“Murió Bob Johnston. No existe otra noticia. Al menos no en ese universo paralelo donde los medios de comunicación hablamos de lo que realmente importa y rendimos tributo a quienes lo merecen, con independencia de que el público supiera o no de ellos”
El gusano neoyorquino de Julio Valdeón Blanco se centra esta semana en la muerte del productor Bob Johnston, pieza clave en las carreras de Bob Dylan, Leonard Cohen y Johnny Cash, entre otros muchos.
Una sección de JULIO VALDEÓN BLANCO.
–14 de agosto
Murió Bob Johnston. Tenía barba de corsario y nunca quiso “ser un héroe o el nuevo Phil Spector”. Su trabajo consistía en convencer a los ejecutivos de que el disco que iban a cocinar, comenzaba a ganarse o perderse si se respetaba la idiosincrasia del artista. Después, en el estudio, era de esos productores que facilitan la vida. Lo suficientemente listo y bregado, no en vano su madre ya había compuesto para Gene Autry, como para convencer a Bob Dylan para irse a grabar a Nashville, con el terremoto cultural que eso supuso. Juntos registraron “Highway 61”, “Blonde on blonde”, “John Wesley harding”, “Nashville skyline”, etc. Lo suficientemente discreto como para no imponer su visión, consciente que lo suyo era crear el mejor ecosistema posible para que brotase la magia. Hizo lo propio con Leonard Cohen, de cuyo equipo habitual formó parte durante años y con el que hizo “Songs from a room” y “Songs of love and hate”. Mediante tácticas de bulldog logró que Columbia cediera para que Johnny Cash pariese dos de los directos fundamentales del siglo XX, “At folsom prison” y “At San Quentin”. También grabó a los Byrds, Simon & Garfunkel, Willie Nelson, Carl Perkins, Pete Seeger, Joe Ely, Jimmy Cliff, Marty Robbins…
Repito. Murió Bob Johnston. No existe otra noticia. Al menos no en ese universo paralelo donde los medios de comunicación hablamos de lo que realmente importa y rendimos tributo a quienes lo merecen, con independencia de que el público supiera o no de ellos. Para eso estamos. Para instruir deleitando. ¿Verdad? Por supuesto que no, excepto en territorios tan heterodoxos como Efe Eme. Una revista, en fin, para esa inmensa minoría a la que no necesitas explicar qué significan los intermediarios y por qué, cuando son buenos, resultan imprescindibles.
–
Anterior entrega de Un gusano en la Gran Manzana: Una cama para Dylan y una filarmónica para Elvis.