DISCOS
«Aquí no hay guitarra eléctrica, ni bajo ni batería. Únicamente una orquesta sinfónica y su voz»
Santiago Auserón con la Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia
Vagamundo
LA HUELLA SONORA
Texto: Juan Puchades.
La trayectoria artística de Santiago Auserón bien podría resumirse, apresuradamente, en que ha sido un ir de la vanguardia al clasicismo. Sí, porque lejos de contemporáneos suyos con los que se le podría emparentar en cuanto a intenciones primeras —pongamos por caso David Byrne—, Auserón innovó con Radio Futura, e incluso el encuentro primero con Cuba de Juan Perro tuvo mucho de rompedor aunque se sustentara en sones de raigambre tradicional. Pero, desde ahí, es como que se empeñó en desenredar la madeja a la búsqueda del cabo original. De ese modo fue perdiéndose en el soul, en el blues y el rock original (trasladado al castellano), en lejanos ritmos hispanos, se encontró con el jazz y en los últimos tiempos, cual trovador, ha llegado a grabar solo con guitarra y voz: su anterior disco, sin ir muy lejos.
Ahora, en ese desandar el camino, ha puesto en pie un espectáculo —que mantiene junto a otros formatos de directo— en el que adapta su repertorio a arreglos sinfónicos. Pero no al modo rock habitual, que en eso ha eludido los convencionalismos. Aquí no hay guitarra eléctrica, ni bajo ni batería. Únicamente una orquesta sinfónica y su voz. Un proyecto que dada su complejidad solo puede poner en pie ocasionalmente, con orquestas de las ciudades en las que recala. Para fijarlo en cedé, ha contado en la grabación con la Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia, bajo la dirección de Ricardo Casero y siguiendo los imaginativos arreglos escritos por Amparo Edo Biol. Un disco en el que recrea el repertorio de Juan Perro, pero en el que obvia canciones de Radio Futura, que sí forman parte de los directos orquestales. Pero ya se sabe que Auserón tiene algo de obstinado (¿en su error?) y prefiere guardar las distancias con aquel grupo. Así, deja relecturas sinfónicas de algunos de sus temas perrunos imprescindibles, como “Río negro”, “Pies en el barro”, “No más lágrimas”, “Obstinado en mi error”, “Luz de mis huesos” o “La mala fama”.
Queda un álbum curioso y singular, con mucho de documento (por aquello de plasmar el sonido de un espectáculo único), en el que Auserón se lo juega todo a su voz. Seguramente nunca se ha visto en la necesidad de ejercer de un modo tan abrumador de cantante como en este formato, demostrando una vez más su valentía y ese asumir riesgos con los que divertirse, hacer lo que viene en gana y descolocar a los fieles. Aunque a veces quienes le seguimos desde hace casi cuarenta años nos preguntemos si no estará rizando demasiado el rizo, si no fuerza demasiado el papel de caminante solitario por el margen. Pero, regresando al principio, parece que en esa búsqueda de la esencia es donde ha entendido que está el riesgo y la sorpresa, la innovación que alentó sus orígenes. Santiago Auserón, sin duda, solo hay uno.
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Anterior crítica de discos: Sonido forestal, de Garbayo.