disco y el director musical de la banda, llevo quince años tocando con él, y me preguntó si iba a hacer un disco. Le dije que me gustaría y me puse a revisar lo que tenía para ver cuál era el punto de partida. Cuando revisé todo el material me di cuenta de que tenía el ochenta por ciento del disco. Tenía canciones que había hecho en la pandemia, canciones de antes… Las vi con el empaque necesario para entrar en un álbum, porque yo nunca meto canciones de relleno. Luego ya vino todo el trabajo con Kike, después de esa conversación escribí “Mortal”, “Ladra” y “Bipolar”, que fue la última.

 

Entonces, la canción que abre este disco, “Mirlo blanco”, iba a ser el realidad el canto del cisne, porque pensabas que iba a ser tu última canción.
Sí, me quería retirar, estaba agotada. La carrera de ser independiente al cien por cien, hacerte cargo de una agencia de comunicación, de la fabricación, de la promoción, la editorial, de lo que escribo para otros artistas… A nivel económico también, hacerte cargo de todos los costes… Es agotador. Cuando la gente anima tanto a la autogestión, yo digo, bueno, tened en cuenta que implica mucho sacrificio también. Yo lo he hecho con un grupo de gente que me acompaña y me apoya a través de los años, y sigue sin ser fácil; este es el quinto disco totalmente independiente que saco y es complicado. Venía cansada, hastiada de hacer tantas cosas que nada tienen que ver con la música y ya no daba para más.

 

 

¿Y merece la pena tanto esfuerzo y tanto sacrificio para mantener esa independencia? Porque imagino que una artista como tú habrá tenido muchas oportunidades de entrar en una discográfica y ocuparse solo de la parte musical.
¿Sabes lo que pasa? Soy plenamente consciente de que lo que yo invierto en mi carrera no lo va a invertir absolutamente nadie, eso lo tengo muy claro. En la parte creativa siempre he tenido independencia, desde el primer disco que hice; no elegía los singles, pero tomaba las decisiones. Para mí es muy importante la forma de cómo sacar un disco, no solo las canciones, sino la forma de atender al público, el trabajo tan intensivo que hay que hacer. Y si estás con alguien que lleva trece artistas no lo va a hacer de la misma manera. Como me tomo yo mi vida y mi carrera no se la va a tomar nadie, lo tengo asumido y es normal que suceda así. Entonces no sé si me compensa, pero sé que de otra manera no sería feliz. Y estoy aquí para disfrutar del paseo, si no, me quedo quieta.

 

Cuando ya tuviste todo el repertorio, te fuiste a los estudios Gárate, en Andoain (Guipúzcoa), y grabasteis todo a la vieja usanza: en cinta analógica, tocando todos a la vez… ¿Sueles trabajar así o lo hiciste por algún motivo especial?
Es la primera vez que grabo así. Con Diario de una noche en Madrid me quedó claro que eso es lo que yo soy en realidad, ese es mi sonido. No es lo mismo estar dentro un box cantando mis propias canciones encima de un playback que me sueltan, eso no tiene nada que ver con cantar en directo rodeada de mi banda. Así que le planteé a Kike Fuentes que quería que el disco sonase lo más parecido al directo, que es lo que soy. Lo demás está muy bien, lo hacemos muy bonito, le metemos todos los atributos y valores que yo creo que debo tener como artista, pero incluso yo misma me siento un poco enlatada. Kike dijo que la mejor fórmula para lograr el espíritu del directo era grabar en directo. Una cinta analógica nos iba a dar el grano, porque, obviamente, los directos no son tan limpitos como los discos, tienen sus ruidos, su atmósfera orgánica… Cantar a la vez que la banda, grabar la voz de una toma, hace que tengas la veracidad del directo, porque en un concierto solo tienes una toma. Ensayamos todo el disco como si fuéremos a tocar un directo con público, pero fuimos a grabar. Las voces son todas de una sola toma. La banda base es de una sola toma. Lo único que hay de añadidos son instrumentos que igual ya no cabían por pistas, por ejemplo un arreglo de trompeta en “Patria”, algún teclado, que no teníamos en el estudio… Todo lo demás, de una tacada. Y creo que esa es una de las cosas más bonitas que tiene el disco, para bien y para mal.


