“Baez quedará más como una artista importante que relevante. Importante, o sea, culturalmente decisiva en un momento histórico. Aunque sea por que apadrinó a Bob Dylan. Alguien cuyas apariciones estaban cargadas de una imponente repercusión (aunque menos de lo que ella soñaba) durante la lucha por los derechos civiles y la guerra en Vietnam”
Julio Valdeón lamenta el declive del interés de los consumidores de música pirateada por el sonido de lo que escuchan, mientras celebra el último concierto de la veterana Joan Baez, aunque con sentimientos encontrados.
Una sección de JULIO VALDEÓN.
–23 de enero
Leo una encuesta a consumidores de música pirateada. O sea, de esos que no pagan porque el aire es tuyo y mío. La mayoría declara que estaría dispuesta a aflojarse el bolsillo a cambio de una oferta infinita controlada cómo y cuándo gusten. ¿Qué más quieren? De Spotify a iTunes la oferta es abrumadora. Pero es que, encima, responden que se la sopla la calidad de la reproducción. El por qué ya a casi nadie le importa la excelencia del sonido está relacionado, e íntimamente, con la degradación de la música en el imaginario colectivo. Ni confiere estatus ni es valorada más allá del mero entretenimiento. De ahí que también dé igual lo que ocurra con quienes la facturan, son agentes superfluos. Meros bufones a los que podríamos echar unas monedas, si pasan por el pueblo, pero ni importan sus nombres (la ausencia de información y créditos que ofrecen las plataformas digitales resulta penosa… y muy reveladora), ni, solo faltaba, asegurarse de que el cliente abonará los servicios prestados. Servicios que el público general considera emparentados con los urinarios públicos. O ni siquiera. Con la esquina mal iluminada, donde evacuar y a otra cosa. Tampoco ayudan la depauperización de la radio musical, la inexistencia de la música en televisión (más allá de fenómenos indigentes, cínicos y, al cabo, vomitivos, tipo La Voz), la repugnante cobardía, cuando no el buitreo atroz, de una clase política que desprecia la cultura y a sus oficiantes, así como el pasotismo de un gremio, el de los músicos, que no va más allá de la amalgama de ambiciones particulares, siempre calladito, no sea que tengamos problemas.
–28 de enero
Concierto de homenaje a Joan Baez ayer noche. Actuaban Emmylou Harris, Paul Simon, Judy Collins, Mavis Staples, Damien Rice, Indigo Girls, Richard Thompson, Mary Chapin Carpenter y más. Con Baez mantengo una relación ambivalente. Me gusta y me enerva. Claro que son setenta y cinco años bien vividos y cantados. Sucede que quedará más como una artista importante que relevante. Importante, o sea, culturalmente decisiva en un momento histórico. Aunque sea porque apadrinó a Bob Dylan. Alguien cuyas apariciones estaban cargadas de una imponente repercusión (aunque menos de lo que ella soñaba) durante la lucha por los derechos civiles y la guerra en Vietnam. Ahora bien, cuando se viene arriba sus trinos empalagan incluso al más fervoroso paladín del folk concienciado. En cualquier caso, enhorabuena a Baez y cierta estupefacción al constatar hasta qué punto los músicos influían y contaban hace ya, glups, medio siglo.
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