«Puse una fecha para cerrar la gira, pero también para cerrar una etapa para mí»
En casi veinte años de carrera nunca se había atrevido con un disco en directo, y si lo ha acabado haciendo ha sido empujada por su público, y sin un plan previo. Hace unas semanas, Arancha Moreno habló con Vega sobre Diario de una noche en Madrid.
Texto: ARANCHA MORENO.
Foto superior: CRISTINA MORENO. Foto inferior: ÓSCAR LAFOX.
«Y si miras, si miras hacia arriba ten cuidado / puedes tropezar y te puedes caer / y si miras, si miras hacia abajo, ten cuidado / el vértigo de los días pasados. / Morir es aprender a esperar / y vivir, vivir es aprender a ver en la oscuridad».
“Ver en la oscuridad”, Deluxe.
La tarde de nuestro encuentro, el pasado febrero, Madrid no sospechaba lo que estaba por venir y latía más vivo que nunca. Como el corazón de Vega, que me confiesa un frustrado plan de «fuga»: el pasado octubre orquestó un cierre de gira en la sala Joy Eslava para despedirse —secretamente, sin que el público fuese consciente— de los escenarios. Si no un «adiós», al menos quería decir un «hasta luego». Necesitaba parar un tiempo, y se lo contó a sus amigos y cómplices de escenario: Eva Amaral (con la que cantó “El alud”), María Blanco (con la que hizo “Sombras”), Guadi Galego (con la que compartió “Nueva York”), Andrés Suárez (con quien hizo “Santa Cristina”), Budiño (que estuvo con ella en “Santa Cristina” y “La Reina Pez”) y la escritora Patricia Benito, que se encargó del recital de apertura. Recurrió a los amigos para su secreto fin de fiesta, y maquinó marcharse por la puerta de atrás, a la francesa.
Pero el público, que además de soberano es astuto, lo impidió. Le reclamó por las redes la grabación de aquella noche, y así, y improvisadamente, se animó a publicar su primer disco en directo: Diario de una noche en Madrid. Un discolibro editado por La Madriguera —el sello que mantiene con sus dos hermanas— en el que se ve a la Vega que sube a los escenarios, sin ningún maquillaje en posproducción. El único efecto especial, según confiesa ella entre risas, es haberse dado el capricho de hacerse un traje a medida. El resto es un puñado de canciones bien escogidas, defendidas por un directo rugiente y arropada por muchos colegas de oficio. El diario de una noche en la que, por fin, se quitó las ataduras mentales.
¿Qué momento profesional atravesabas cuando surgió la idea de esta grabación?
Acababa la gira de La Reina Pez, que empezó con banda y luego pasó a ser acústica. Lanzamos el disco, fue bien en ventas. La gira fue acústica porque estaba en una etapa personal un poco confusa, con sus altibajos emocionales, y no acababa de entender por qué no encontrábamos la manera de hacer llegar este disco a los festivales, a los sitios, por lo que me contaban en Subterfuge. Empezó a pesarme la mochila y decidí parar. Puse una fecha para cerrar la gira, pero también para cerrar una etapa. Me considero muy afortunada, porque puedo vivir de la música por lo que hago como artista, pero también por lo que hago como autora, y podía permitirme el lujo de parar.
Entonces, el 5 de octubre de 2019, el concierto de Diario de una noche en Madrid, iba a ser tu última actuación.
Nunca lo anuncié como una despedida, no te puedes despedir de los escenarios porque es mentira, porque en algún momento querrás volver. Podía sonar marketiniano, así que no dije nada, pero en mi mente no sabía cuándo volvería a subirme a un escenario. Planteé un setlist en el que había mucho de La Reina Pez, pero en realidad eran mis canciones favoritas de mi repertorio. Como emocionalmente estaba un poco tocada puse todo en manos de mi guitarrista, Kiko Fuentes, que es mi mano derecha, con el que compongo, con el que hago todo. Él se encargó de la parte técnica y mis hermanas de organizar el concierto. Y al venderse las entradas cuatro meses antes, me quedé como: ¿y ahora qué hago? Yo, que estoy acostumbrada a preocuparme por todo.
¿Cómo configuraste el repertorio para esa noche tan crucial?