O sea que te gustó el resultado.
Sí. No es perfecto, pero es muy de verdad. Aun así, te cuento como anécdota que cuando Kike me propuso grabarlo en directo, la doña Perfeccionista que llevo dentro tembló; pero me dijo que ya lo habíamos hecho con Diario de una noche en Madrid, que es un disco que no tiene arreglos posteriores. Cuando ya habíamos terminado de grabar el disco, volví a cantar todas las canciones en un box, como he hecho en otros trabajos, sobre la música grabada. Pero yo misma, al escuchar lo que había grabado para intentar mejorarlo, me di cuenta de que era tremendamente frío, tremendamente pensado, buscando la perfección en vez del alma, así que me quedé con lo primero que había grabado en Andoain.

 

«Quería que el disco sonase lo más parecido al directo, que es lo que soy»

 

El disco comienza con “Txoria txori”, de Mikel Laboa. Esa canción, que está en euskera, habla de alquilen a quien le gusta mucho un pájaro y piensa en cortarle las alas para que no se escape, pero se da cuenta de que, si lo hace, ya no será un pájaro. Con esa historia, la canción parece hecha a medida para tu disco.
Imagínate. Yo ya había escrito “Mirlo blanco” cuando escuché “Txoria txori” por primera vez. Musicalmente me quedé volada. Encontré el poema de Joxean Artze del año 1957, y vi que lo había musicado Laboa en su disco Bat hiru, en 1979. Cuando escuché la versión de Laboa y entendí el significado, vi claro que tenía que abrir el disco. Fue como una anunciación, un golpe de gracia. Le dije a Kike que quería que fuese como una introducción a “Mirlo blanco”, pero claro, yo no sé euskera. Para hacer “Non ho l’etá” (La Madriguera Records, 2017) estuve dos años estudiando italiano, porque soy una perfeccionista del acento, pero era inviable aprender euskera en menos de un mes, así que a las afueras de los estudios Gárate, en Andoain, estuvimos con una cuadrilla de chavales que nos cantaron el “Txoria txori” allá, en mitad del campo, con los pájaros cantando alrededor… Creo que no he llorado más a mares en mi vida, fue una experiencia casi religiosa, de las que se te quedan dentro.

 

Después de esa introducción, “Mirlo blanco” es la canción que abre el disco y creo que resume muy bien su concepto. Habla de autoafirmación y de mantenerse fiel a uno mismo. En la letra dices que volarás, que no abandonarás tus sueños y algunas cosas más duras, como que te sacaron las plumas a tiras. Me parece que esta canción es el espíritu y no sé si también el germen del disco.
Es el espíritu y es el germen, sí, totalmente. Ten en cuenta que es la canción con la que yo me quería despedir y, a la vez, era la canción con la que quería seguir transmitiendo eso que, como artista, creo que me ha caracterizado desde el principio: una cierta rebeldía ante las cosas impuestas, una libertad total y absoluta que llevo a unos extremos que a veces no son muy sanos, una coherencia… Todo eso está en la canción. La producción que hizo Kike es maravillosa, porque le imprime toda la fuerza que había en mi dolor y en mis ganas. Era una forma de decir que yo podré dejar la música, pero nunca podré dejar de ser quien soy. Si quiero volar, nadie me va a poner los pies en el suelo, los pondré solo si yo quiero hacerlo. Tengo claro lo que quiero, quien soy, a dónde voy, y me da igual que me hayan arrancado la piel a tiras, porque me la han arrancado muchas veces en esta industria. Cuando vas por libre el camino no es tan cómodo, pero te reafirmas en que eres quien eres. Es el germen para todo lo que viene detrás.

 

