“Percy Sledge era uno de esos vocalistas negros que golpeaban versos como jugaría al fútbol una extraña mezcla de bailarín del Bolshoi y oso cavernario. Todo elasticidad y rugidos”
Julio Valdeón Blanco aplaude el nivel de músicos que actúan en la televisión estadounidense, recuerda el imbatible ‘When a man loves a woman’ de Percy Sledge y celebra las 83 primaveras de Loretta Lynn.
Una sección de JULIO VALDEÓN BLANCO.
–12 de abril
Para comprender las siderales distancias entre la televisión en España y (cierta) televisión estadounidense basta con leer la lista de artistas que actuará durante los últimos veintiocho programas de David Letterman: Elvis Costello, Emmylou Harris o Tom Waits. Entre los momentos inolvidables de “The late show with David Letterman” figuran, cómo no, las imprescindibles actuaciones navideñas de Darlene Love, así como la radical cirugía que un Bob Dylan poseído le practicó a ‘Jockerman’ en 1984. Así presentas tu nuevo single: pasando cantidad de la versión oficial, que supuestamente promocionas, y reclutando a una banda punk de veinteañeros para que te acompañe. Solo a un genio, solo a Bob, se le ocurre que un tema recién estrenado, y encima uno portentoso, ya está viejo y necesita bisturí, y encima va el muy cabrón y lo borda. Por momentos así, descontadas las entrevistas y su panoplia de gracias y chistes coreografiados que tanto gustan y tanto han imitado otros y tanto estomagan, merecería la pena no ya el programa de Letterman, sino la propia televisión.
–14 de abril
Muere Percy Sledge, la voz de ‘When a man loves a woman’. Uno de esos vocalistas negros que golpeaban versos como jugaría al fútbol una extraña mezcla de bailarín del Bolshoi y oso cavernario. Todo elasticidad y rugidos. Le han escrito muchos obituarios, pero ninguno como el que en 1991 le perpetró aquel desventurado Michael Bolton. En realidad lo que hizo el hombre que bien podía intercambiar las portadas de sus discos con las de las novelas de Harlequín fue lanzarse contra el himno de Sledge, pero es lo que tienen las grandes canciones, un chasis con placa de acero y una carrocería de titanio, como el “haiga” de Obama, y todo lo soportan. Ese mismo año, creo recordar, servidor estudiaba primero de BUP y había forrado mi carpeta con fotocopias de los retratos que traía la “Historia del Rock” dirigida por Diego A. Manrique. Entre ellos, aunque todavía no había escuchado sus discos, figuraba uno de Sledge. Cerrando el círculo, 24 años después, le escribe el maestro un elegante y sobrio responso en “El País”.
No fue uno de los artistas esenciales del género, pero dado que el género sí lo es, y que entre los secundarios fue uno muy reivindicable, es tanto como decir que Percy Sledge, sus grabaciones para Atlantic (recopiladas en 2011 por Rhino en una cajita carísima e imprescindible) es más, mucho más, que el noventa y nueve por ciento de lo que come polvo en nuestras estanterías. Hubo vida aparte de la descomunal ‘When a man loves a woman’, y fue admirable.
Mejor cerrar con una noticia feliz: Loretta Lynn cumple ochenta y tres años. Conozco pocas cantantes que le lleguen a la puntera de la bota izquierda, o derecha, y todavía tirito boquiabierto cuando escucho sus discos de los sesenta, con ‘Don’t come home a drinkin’ (with loving on your mine)’ retumbando en casa mientras tecleo en honor de la gran dama. A Patti Scialfa, por citar una de mil tristes imitadoras, le gustaría cantar como la Lynn, pero le faltan no ya voz u oído, talento o carisma, que también, sino esa otra cosa, parafraseando a Joaquín Sabina, que nadie sabe lo que es pero es lo único que importa.
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