“A Young le recordamos algunos desbarres políticos, y no estoy seguro de que la veterana tradición de desautorizar a los políticos cuando usan tus canciones en campaña sea del todo correcta”
Julio Valdeón Blanco se quita el sombrero ante los 50 años de algunos éxitos de Bob Dylan y Los Beatles y reflexiona acerca del uso electoral que ha hecho Trump del ‘Rockin’ in the free world’ en su candidatura a las primarias del Partido Republicano.
Una sección de JULIO VALDEÓN BLANCO.
–15 de junio
‘Yesterday’ y ‘Like a Rolling Stone’ cumplen años este 2015. O sea, «Help! » y «Highway 61 revisited». También «Rubber soul» y «Bringing it all back home», en clara demostración de cómo se las gastan los genios cuando se trata de acomplejar a las generaciones futuras. Ninguno de ellos había cumplido aún los veinticinco. Quizá ese sea el mejor argumento a favor del mp3. No hay créditos. O no los descargas. Te evitas así la mortificante humillación de comparar edades. La suya, la de Lennon y compañía. Y la tuya. Una cargada de presente y futuro. Otra, la nuestra, en la que todo comienza a ser pasado, y no precisamente heroico.
–16 de junio
Un anciano con tupé rubio, pelo de castor teñido o rata de agua, sale al escenario de un rascacielos apellidado igual y jura sobre su Boeing privado la restitución del orgullo nacional. Mejor todavía, el sueño americano ha muerto y él va a resucitarlo, como una Melisandre cualquiera junto al cadáver de Jon Snow (veremos, veremos en 2016). El anciano es Donald Trump y tanta insistencia en la muerte del sueño americano, por candidatos de ambos partidos, y especialmente de la derecha, resulta paradójico: perdido en el cementerio, entre detritus de «American graffiti», ya no sabes si escuchas a Noemi Klein o al hermano latino de Bush. De remate Trump, nueve mil millones de dólares de patrimonio, ha pinchado ‘Rockin’ in the free world’. ¿Qué pensará Neil?
–17 de junio
Pues Neil lo tiene claro: «Me alegra que muchas personas con creencias diferentes disfruten de mi música, incluso si no comparten mis creencias. Pero de haberme pedido permiso para que un candidato utilizase mi música, yo habría respondido no. Soy canadiense y no voto en los Estados Unidos, pero, más importante, no me gusta el actual sistema político de USA y algunos otros países. La democracia ha sido secuestrada cada vez más por los intereses corporativos. El dinero necesario para postularse para un cargo, el dinero gastado en cabildeo de intereses especiales, la disparidad económica cada vez mayor y las decisiones legislativas bien financiadas favorecen los intereses corporativos sobre los de la gente. No confío en los políticos que reciben millones de esas corporaciones. Confío en la gente. Así que hago mi música para la gente, no para los candidatos».
A Young le recordamos algunos desbarres políticos, y no estoy seguro de que la veterana tradición de desautorizar a los políticos cuando usan tus canciones en campaña sea del todo correcta. A fin de cuentas las canciones están para que el público, incluidos los fans con casinos y hoteles a su nombre, las interprete, malee y masajee y hasta malinterprete. O sea, las haga suyas. Con completo y necesario subjetivismo. Otra cosa es que si usas la creación de alguien en campaña, al menos preguntes, y sobre todo pagues.
–18 de junio
«It’s a long story: my life», la autobiografía de Willie Nelson, tiene chicha y nadie podrá acusar al vaquero “jipioso” y libérrimo de apuntarse a última hora a la moda de las biografías de estrellas del rock. Él ya ha publicado unos cuantos libros. Tampoco ha permitido que la edad y el oficio lo fosilicen, ni le ha metido bisturí sónico, falsa modernidad a unas canciones que caminan mejor apenas vestidas con su gomosa guitarra. Todavía da más de cien conciertos al año y en los últimos tiempos ha publicado discos tan desacomplejados como esa pequeña/gran joya cocinada a medias con Wynton Marsalis y la estelar banda del Lincoln Center, «Two men with the blues», de 2008.
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Anterior entrega de Un gusano en la Gran Manzana: A lomos del aeroplano.