Otra frase de esta canción puede tener dos lecturas. «Soy mujer, digo no y es un no». Supongo que te refieres a que has tenido que decir muchas veces que no en este negocio, aunque puede interpretarse también como un doble sentido relacionado con las agresiones sexuales.
Honestamente, va mucho más en el primer sentido que dices. Habló de lo que sé, y lo que digo es que, como mujer, por desgracia, en la industria en la que me muevo me ha tocado decir que no muy tajantemente y de formas muy desagradables. Cada una tiene su experiencia de vida, la mía es decir no de manera tan tajante y tan reiterada que se me han cerrado muchas puertas; pero no me ha importado. De hecho, algunas me las han cerrado y otras las he cerrado yo voluntariamente. Ser mujer en esta industria ya de por sí no es fácil, muchas veces nuestro trabajo no se valora igual que el de otros compañeros, ni artística ni económicamente. Y esto no te lo voy a decir con soberbia, sino con tristeza: cuidado con tener una cara bonita, porque te pueden confundir fácilmente y pueden pensar que… Cuando tenía veintiún años, cantaba en un coro de unas monjas que había en la residencia de la universidad donde yo estudiaba. Una vez me dijo una de ellas: «tú tienes un don y como tienes un don que te ha dado Dios, se lo tienes que devolver a Dios». Yo le dije: «lo primero, gracias; pero qué es eso de que yo le tengo que devolver algo a alguien». Ese sentimiento, traducido a un montón de experiencias similares, te hace pensar: si tengo un don y crees que tengo un don, apóyalo y no me pidas nada más a cambio, porque la respuesta es no y va a ser no hasta el día en que me muera. Aunque me caigan setenta años encima, y me arrugue y mis tatuajes se queden colgando, seguiré pensando lo mismo.

 

Al hilo de eso, hace unos día leí una entrevista a Aurora Beltrán en la que venía a decir que de las artistas femeninas de su generación apenas quedaba ninguna en activo, mientras que había muchos artistas masculinos que sí habían logrado mantener vivas sus carreras. Ella lo achacaba a que las mujeres lo tenéis más difícil porque, de hecho, afirmaba que ella tenía la misma o incluso más calidad que algunos de los que sí han perdurado.
Admiro mucho a Aurora, he escuchado a Tahúres Zurdos. Siempre he escuchado muchísima música; me encantan los cantautores, la música brasileña, The Cure, Frank Sinatra… Siempre ponía referentes masculinos, pero también es verdad que escuchaba a cantautoras femeninas, españolas y extranjeras, como Janis Joplin, Joni Mitchell, Christina Rosenvinge, Luz Casal… Tengo muchos referentes femeninos y es verdad que cuesta, algo de razón tiene, algo debe pasar cuando son menos las que quedan. Pero no quiero compararme con mis compañeros, no creo que sea mejor ni peor; lo único que digo es que en igualdad de condiciones, con un currículum parecido y con una impronta igual de contundente que cualquier compañero, es verdad que nos presuponen blanditas, nos presuponen que no somos capaces de justificar el caché que nos deberían pagar en un festival, porque dicen que con nuestra música la gente no salta, no bebe copas o estupideces por el estilo. No me comparo con ningún compañero en cuanto a la calidad, pero efectivamente el trato no es igual, eso es una realidad. Me encantaría que en algún momento algún compañero diese un paso al frente y denunciase esto.

 

«Lo que pretendo que haya en Mirlo blanco es un repertorio de buenas canciones, independientemente de géneros»

 

En “Bipolar” expones el tema de la salud mental y sigues incidiendo en la idea de la autoafirmación con frases como «No pienso rendirme». Tengo entendido que han participado dos niñas en la composición, ¿no?
Sí, mi hija y mi sobrina. La letra la escribí yo, es una letra con la enjundia suficiente, se sale de la inocencia de la niñez. Pero cuando la estaba escribiendo tan en primera persona, estaba sufriendo. Había un puente que tenía que conducirme a la parte de no pienso rendirme y me voy a levantar, pero buscaba una transición que hablase de lo que me hace feliz; y ahí me encontré con una piedra enorme. No estaba en mi mejor momento emocional y no era capaz de reconocer qué cosas me hacían feliz; así que reparé en ellas y les pregunté qué les hacía felices, porque ellas sí me hacen feliz a mí. Y ellas me dijeron exactamente lo que pone en la letra: la primavera, andar descalza por la playa, volar… Cosas que, como autora, seguramente yo nunca hubiese puesto porque me hubiesen parecido demasiado simples y pueriles, poco densas; pero a la vez me gusta, porque viene a decir que la felicidad está en lo simple, y eso me lo enseñaron una niña de cinco y otra de seis años. Así que decidí que, por supuesto, iba a ir ahí.

