Uve, de Los Estanques

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DISCOS

«Los cántabros reivindican su amor por la melodía, la sorpresa y la ácida ironía en su quinto trabajo»

 

Los Estanques
Uve

SONIDO MUCHACHO, 2024

 

Texto: MARÍA CANET.

 

En tiempos donde imperan la inmediatez y lo previsible, exigir pausa, riesgo, escucha activa y reflexión es un acto de rebeldía. Bien lo saben Los Estanques, que ostentan mencionada etiqueta desde que irrumpieron en el panorama nacional hace ocho años, con su querencia por la melodía pop en su vertiente más barroca, la psicodelia y el rock progresivo. El conjunto cántabro formado por Íñigo Bregel (voz, guitarra, teclados, producción, letras), Andrea Conti (batería), Germán Herrero (guitarra) y Dani Pozo (bajo), publicaba hace unas semanas Uve (Sonido Muchacho, 2024), su nuevo trabajo de estudio tras Burbuja cómoda y elefante inesperado (Inbophonic Records, 2022) que editaron junto a Anni B Sweet. Una reafirmación de la filosofía que comparten con Derby Motoreta’s Burrito Kachimba, Rufus T. Firefly, Anni B Sweet, Pablo Solo o NakedFamily, y que ha dado lugar a una escena que, bajo el prisma de los sesenta y setenta, mima cada arista de la composición y desafía a la producción mecánica de hits destinados a ser coreados en algún festival.

Desde su portada, donde los cántabros aparecen representados como marionetas cuyos hilos mueven discográficas, managers o ejecutivos, Uve  b. Además del evidente chascarrillo (Uve es su quinto disco), su título también puede considerarse una victoria: el mantenerse fiel a su naturaleza musical y arriesgarse al apostar por melodías construidas casi de forma arquitectónica, progresiones sorpresivas, el protagonismo de las transiciones, un Bregel más versátil que nunca a la voz y la ecléctica mezcolanza de estilos (jazz, rock setentero, pop) e, incluso, idiomas.

El telón se abre con la dulce “¿Quién es ese?”, que envuelve entre arpas y coros celestiales un episodio escatológico y genera un divertido contraste marca de la casa, entre la belleza de la melodía y lo surrealista de su prosa. Los sintetizadores y la percusión de “Don ding-dong”, incurren en una onomatopeya donde el vaivén rítmico recrea la nerviosa sensación provocada por las reiteradas llamadas al timbre de su antiguo casero. Los cántabros afilan aún más su vis crítica en “Bienvenidos al circo”, donde las fieras guitarras setenteras alertan de los tejemanejes de la industria musical. Con tintes de neo soul y cool jazz, “Ven a buscar conmigo”, enlazada a “Si esto acaba aquí”, generan una atmósfera introspectiva donde los anhelos chocan con la realidad, que irrumpe ruda con un inesperado final.

La intensidad se rebaja con la divertida “¡Ay, que no me pique el tábano!” que, como ocurría con “Flor de limón” en IV (autoeditado, 2020), su anterior trabajo, refresca y descomprime el ambiente gracias al son cubano en la estela de Los Tres Reyes. La pausa necesaria antes de volver a ametrallar a la industria con otro proyectil de hard rock setentero, “Damos gracias a Dios”, donde el estribillo, con poso de cántico futbolero propio del rock argentino, y los vientos, celebra el haber perdido de vista a otro de esas perturbadoras creaturas que participan de ese circo: «Impotente, insatisfecho / una rata sin pudor / maltratando sin pudor a quién tenga algún valor /  y ahora que ya estás tan lejos/damos gracias a Dios paporopo».

Muestra de su eclecticismo melómano, la cara B del elepé pone el foco en las melodías y en las curiosas incursiones en géneros hasta ahora no trabajados por la formación, como el italodisco que, unido a la faceta como cantante de Conti (en italiano), conforman las principales novedades en cortes como “Il loro piano”. Un tema que bien podría conformar la banda sonora de una película de la mafia al narrar, con un groove tan seductor como divertido, un peculiar intento de robo de marihuana ocurrido en el pueblo vasco de La Nestosa.

La ternura aflora en “Suelo ver a una niña”, a modo de nana infantil que contrasta con un medley de tono operístico vertebrado a golpe de teclas, que une “A quién robé, cómo y qué”, con destellos de coro góspel, y “Scherzo”, un intenso viaje de estímulos pop en apenas tres minutos, con un refinado duelo entre guitarra y piano. “Una risa buena. Una risa sincera” es, quizá, el tema que mejor condensa las filias del conjunto al aunar la distorsión progresiva en los riffs de las guitarras y las armonías vocales más barrocas en la onda de Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán, para añadir con sorna un «¡Guau, es tal y como me lo había imaginado!», broma con su propia fama de imprevisibles. “Lascia il tu onome” es el solemne cierre de telón, con un Conti que juega a transformarse en tenor.

Con Uve, Los Estanques dan una bofetada con la mano abierta a los mandatos de la industria. Las notas imposibles, los giros inesperados, la agresividad de las guitarras y la belleza de la melodía son protagonistas en una función donde ellos manejan los hilos. El resto es puro teatro.

Anterior crítica de discos: Everyone’s getting involved: A tribute to Talking Heads’ stop making sense, de varios artistas.

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