“A quienes consideran que este tipo de entrevistas solo sirven para alimentan el morbo, cabría decirles que sí, es muy posible. Y mucho peor, más peligroso y terrible que el turbio resplandor del periodismo-espectáculo, sería ocultar tras un telón misericordioso los chasquidos de la munición, los gritos de la gente que huye y la lluvia de sangre”
La entrevista realizada en Vice a Eagles of Death Metal tras la tragedia de París hace reflexionar a Julio Valdeón sobre el valor y el sentido de ciertos contenidos periodísticos y de quienes los hacen.
Una sección de JULIO VALDEÓN.
–25 de noviembre
Escucho el testimonio de los Eagles of Death Metal, que sobrevivieron a la matanza de Bataclan. Los entrevista Shane Smith, cofundador y estrella de “Vice”. Salvaron el cuello de milagro. Uno de sus miembros se escondió en una habitación junto a unos fans, algunos heridos. Otro se topó de frente con uno de los francotiradores. Su testimonio recuerda hasta qué punto desvarían quienes en nombre de la bondad universal proponen dialogar con los clérigos del terror. El no a la guerra, hoy, resulta inviable. Básicamente porque la guerra, aunque irregular, ya ha estallado y zumba como un caballo loco por las capitales de Europa (no digamos ya en Siria, Irak, etc.). A quienes consideran que este tipo de entrevistas solo sirven para alimentan el morbo, cabría decirles que sí, es muy posible. Y mucho peor, más peligroso y terrible que el turbio resplandor del periodismo-espectáculo, sería ocultar tras un telón misericordioso los chasquidos de la munición, los gritos de la gente que huye y la lluvia de sangre. Estaría bueno que los corresponsales de guerra sean imprescindibles faros contra la ignominia y bastiones contra el terror y blablablá cuándo trabajan en África o en Asia mientras que, mira por donde, desearíamos que no hagan lo mismo cuando el escorpión fanático ataca el corazón de Europa.
Dicho lo cual, añado que el tal Smith, el coleguita de “Vice”, da bastante grima. Al respecto conviene empaparse del documental dedicado al “New York Times”, “Page one”. Revisar, una y otra vez, el diálogo del presuntuoso hípster y un “David Carr” que ha acudido al cuartel general de “Vice”, en Williamsburg, para que los jefes de cotarro le expliquen las razones de su éxito. Carr no le concede un centímetro desde el momento en que el gracioso y cercano y moderno Smith explica que fue a Liberia para hacer un reportaje sobre el canibalismo y la gente que defeca en la playa.
–Nuestro público lo ve y piensa, eso es jodidamente loco, es una locura. Y el “New York Times”, entre tanto, se dedica a hablar de surf. Y yo estoy allí y pienso, ¿sabes qué? Yo no pienso hablar de surf. Voy a hablar de canibalismo, porque eso es lo que me flipa.
–Un segundo –explota Carr–, tiempo muerto. Mucho antes de que fueras allí, nosotros hemos tenido a reporteros en ese país informando de genocidio tras genocidio. Y solo porque te pongas un puto sombrero de safari y mires una caca no significa que tengas derecho a insultar lo que hacemos.
Sobreviene un delicioso silencio y finalmente:
–Es que… Yo no soy periodista.
–Eso está claro –remata Carr–. Continúa.
Me parece bien la entrevista a los Eagles of Death Metal (aunque provoque cierto sonrojo la escena de los dos pobres músicos con el periodista en plan confesor empático y cool, entre guía espiritual y camarero de un garito en Brooklyn). Al tiempo lamento que la haya realizado un fulano tan periférico. Pero, me digo mientras recuerdo al gran Carr, fallecido el pasado febrero en la redacción del “NYTimes”, peor sería el silencio. Hay que limpiar la costra ideológica y mostrar, bajo su baba, el roto cuerpo de las víctimas. Por si alguien duda o vacila o le da por diseccionar y hasta tomarse en serio la canción del verdugo.
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Anterior entrega de Un gusano en la Gran Manzana: Pioneros y un náufrago.