 

 

No es la única presencia infantil del disco. “Aire” es un alegato en favor de los niños y al final hay unos coros infantiles.
Sí, hay tanto alegato en el disco… [risas]. Es un alegato a la infancia, una crítica a algo que hacemos mucho los adultos, que es volcar la responsabilidad de un futuro mejor sobre las espaldas de las nuevas generaciones. Depositamos en ellos la esperanza de que van a aprender sobre diversidad, sobre reciclaje, sobre cómo cuidar el planeta… Y todo esto, mi hija de cinco años ya lo sabe, lo tiene perfectamente claro. Pero, hasta que crezcan, no van a poder ser esa generación salvadora y me parece una actitud demasiado cómoda por nuestra parte, es injusto. Dejemos que los niños sean niños, que disfruten y tomemos nosotros la responsabilidad de comportarnos como nos tenemos que comportar en materias de igualdad, de diversidad, de cuidar el espacio en el que vivimos, de ser sociables en comunidad… Creo que no hace falta ningún doctorado para entender esto.

 

“Dioses y demonios” me parece una de las canciones más especiales, tanto por el sonido, que es muy desnudo, como por la letra, en la que hablas de mutar, de
«coronarte pez»; que es una metáfora que ya habías utilizado en el disco La reina pez, y te defines como «madre y mujer»… Es muy confesional esta canción, ¿no?
Es una canción que hace un repaso de mi vida. Conceptualmente, para mí el disco se cierra con “Dioses y demonios”, aunque la última canción sea “Patria”. Vengo de álbumes como Metamorfosis, donde era una mariposa que quería cambiar musicalmente; pasé luego por Wolverine, que era una manada de lobos; pasé por La reina pez… Me resulta mucho más sencillo explicar por qué cambio, y cómo vuelvo a levantar el vuelo, haciendo símiles con animales, que me parecen más simples y honestos. Y en “Dioses y demonios” expongo todo eso. Como curiosidad, esta canción no la tocamos en directo en el estudio de Andoain, sino que es la demo, tal cual la grabamos. Nosotros hacemos demos de todas las canciones para poder tocarlas y ensayarlas antes de ir al estudio, y la versión de “Dioses y demonios” que aparece en el disco es esa demo; con Kike tocando la guitarra y yo cantando a su lado, en el control del estudio de Madrid, para hacer la guía.

 

Además, tardaste mucho en terminar de componerla, ¿no?
Sí, la escribí entre 2016 y 2021. Tiene su explicación, no es que yo habitualmente tarde cinco años en componer una canción. Esta es una que retomé, porque siempre estuve enamorada de la melodía, pero no encontré una letra a la altura hasta 2021. Así que la música es de 2016 y la letra de 2021.

 

“Patria” es un canto a tu tierra, Andalucía; pero no me parece una reivindicación chovinista ni excluyente, sino que hablas del orgullo que sientes hacia tus raíces y tu origen.
Sí, es un orgullo bien entendido. Esta mañana me hacían otra entrevista y me decían que la palabra “patria” es un poco añeja, y yo creo que para nada. Este disco comienza con una canción en euskera y termina con rock andaluz; así que creo que de añejo tiene poco. En esta canción pretendo hablar de la patria como las personas, las raíces, los orígenes… No habla de unas fronteras, sino de recuerdos, de familia, de sentimientos, de mi niñez. Habla de Andalucía. Curiosamente, esta canción primero fue un poema al que le puse música; cuando yo siempre lo hago al revés, primero tengo la música y luego le pongo la letra. Pero “Patria” es un poema que escribí en Galicia, en La Coruña, sintiendo morriña de Andalucía. Era un día lluvioso que, como andaluza, lo llevo regulín; y de repente echaba de menos mi tierra, mi familia, mi gente, nuestras costumbres, esas celebraciones en torno a una mesa. Cuando leí el poema vi que lo había escrito pesando en Andalucía, pero que no era excluyente para nadie, porque todo el mundo tiene esa patria, ese hogar. En mi caso, Andalucía es cuna de talento y tierra de diversidad, también musical. Yo soy tan andaluza como el que hace flamenco puro. Es la que cierra el disco porque viene a decir que la persona que ha cantado las canciones anteriores las ha cantado con mucho brío y mucho sentimiento, y eso no deja de ser influencia de la copla; esa forma de interpretar es la que he mamado desde pequeña. Yo empecé tocando la guitarra flamenca en Córdoba, acompañando a una chica que cantaba, escuchando a Medina Azahara, Triana y todos estos grupos; y de repente hice el ejercicio de musicar el poema y me encantó. No sabía si quería incluirla en el disco, dejarla fuera, meterla como bonus track… Estoy feliz con el disco que he hecho, y “Patria” es como el revés de la bata de cola con la que me voy del escenario. Es como decir: «ahí queda». Es mi carácter. Yo soy raza y mi raza está aquí, está en las canciones pop que hago, en las que hago más rock, en las que hago más cantautor… La seña de identidad de Vega soy yo misma.

