«Les aseguro que esta aventura sería imposible sin ustedes, mohicanos de la lectura a los que en España alguien tendría que proteger como quien legisla a favor del lince ibérico»
A Julio Valdeón, en su regreso navideño a casa, le esperaba una sorpresa: los dos primeros números de «Cuadernos Efe Eme». En esta columna de fin de año, nos cuenta sus sensaciones de un proyecto que todavía no había visto impreso.
Una sección de JULIO VALDEÓN BLANCO.
—30 de diciembre
Yo ya sé que el sueño funciona mal si no lo cuidas, pero ha sido llegar a España y sepultar cualquier propósito de orden por culpa de los «Cuadernos Efe Eme». Dos números como dos soles supersónicos. Tropecientas páginas de literatura musical que han transformado mi «jet-lag» en un insomnio perenne. Descontados los anestésicos de la falsa modestia, colorante para el ego, se trata de una publicación libérrima, con los puntos cardinales bien puestos y el norte en pos de la gran música, sin filiación ni sellos. Porque si algo ha distinguido a EFE EME desde que éramos unos niños y echábamos los dientes leyendo a Diego A. Manrique y Juan Puchades descubriéndonos el nuevo disco de Andrés Calamaro («Honestidad brutal», nada menos), fue el eclecticismo radical, la ausencia de poses y la enemistad declarada tanto al rockismo ultramontano como al esnobismo protohipster.
Decía Frank Zappa que escribir sobre música era como bailar sobre arquitectura. Se equivocaba, claro. Es lo que tienen las frases brillantes. Sacrifican la razón en el altar del golpe de efecto. No solo puede escribirse, y describirse, la música, sino que resulta muy aconsejable poner negro sobre blanco sus prospectos. El genio, sus cortocircuitos y fontanerías, tiene razones más allá del me gusta/no me gusta puramente sentimental. Es un gozo leer a Luis Lapuente y sus incursiones en la biografía de las Supremes. O acariciar la prosa eléctrica de Ignacio Julià. Del “Harvest” de Neil young al “Astral weeks” de Van Morrison, de las gloriosas entrevistas a Enrique Bunbury y Coque Malla a la vida, rayo y milagros de José Alfredo Jiménez, de Vetusta Morla y el nuevo pop español a Rubén Blades y una grabadora gafada, de los Clash a los Módulos, estamos ante una monumental retrospectiva del arte musical en todos sus océanos, un viaje múltiple que no tiene vuelta porque una vez abandonado el puerto solo resta navegar hasta arponear a la ballena blanca o morir borrachos de canciones en cubierta.
Mucho se ha escrito y se sigue escribiendo sobre la muerte de la novela, la muerte del periodismo, la muerte del periódico y la revista, la muerte del papel y de la profesión, pero el afán por explicar el mundo y deletrear sus alfabetos solo se extinguirá cuando los hombres, ciegos de petróleo, consuman el último pozo y el planeta sea una fumarola. «Cuadernos Efe Eme», que ahora sostengo o acuno, demuestra la vigencia de la escritura musical, la necesidad de la crítica y la importancia de la memoria. Desde Emilio Lledó sabemos que ser es esencialmente ser memoria, y no hay memoria como la que activa una melodía. Asunto distinto es que escribir con datos, tiempo y oficio requiere de una dedicación que hace necesario el profesionalismo. La verdad no es un concurso en blanco y negro, pero les aseguro que esta aventura sería imposible sin ustedes, mohicanos de la lectura a los que en España alguien tendría que proteger como quien legisla a favor del lince ibérico (y esperemos que con más suerte). A todos, como diría José Alfredo, gracias, muchas gracias.
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Anterior entrega de Un gusano en la Gran Manzana: En el médico con Gene Simmons.