«La cultura no es cultura sino entretenimiento, ni siquiera espectáculos a la vergonzante manera española, sino pura y lironda hez»
A Julio Valdeón le asombra el concepto que la prensa latina en Estados Unidos, y en concreto la neoyorquina, tiene de la cultura, confundida con el entretenimiento más chabacano.
Una sección de JULIO VALDEÓN BLANCO.
—Sábado 7
Hablo con un amigo que trabaja en un periódico latino. Comentamos la natural cochambre de la prensa hispana de EE.UU., su condición subordinada a los grandes papeles anglosajones, al menos hasta que una joven generación ha tomado el poder. Lo hispano fue siempre lo segundón, lo pobre, el moreno y el indio que podaban el jardín o limpiaban el dormitorio. Si los hijos estudiaban no tardaban en olvidar el español y hacerse suscriptores del «New York Times». Los periódicos latinos, en Nueva York, nunca emularon a «Clarín» o «La República», y todavía no han nacido revistas como «Letras Libres», pero sin llegar a envanecerse o delirar se nota en el ambiente que hay ganas de probar cosas nuevas, necesidad de zafarse del monocultivo del fútbol y los culos en las portadas.
Bebemos cerveza en Chinatown y brindamos por el cambio, aunque hay que reconocer que algunos vicios respiran blindados. La actualidad cultural, diría. La vigencia del estereotipo según el cual a los lectores latinos no los sacas del puñetero culebrón y el desfile de mamarrachos que cantan como el culo. Puedes ampliar la sección de política, entrevistar a líderes locales, cubrir la actualidad económica y contratar columnistas, pero amigo, la cultura no es cultura sino entretenimiento, ni siquiera espectáculos a la vergonzante manera española, sino pura y lironda hez, fétidos cotilleos, señoras cuyo talento interpretativo no alcanza más allá del perímetro de su bamboleante silicona, galanes apolillados, novelas de autoayuda, y discos, muchos, que hacen bueno el prejuicio anglosajón hacia la música latina a base de promocionar lo más infantil, lo más cutre, lo más blandito y repeinado. No podemos hacer otra cosa, comentan quienes saben. A la gente, a nuestros lectores, no les interesa el cine, ni la literatura, ni por supuesto la salsa o el mambo, el rock and roll o la milonga.
Supongo que los factotums de la prensa conocen los caprichos, inclinaciones, gustos, vicios y fobias de su clientela, que cuentan con estupendos estudios de mercado y brillantes gurús que susurran bajito en su oído qué hacer y cómo promocionarlo. Lo que comprendo peor es la insistencia en la crisis del periodismo, la muerte del papel, los febles beneficios que proporciona lo digital, cuando te empeñas en menospreciar la inteligencia de tus lectores, cuando lamentas que nadie menor de cuarenta tacos baje hasta el kiosko mientras te empeñas en ignorar a Los Fetiches y Carla Morrison y dedicas ditirambos a glosar a una señora tan maciza y ridícula como Jennifer Lopez. Por no hablar de ignorar a estrellas como Enrique Bunbury o Andrés Calamaro. Ni siquiera hay hueco para los narcocorridos y la música norteña, y eso que cada fin de semana pasan por esta ciudad muchas de las formaciones esenciales del género, llenando a reventar los garitos: si el rock se les antoja extraño o marciano la banda sonora de la frontera les suena, seamos piadosos, poco edificante.
Entre la soberbia y la ceguera, la corrección y la cursilería los medios desprecian el latido de las calles, las dentelladas de quienes están poniendo boca abajo la escena; la distancia con los chavales crece y crece, y quien dice música dice largometrajes, poemas, novelas, etc. Consolidada su bien ganada fama de dinosaurios a base de ignorar los terremotos demográficos y culturales de las últimas décadas, el necesario cambio a mejor de los periódicos latinos, y hablo de Nueva York, derrapa ante la evidencia de que sus hacedores rara vez comprarían las series o canciones que recomiendan. Lo típico, el rollo habitual, nuestros lectores no están preparados, no ha llegado el momento, ni les interesa ni lo comprenderían, todo a su tiempo. Esa estúpida arrogancia que consiste en creer que tu público son unos señores que en Madrid, Queens o Sebastopol solo buscan fotografías de gatos haciendo el memo.
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