 

 

Musicalmente es un disco luminoso, contundente, lleno de energía y sobre todo, muy variado. Así como en cuanto a las letras sí que encuentro un concepto más unitario, en lo musical no te has cortado y has tocado todos los palos que has querido, no te has encorsetado en un estilo concreto.
Es la libertad total. Nadie me va a decir si tiene o no coherencia, o si tengo que respetar un género… Es lo que te acabo de decir, la seña de identidad quiero ser yo misma. Quiero poner una canción y que, independientemente del estilo, se me pueda reconocer. Esta variedad de estilos a la que te refieres es fruto de la libertad de alguien que ha crecido con influencias musicales muy diversas. He vivido en tantos sitios, he bebido de tantas culturas musicales, que me siento cómoda en muchos lugares diferentes. ¿Por qué voy a tener que prescindir de una buena canción? Creo que al final, lo que hay en Mirlo blanco, o lo que pretendo que haya, es un buen repertorio de buenas canciones, independientemente de géneros.

 

Me ha gustado algo que dices sobre el título del disco. Mirlo blanco es un término que se utiliza para referirse a algo extraordinario, superior, difícil de encontrar. Sin embargo, tú tiras de ironía y no te refieres a ti misma en ese sentido, sino en el de un ave al que le han arrancado las plumas y como va cumpliendo años, le van saliendo los nuevos pelos blancos, canosos.
Claro. Yo me identifico con los mirlos en que son las únicas aves que no copian los sonidos de la naturaleza, sino que crean un trino identitario. Eso es lo que soy, lo que quiero ser. Llevo años trabajando en mis canciones como compositora y como autora, perfilando mi identidad artística en la forma de escribir las letras, de componer las melodías, en la forma de cantar… En eso me sentía muy identificada, pero vi un mirlo blanco, lo vi de verdad, y cuando lo vi me vino ese pensamiento filosófico de por qué estoy aquí, para qué voy a seguir… Estaba en esa situación personal, profesional y anímica de qué narices hago yo aquí. Y al final entendí que no soy ninguna rara avis, que lo único que tengo es el lomo desgastado de tantas dificultades que me he encontrado en el camino, y estoy llena de canas y de experiencia. Soy un mirlo común, pero me he empoderado para sobrevivir, y en el momento en el que te empoderas, puedes convertirte en una rara avis.

 

Has encontrado dificultades y sinsabores en esta profesión, pero también alegrías. El otro día, en una entrevista, Elvis Costello, con quien sé que colaboraste, decía que le gustaría componer una canción para ti.
Sí, en cuanto lo leí le escribí a Elvis y le conté que me tenía llorando a mares. Me mandó un vídeo de un programa que hace él pinchando vinilos, en el que pinchó “Running out of angels”, la versión que yo le adapté al castellano, y “Dio come ti amo”, la canción que hicimos juntos. Las pinchó en su programa y yo me preguntaba: «¿Pero esto es verdad?. Yo flipo». Flipo porque es verdad que entablamos una amistad muy bonita desde aquel disco en italiano, y que cuando me llamó para hacer un par de adaptaciones de su Spanish model al castellano, lo primero que le dije fue: «¿estás seguro? Porque en España algunos te van a despellejar». Pero me dio igual, él me lo pidió y me dio lo mismo lo que opinase España entera. Y le hice las adaptaciones, por supuesto. Entonces, que él de repente diga cosas así… La música es un camino de espinas, pero de vez en cuando nacen flores, y todas las flores que han aparecido en mi carrera, casualmente, lo han hecho desde que empecé a ser independiente. Quiero pensar que han llegado porque me he encontrado con buena gente, normalmente gente de otro perfil y de otra generación, sin prejuicios de ningún tipo, que directamente te ven y te dicen que les gustas o que no les gustas. Yo he tenido la suerte de gustarle a alguien como Elvis Costello, que me respeta y no solo eso, sino que es capaz de decir algo así en una entrevista. Lo veo y se me salta la lagrimilla. Pues mira, esto que me llevo para la tumba.

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