«No es una simple colección de canciones de los Kinks, es un relato soberbio sobre el éxito, el fracaso, la presión de la fama, la conciencia de clase, la amistad, la soledad o el amor»
Manuel Recio se acercó a Londres para ver «Sunny afternoon», el musical sobre los Kinks con libreto escrito por Ray Davies. Una maravilla.
Texto: MANUEL RECIO.
Se tiende a pensar que la música de los Kinks retrata mejor que ninguna otra al inglés medio, a su Londres natal y, por tanto, a la sociedad británica. Pero no es del todo cierto. Las canciones de los Kinks hablan de nuestras vidas, independientemente del lugar de nacimiento. Aparte de ser fiel cronista de su época, nadie como Ray Davies para describir con precisión, belleza, mordacidad o melancolía nuestros anhelos, preocupaciones, costumbres, miedos o sueños. ¿Cómo es posible, si no, que un oyente hispano se identifique tanto con los paisajes nostálgicos de la campiña inglesa que describe ‘Village Green Preservation Society’, o se pavoneé como «fanático seguidor de la moda» —aunque sea con la imaginación— por Carnaby Street o Leicester Square?
El género musical no es ajeno a los Kinks. Ya a finales de los años sesenta, Ray Davies compuso dos discos conceptuales (V»illage Green Preservation Society» y «Arthur or the decline and fall of the Bristish Empire») y durante los setenta escribió y representó varias óperas rock («Preservation Act 1 & 2», «Soap opera» y «Schoolboys in disgrace»). Además, la influencia del music hall británico y del cabaret ha sido una constante a lo largo de toda la carrera de la banda.
Por eso el musical «Sunny afternoon» no es solo un ejercicio formidable de «englishness» o de tributo a los Kinks. Va mucho más allá. Entusiasmará a los fans, al borde de la emoción durante las tres horas de obra con un repertorio de hits pero lleno de sorpresas y gemas ocultas rescatadas para la ocasión, y al mismo tiempo deleitará a los amantes del teatro musical, en uno de los espectáculos más vibrantes, coloristas y técnicamente perfectos de la cartelera londinense.
Estrenado en abril de 2014 en el Hampstead Theatre al norte de Londres, en septiembre «Sunny afternoon» se trasladó al Harold Pinter Theatre, en pleno West End, la meca del teatro musical mundial. Enseguida encandiló a la prensa británica. “Un brillante triunfo, de los que ponen la piel de gallina”, dijo el «Daily Telegraph», “deslumbrante producción, una embriagadora celebración de la quintaesencia del talento inglés”, según «The Guardian». O el gráfico “alucinante, indiscutiblemente genial” de «The Times». Todo el centro de Londres, desde los anuncios del metro hasta las tiendas de regalos del Soho, está empapelado con el cartel del musical.
El propio Ray Davies ha participado activamente en la producción y ha escrito la historia del libreto. Además de la canciones, claro. “Utilizo mis canciones como un diario, como si estuviera en un viaje, por eso quizá de manera inconsciente he estado escribiendo este musical durante toda mi carrera”, asegura en la introducción del cedé de la banda sonora.
«Sunny afternoon» no es una simple colección de canciones de los Kinks, es un relato soberbio sobre el éxito, el fracaso, la presión de la fama, la conciencia de clase, la amistad, la soledad o el amor. De hecho, los temas no se presentan de manera cronológica, sino que están al servicio de la historia —con algunas licencias dramáticas que no tienen que ser exactamente como fueron en realidad— y adquieren una excitante dimensión. Gran acierto. Una historia que por conocida no deja de ser atractiva: unos chicos de clase obrera del norte de Londres que de repente son lanzados al éxito mundial gracias a un nuevo sonido que revolucionará el rock. La creación del riff distorsionado de ‘You really got me’, por supuesto, es uno de los primeros momentos relevantes del musical, pero hay muchos otros.