Pensé tocar lo que me apetecía, lo que me hacía feliz. Las que el público me pedía siempre y que no tocaba porque a lo mejor no encajaban en la estrategia de marketing que había para captar la atención de fulanito o menganito, festivales… Hice un concierto para ser feliz, y hablé con mis amigos de verdad. Les dije que no lo iba a anunciar como despedida, que no iba a sacar segunda fecha, ni a cambiar de sala, no tenía la intención nada más que de disfrutar esa noche. Y para mi sorpresa me dijeron todos que sí, con una tremenda bondad y amabilidad. Al ser amigos eran conocedores de la situación en la que estaba. Y fue una noche muy bonita. Se produjo una noche tan especial y tan única que el público empezó a pedir que subiera vídeos. Lo grabé para subir algunas cosas por streaming y en YouTube, en 4K, con ProTools, pero en ningún momento iba a ser un disco en directo. Como hubo tal aluvión preguntando si lo iba a sacar, le pregunté a Kike: «¿Podemos?». No hay realización de cámaras, ni nada… pero el material estaba y era decisión mía sacarlo o no. El único condicionante que teníamos es que no íbamos a retocar nada, tenía que ser tal cual, con sus virtudes y sus defectos. No quería un directo de artificios. Creía que este tipo de discos no se vendían, así que luego decidí que iba a contar cómo habían sido esos cuatro meses previos al concierto. Quise contar por qué lo viví de esa manera, y al final eran muchas páginas. No había fotógrafo, las fotos son del público. Localizamos a la gente del público y les compramos las fotos. Es muy artesanal porque nació así.
Todo esto lo cuentas en el libro que acompaña al disco, a modo de diario. Entonces, teniendo la idea de despedirte por un tiempo, pero con todo vendido, ¿con qué actitud llegaste a ese concierto en la Joy?
Llego tranquila, yo soy una persona bastante maniática, tengo una especie de toc, soy muy perfeccionista desde pequeñita. Por otro lado, me di cuenta de que casi parezco Bill Murray en Atrapado en el tiempo, que mi vida es todo el tiempo el mismo día. Mi vida es cíclica y no acababa de disfrutar de las cosas porque siempre estaba preocupada por arreglar algo. Con este concierto, como por primera vez delegué todo y me dejaron cuatro meses sin tener que encargarme de nada directamente, tuve mucho tiempo para componer para otros artistas; también tiempo para pensar, para deprimirme, para ser feliz, para todo. Tenía demasiado tiempo y me di cuenta de que soy una persona con una capacidad limitada para disfrutar. A veces me cuesta disfrutar, y reconocerte a ti misma, y verte en un espejo y saber que no eres una persona disfrutona… me da mucha envidia sana la gente que es disfrutona. Esa noche supuso un antes y un después, porque la gente que me quiere bien me enseñó a llegar a las cosas sin ese ánimo de perfeccionismo, a ser más disfrutona. Desde ese momento intento pasármelo un poco mejor [ríe].
Y esa noche debiste pasártelo muy bien, al no ser consciente de que todo iba a quedar reflejado para la posteridad.
Esa noche me lo pasé tan bien… De hecho, lo digo en alguna canción: «Ni en las tristes se me borra la sonrisa». Estaba tan feliz… Lady Drama no me estaba dando el drama que correspondía a la canción.
Lo que parecía que iba a ser un punto y aparte se ha convertido en un punto seguido, al final.
Es como la canción de Amaral, “Es nuestro tiempo”: esto parecía un final y se ha convertido en un principio, por lo menos de una actitud distinta, de tomarme las cosas de otra forma en lo personal. Y en lo artístico sucedieron cambios. Por lo pronto, llegó Pink House. Me encontré con Ernesto en La noche de las astronautas [se refiere al concierto que dio Zahara en Noches del Botánico, en junio de 2019], hablamos de la situación de las mujeres en la industria musical, y después llamó a mi hermana Ángela para decirle que quería que trabajásemos juntos. Parte del agobio que tenía, y del estrés, es que no damos abasto. Somos tres hermanas, Azahara es periodista y tiene otro trabajo, Ángela trabaja a tiempo total conmigo, pero el sello, fabricar, distribuir, contratación, booking, management… no dábamos abasto. Y yo, a la vez, lo mío, mis encargos para otra editorial, el sello…
Sí, que tú también estás pluriempleada, de alguna forma.
