«Lo chocante, para un extranjero, uno del sur de Europa, es que semejante maná gocé de la bendición de los templos del arte contemporáneo o que sus hacedores hayan encontrado fondos para restaurarlo»
El Museo de Artes y Diseño de Nueva York proyectará un ciclo que documenta los años del «underground» neoyorquino, de 1975 y 1980. Julio Valdeón está encantado y se pregunta cuál sería la reacción de hacer aquí algo parecido con nuestros años 80.
Una sección de JULIO VALDEÓN BLANCO.
Recibo un email tentador. El Museo de Artes y Diseño de Nueva York proyectará diez películas, de un total de doscientas horas de grabaciones remasterizadas gracias a la NYU, que documentan los años felices del «underground» neoyorquino. Por allí desfilan, entre 1975 y 1980, artistas del voltaje de los Heartbreakers, John Cale, los Cramps, los Go-Go’s, Talking Heads, Richard Hell y los Voidoids, Blondie [en la foto] o Suicide. A ellos, y a muchos otros, los grabaron Emily Armstrong y Pat Ivers. Jóvenes documentalistas, exponentes clásicos de un «downtown» hoy perdido entre franquicias pijas y alquileres estratosféricos, que recorrían cámara en mano las noches del CBGB, Max Kansas City o Danceteria. Cada semana proyectaban sus descubrimientos en un aguerrido programa de televisión local, «Nighclubbing». También fueron acogidos bajo el paraguas del Anthology Film Archives, la venerable institución fundada por Jonas Mekas.
No se trata, pues, de que el trabajo de Armstrong e Ivers sea desconocido. Sus vídeos pasean por el mundo y han sido proyectados en los museos más solemnes. Ellos mismos, conscientes de que poseen las llaves de la cueva del dragón, mantienen una interesante web. El ciclo que ahora llega a Manhattan ha paseado por multitud de salas. Lo chocante, para un extranjero, uno del sur de Europa, es que semejante maná gocé de la bendición de los templos del arte contemporáneo o que sus hacedores hayan encontrado fondos para restaurarlo. Su trabajo encuentra aquí a una sociedad propicia, que respeta sus logros por más que haya sepultado la ciudad bajo un tonel de oro. Manhattan será refugio de banqueros, lobos de Wall Street, niñatos y petrodólares, pero los rescoldos de los setenta todavía queman.
Cuesta imaginar algo semejante en España, donde los testimonios gráficos de lo que bien pudiera ser nuestro equivalente a la avalancha del punk, la new wave, etc., muestran el nivel de conservación propio de un país que durante años toleró que sus archivos musicales comieran moho o directamente fueran reciclados. Como si viviéramos una permanente II Guerra Mundial y necesitáramos los discos de pizarra para fabricar municiones. Aparte, de anunciarse un ciclo similar, pongamos en el Reina Sofía, saltarían de inmediato los fanáticos. A izquierda y a derecha, cada uno en su trinchera, explicarían, lo hemos escuchado mil veces, que los conciertos en la Escuela de Caminos, Pentagrama, Rock-Ola, Clamores, etc., el incipiente espinazo rockero de una tierra que abandonaba el pudridero fecal del franquismo, la eclosión de revistas como «La Luna», los discos de Radio Futura, Gabinete, Golpes Bajos, etc., todo, en fin, fue marketing. Puro chalaneo entre artistas subvencionados y políticos rapaces. Mal negocio renegar de tu historia y peor idea escupir sobre la música y los poetas, desahuciar la memoria, destripar tus mejores logros, sembrar veneno sobre los campos y hablar a zambombazos. Lo contrario, o sea, a «Nighclubbing».
Richard Hell and the Voidoids 1979, Game of Love from The Local East Village on Vimeo.
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Lounge Lizards 1979 CBGBs from The Local East Village on Vimeo.
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