El comienzo mismo, aunque pueda parecer desconcertante: una fiesta de pijos de alto standing, donde un engominado Robert Wace (su primer manager) canta una versión light en clave crooner de ‘You still want me’, recuerda los orígenes de los Kinks como banda de acompañamiento. Precisamente las artimañas de los managers y la industria musical por sacar tajada son los protagonistas de la fantástica puesta en escena de Denmark Street, en la que se introducen personajes clave como Eddie Kassner (editor) y Larry Page (representante). Conmovedor el número de ‘Dead End Street’, reflejo de las penurias de la clase trabajadora, interpretado magistralmente por los padres de los hermanos Davies. La vorágine de las fans (representada en ‘Set me free’) o los efectos secundarios de la fama (‘Where have all the good times gone’) van cayendo, uno tras otro, en un retahíla que dejará sin respiro al espectador. La llegada a Estados Unidos y su posterior veto por discrepancias con los sindicatos de músicos (maravilloso guiño de ‘Maximum consumption’) es uno de los instantes más humorísticos. La forma de mostrar a los estadounidenses (riéndose de las costumbres inglesas, obsesionados con el comunismo y portando armas) tiene mucho que ver con esa relación de amor-odio que siempre ha profesado Ray Davies hacia los Estados Unidos. ‘I’m not like everybody else’ viene como anillo al dedo para la ocasión.
Dirigida con brillantez, cuenta con un elenco artístico de altura, procedente de los mejores musicales y series televisivas británicas: Downton Abbey, Wicked, Fame, My Fair Lady, Billy Elliot… Especialmente relevantes las actuaciones de George Maguire en el papel de Dave Davies y de Philip Bird como padre de los Davies, entre otros personajes secundarios. Todos los actores hacen de todo, todos tocan varios instrumentos. Destaca asimismo el impecable sonido en directo, la pulcritud de los coros y armonías vocales, la puesta en escena, con unos ágiles y efectistas cambios de decorado, las coreografías llenas de referencias a las canciones: especial atención merecen el número de ‘Till the end of the day’, con un hedonista y desenfrenado Dave Davies colgándose de la lámpara, la elección del vestuario kinky en ‘Dedicated follower of fashion’, o el gráfico carrusel de dinero en ‘The moneygoround’, donde managers, productores y editores se reparten las ganancias de Ray Davies. El número de ‘Sunny afternoon’, su gran hit de 1966, rememora el momento en que Inglaterra ganó su único mundial del fútbol y todo el país cantaba al unísono el emblemático estribillo “lazin’ on a sunny afternoon”.
Tres puntos álgidos que harán brotar alguna lágrima. La relación de los hermanos Davies se presenta como mucho más fraternal que tempestuosa. ‘This is where I belong’ y ‘A long way from home’ son buena muestra de ello. La relación de Ray Davies con Rasa, su primera esposa, es contada a través de ‘This strange effect’ (primer flechazo), ‘Sitting in my hotel’ (la soledad de las giras) y una enternecedora ‘I go to sleep’, que muestra el dolor de la distancia. “Necesito que me digas cuánto me echas de menos”, le dice Ray a Rasa antes de que esta le cante la canción. La salida de la banda de Pete Quaife, el bajista, origina algunas de las interpretaciones más emotivas. Un ‘Days’ a capela que pone los pelos de punta, un ‘A rock’n’roll fantasy’ donde Ray le recuerda a su viejo amigo Pete el motivo que les llevó a montar una banda de rock, y posiblemente el momento estelar del musical: ‘Waterloo Sunset’, la vuelta de Pete Quaife antes de su marcha definitiva. “He estado trabajando en una nueva línea de bajo para una canción”, dice mientras Ray habla de la letra: “es sobre nosotros, sobre la atmósfera”, Dave va probando los adornos de la intro y Rasa hace los coros. El tema va tomando forma de una manera sublime. El colofón final es un medley de ‘Lola’, ‘You really got me’ y ‘All day and all of the night’ con el público puesto en pie y los actores mezclándose en el fervor de los aplausos.
«Sunny afternoon» es una experiencia musical inolvidable que no defraudará a nadie y que difícilmente veremos por estos lares: en esto los ingleses saben hacerlo mejor que nadie. Como siempre hay cientos de motivos para visitar Londres, ahora debemos añadir uno más. Se ha prorrogado hasta mayo de 2015. Noche tras noche cuelga el cartel de “no hay billetes”. No todos pueden ser fans de los Kinks. O sí.
Sunny Afternoon The Musical
Teatro Harold Pinter, Panton St, Londres
Más información.
http://sunnyafternoonthemusical.com/