Y a veces eso pasa factura, porque es una carga de trabajo… Yo, que he estado en muchas multinacionales y me he quejado mucho, al estar solas en La Madriguera, me he dicho: «Qué importante es tener un equipo grande para repartir el trabajo». Es mucho trabajo, mucho sacrificio, no cierras la oficina nunca. Es agotador y pasa factura a nivel familiar. Eres autónoma. Cuando salen los debates de si uno es indie o no, yo digo que soy independiente con todas las letras. Lo pago de mi bolsillo, lo vuelvo a recuperar, lo vuelvo a invertir. Cada vez que voy a Estados Unidos, o busco una agencia para algo, la nominación de los Grammy, que hay que buscar un relaciones públicas para hacer la alfombra de medios, todo… llevo invirtiendo en mi carrera desde 2012. Son muchos sueldos a las espaldas, mucha responsabilidad. Llega un momento en el que te saturas.
«Esa noche supuso un antes y un después, porque la gente que me quiere bien me enseñó a llegar a las cosas sin ese ánimo de perfeccionismo, a ser más disfrutona»
Así que aquella conversación con Ernesto, de Pink House, abrió una nueva puerta, ¿no?
Sí, le dije que probablemente iba a parar. No sé cómo, pero después del concierto hubo un movimiento muy grande. Basta que algo se agote cuatro meses antes, que de repente parece mejor que antes, y no tiene por qué. A mí todavía me cuesta digerir estas cosas: ¿cuántas Rivieras?, ¿cuántos festivales? A mí nunca me ha valido el todo vale, las cosas forzadas nunca me han gustado, los invitados vinieron porque querían cantar conmigo, no estaban ni anunciados, son amigos y estaban ahí para rescatarme a mí, no para complacer a un público ni vender entradas.
No hay ninguna estrategia comercial detrás.
¡No! Ni con este disco. Fíjate, no va a llegar ni a la tienda. Para un disco como este, con este formato, que casi nadie tiene un Blu-Ray en casa, hice una edición limitada y ha salido todo del almacén, lo hemos agotado. Cuando me preguntan si voy a sacar más, digo que no. Yo soy tajante en estas cosas: si es limitada, es limitada. No habrá segunda edición. Si he estimado a la baja, he estimado a la baja.
El mismo criterio que has aplicado para el concierto: nada de ampliar a un aforo más grande, o repetir una segunda fecha.
Un compañero tuyo me ha dicho: «Serás muy buena artista, pero eres muy mala empresaria, porque lo lógico hubiera sido hacer dos días o ir a una sala más grande». Pero yo no necesitaba el estrés. Todo eso visto desde fuera es muy factible, pero para nosotras manejar todo eso tres personas, con un verano de por medio… no es que no sea ambiciosa, es que me llegaba. Estaba feliz. Seré mala empresaria, pero tampoco tengo la necesidad, honestamente. Ahora sí, vamos a hacer más fechas.
¿A qué ciudades vais a ir?
Vamos a hacer Barcelona, Madrid, Valencia, Córdoba y Sevilla [gira aplazada, de momento]. En parte le agradezco esto al público, llevo 18 años de carrera y nunca había sacado un disco en directo. Casi estoy agradecida de que me empujara de alguna manera a hacerlo, gracias a eso tengo un disco que probablemente demuestre cómo soy en directo. Me estoy encontrando con mucha gente que se sorprende por mi energía tan eléctrica en una artista femenina.
Por lo que cuentas, si no hubiese ocurrido ese movimiento del público, no estaríamos hablando de este disco hoy.
Soy muy consciente de que mi carrera la ha hecho el público. Sí, yo con mis canciones, pero cuando eres un artista independiente que crece y vende discos, y consigues con un sello independiente, colarte de vez en cuando en el número 2 de ventas, al lado de discográficas como Sony o Universal… Te imaginas a alguien diciendo: «¿Y esta tía no muere jamás? ¿Qué pasa con ella, la cucarachilla esta, que no hay quien la quite de enmedio?». Las redes las utilizo para tener en cuenta a mi público, porque es sumamente fiel. Ese fue el motivo principal por el que salí de las multinacionales. Entonces no existían las redes sociales y yo pedía en los departamentos de marketing un cara a cara más palpable con el público, para tener información de primera mano. Como no querían, en los conciertos empecé a atender a todo el mundo en la puerta, una tradición que sigo manteniendo. En los sitios donde nos dejan, me quedo y saludo a todo el mundo. Doy dos horas de concierto y cuatro de charla. El público me ha ayudado a construir mi carrera.
Hablábamos antes del repertorio, y aunque dices que hay un poco de cada disco, encuentro bastantes del último, La Reina Pez.
