COMBUSTIONES
«Con todos los peros imaginables, propios de una serie recién estrenada, el programa supone una magnífica anomalía»
Después de ver las dos primeras entregas de Un país para escucharlo, Julio Valdeón analiza en su columna dominical el nuevo espacio musical de TVE 2, una especie de road movie que se sumerge en la música de cada ciudad y que conduce el legendario Ariel Rot.
Una sección de JULIO VALDEÓN.
Después de unas agradables polémicas sobre la purria Cachitos y un merecido homenaje al maestro Rot por fin veo su programa en TVE, Un país para escucharlo. De entrada, y aunque no soy muy de la fotografía en tonos pastel, y aunque puestos a forzar colores prefiero la escuela de un Christopher Doyle, me descubro ante la factura. No estamos acostumbrados a una televisión con voluntad de estilo. Una televisión consciente de sus posibilidades, cinematográfica, lustrosa. Se agradece.
Algo similar puede decirse del presentador: frente al modelo estridente y/o anodino de los bustos parlantes, el exguitarrista y compositor de Tequila y Los Rodríguez trae la inteligencia de serie y la palabra dandi le encaja como un esmoquin de sastre. Aunque nada más arrancar le harán recitar un monólogo con algunos de los títulos de sus canciones, que si fui marinero que si soy capitán, Rot logra imponerse a las ñoñerías de los guionistas para crear un clima de complicidad que resulta muy cómodo a sus colegas de profesión, con los que suele tocar tras cada charla. ¡Si solo tuviéramos ocasión de que esas escenas duren un poco más! Un ejemplo: Rot y Raimundo Amador lucen emocionados después de su charla. Pero en la edición, tras jibarizar su jam session, destruyen la posibilidad de emocionarnos con ellos. Sucede algo similar con la juerga flamenca con Tomasito, donde el 90% del metraje se va en los prolegómenos, los chistes y las sonrisas. Si el problema es de espacio bastaría con abarcar algo menos. Menos invitados, menos entrevistastas. Más tiempo y chicha con cada uno.
En el erial de unas televisiones narcotizadas, cutrísimas, impresentables, Un país para escucharlo supone una gozosa anomalía. Apabulla el talento que asoma en pantalla. Empezando por Rot, dueño de una lucidez y un duende inigualables, y siguiendo por Kiko Veneno, Amador, Pájaro, Paco Loco… o, ya en la segunda entrega, Christina Rosenvinge, Vetusta Morla o La Bien Querida. En próximos episodios, cuentan, habrá viajes en los que Xoel López, Jorge Ilegal, Anni B Sweet o Carlos Tarque harán de cicerones.
Más allá de los peros, menores, no me cabe duda de que Rot, a medida que se afiance en su nueva faceta, elegirá la vía Anthony Bourdain o Stephen Fry. La ruta Treme. Los caminos de la heterodoxia, la libertad y el riesgo. Al fin y al cabo son los mismos que transita como artista desde hace décadas. El estupendo segundo capítulo, dedicado a Madrid, confirma mi optimismo.
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Anterior entrega de Combustiones: Un Princesa de Asturias para un príncipe gitano.