Sí, está vertebrado en La Reina Pez. Supuestamente era un fin de gira de ese disco, pero en mi cabeza estaba funcionando la duda de cuándo iba a volver, así que en ese setlist pensé en qué canciones me hace feliz cantar. También elegí algunas que me había pedido el público y yo ya había sacado de mis repertorios, y luego canté alguna de La Reina Pez que sé que no volveré a cantar. Era una forma de despedir esa canción del directo. Para algunas eran su adiós en el escenario, por lo menos por ahora. No sé si te lo habrá contado algún artista: hay canciones que las grabas, las cantas y está bien, pero en directo no las disfrutas tanto. Me pasó con alguna de La Reina Pez, y hasta que no le encuentre el punto se va a quedar a un lado. Me pasa con “Mejor mañana”, la canción happy: mientras la gente veía “Mejor mañana” yo estaba escribiendo “Réquiem”, que es la que está ahí, y tiene mucho más que ver conmigo, con mi forma de ser, de afrontar las cosas. Tengo un ADN de supervivencia, soy una superviviente nata, casi estoy en guardia siempre. Me siento más cómoda usando los símiles de animales que los humanos, creo que esos instintos primarios de supervivencia están muy definidos en los animales, y en el ser humano parece que te desnaturaliza un poco. Por eso me siento menos identificada con “Mejor mañana”, que fue la más radiada, y la tengo completamente eliminada del repertorio. Habrá alguna canción de La Reina Pez que no volveré a tocar, fue su adiós.
La introducción de Patricia Benito, que recita “Resulta que soy fuerte”, es el comienzo narrativo del show. ¿El repertorio trata de contar una historia a través de las canciones elegidas?
La hay, a lo mejor no en el orden exacto, que responde más a una dinámica del concierto, pero sí que hay una historia. El público no sabía que esa noche igual para mí era la última, pero mi banda y mis amigos sí. La primera canción sí que está puesta a conciencia. La primera canción de un concierto es muy importante, determina el ánimo con el que entra la gente en un concierto. Siempre es muy difícil de elegir. Yo tenía claro que quería empezar con “Febrero”. Es un medio tiempo muy pesado, muy oscuro, solemne, puede llamar la atención empezar con algo tan sobrio. La gente suele empezar con más…
¿Confeti?
Más confeti, me lo has quitado de la boca. Había leído el libro de Patricia, Tu lado del sofá, y el poema “Resulta que soy fuerte” describe cómo me he sentido muchas veces: pequeña, vulnerable. Casaba muy bien que ella recitase completamente a oscuras, con un foco, y que acto seguido la que apareciera en ese foco fuera yo cantando “Febrero”: «Soy yo sin un doblez…». Eso, y cerrar con “La Reina Pez”. Había tres invitadas, amigas. Con María he hecho “Sombras”, y es superespecial para mí, la escuchas y parece escrita a un bebé, y realmente dice cosas como «Sombras de un sol de mayo retan a mi epitafio». La canto con María, que ha sido mamá también, y habla de los miedos de enfrentarte a algo desconocido. Salí con ella, que es una luchadora nata también, y me hace mucha ilusión salir con este single, porque ella ha entendido muy bien mis sombras y mis momentos de luz. En el disco hay una mezcla de lo musical y lo estético.
Además de María Blanco (Mäbu), estuviste muy arropada en el escenario: te acompañaron Eva Amaral, Guadi Galego, Andrés Suárez y Budiño.
Sin desmerecer a ninguno, el momento de Eva es importante, porque vino en mitad de la promoción de Salto al color. Vino a estar conmigo, en mitad de su promo y a unos días de su concierto en El Pilar. Por eso digo en el disco que los tiempos han cambiado, porque está acompañando a su amiga, para formar parte de ese rescate emocional y artístico, “El alud” fue como un alud, realmente.
Esa idea de resistencia ante la adversidad, sobrevuela tus canciones. «Estoy tragando sangre del tremendo bofetón», cantas en Héroes antagónicos. Vega, ¿contra qué has luchado más: contra lo que te ha ocurrido o contra ti misma?
Honestamente, contra lo que me ha ocurrido. Es crudo, pero es así. Me gustaría poder contar otra historia distinta, contar la historia en voz alta. Esto que te voy a decir es un poco duro, pero… muchas veces valemos más por lo que callamos que por lo que contamos. Mi carrera no ha sido fácil, para nada. Yo tengo un sello propio, una carrera de la que estoy muy orgullosa, puedo ir con la cabeza alta todos los días. Estoy muy orgullosa de sobrevivir a lo que me he encontrado fuera.
Manuel Carrasco y tú comenzasteis en esta industria a la vez, y veo cierto paralelismo en vuestra forma de abandonar el camino marcado para construir el vuestro. Según tu experiencia, ¿hay que caer del todo y levantarse de nuevo para librarse de una etiqueta y ser libre?
Yo no me tengo que caer, yo sigo siendo exactamente la misma. Tengo 41 años, he madurado, llevo escribiendo desde los 15 años. Si ha ido mejor es por lo que he aprendido en el proceso, con los músicos con los que he estado, pero en esencia sigo siendo exactamente la misma. Todo el mundo necesita aprender. Sí que te digo una cosa: cuando empecé entendí muy bien que al lugar que quería llegar tenía que hacerlo con trabajo y con esfuerzo, y que eso me lo iba a dar el paso de los años. Son 18 años, no creo que sean pocos. Cuando veo que hay cosas que no han cambiado, a pesar de los años, cuando no te respetan del todo por motivos que no tienen que ver con tu música, ni con nada de lo que es pertinente, es cuando miras para atrás y dices: «¿Qué mierda es esta? ¿Dónde está esto de que el trabajo, el sudor, el esfuerzo, los años obtienen su recompensa?». ¡Una mierda! Eso les vale a algunos, a otros no. Ahí es cuando te cabreas. Ahí es cuando dices: «Pues no. Si no toco aquí, no toco aquí, me da igual». Hay cosas por las que no voy a pasar, no es no.
Lo tienes muy claro.
Lo tengo clarísimo. Lo tenía ya claro con 23, ¿eh? Existen peajes cuando dices sí, pero también cuando dices no. Son muy crudas las dos.
Es curioso, porque los gestos que no mostramos públicamente son lo que más dicen de nosotros. La gente no sabe que has rechazado algo determinado, pero eso te define más que lo que sí ve la gente.
Normalmente. Como eso, mil cosas más. Yo voy donde me llaman, donde me contratan, donde me dan mi sitio. No tengo nada en contra de los festivales, pero no voy a rellenar un cartel con mi nombre, como mujer, mal pagada, en un horario de mierda, donde no puedo pagar a mis músicos. No. Con 18 años de carrera, lo siento, pero no. Y más cuando ves a artistas que llevan un año y medio y cobran cifras estratosféricas. No voy. ¿Cuántas veces más hay que doblar la rodilla? Yo no la he doblado nunca, es parte de la historia que me puede definir. Son mis decisiones. Voy donde me llaman y me respetan. Donde no me respetan, no voy. Afortunadamente, mi trabajo como autora me deja permitirme el lujo de decir que no.
«Estoy tan feliz que ni en las -canciones- tristes se me quita la sonrisa», dijiste durante aquel concierto que se ha hecho disco. ¿Componer duele y tocar reconforta?
Sí, la verdad es que nunca lo he pensado así, pero sí. Componer duele, he compuesto cosas que me han dolido mucho, pero tocar siempre reconforta, incluso cuando te puede doler tocar, es un dolor con gustito. Componer duele, pero también reconforta, porque estás sacando fuera las cosas, incluso estás buscándole solución a las cosas, es una especie de autoterapia.
¿Diario de una noche en Madrid es, al final, el concierto que podría haber visto alguien, una noche cualquiera, en uno de tus shows?
Sí, de hecho, si hubiera sido un disco en directo pensado, me hubiera dejado una pasta que no tengo en poner unas pantallas, una escenografía… algo que me supondría un sobresfuerzo, algo que no podría haber hecho. Creo que el máximo lujo que me permití es hacerme un vestido a medida porque me hacía ilusión, un vestido a lo Sgt. Pepper’s para cerrar la gira, y lo digo con sorna burlona.
Terminamos como empieza el disco, con “Febrero”. En ella dices lo siguiente: «Morir es aprender a esperar y vivir es aprender a ver en la oscuridad». ¿Has aprendido a vivir?
Esa frase está recitada porque está cogida de una canción de Xoel López [se refiere a “Ver en la oscuridad”, de Deluxe]. Sí, he aprendido a vivir. Me cuesta, como a todos, tengo mis días buenos y mis días malos. Hay días de completa oscuridad y días de luz completa también. Soy quien soy con sus claros y oscuros, lo que he aprendido muy bien es a manejar mis sombras.