Anita Pallenberg, mujer de Keith Richards: «Entraba al comedor y había un tío en el sofá con una bolsa llena de heroína. Todo parecía desintegrado y nos drogábamos para desayunar, comer y cenar»
Los álbumes grabados fuera de estudios de grabación siempre acarrean problemas. Si a eso le añadimos la polémica que ha perseguido al grupo durante toda su carrera, nos encontramos con una mezcla tan desconcertante como maravillosa en su resultado, lleno de anécdotas e inconvenientes que derivan en Exile on Main Street, un disco legendario.
Texto: MANOLO TARANCÓN.
Un camión entra en la mansión Nellcote alquilada por Keith Richards en Villafranche Sur-Mer, un pueblo de ensueño junto al mar en el sur de Francia, en la zona de Niza. En el interior reposa un estudio de grabación portátil. Una mesa de sonido, aparatos varios y cientos de cables de todo tipo, tutelados por el productor Jimmy Millers y su técnico de grabación Andy Jones. La misión es grabar un disco lejos de los hábitats normales de salas insonorizadas y acondicionadas acústicamente. Ninguna de estas comodidades estará presente en las siguientes semanas.
Los Rolling Stones deciden abandonar el Reino Unido en 1971 por sus problemas con el fisco. Ellos se refieren a este cambio de país como un exilio en toda regla. Un término a la postre clave en el título del álbum. Los músicos viven separados por cientos de kilómetros, salvo Mick Jagger que ha elegido París junto a su pareja como ciudad fija para vivir.
Todos los discos tienen un contexto alrededor, pero es posible que Exile on main Street concentre tantas anécdotas que lo hace especial y único: las palmeras del recinto de la mansión que los técnicos tienen que eliminar para que el camión encaje en el sitio exacto, la necesidad de ampliar la cantidad de luz eléctrica que obliga a empalmar ilegalmente la corriente con una estación de tren cercana. La humedad del sótano, que se convertirá en la sala principal, que debe el nombre a la canción “Ventilator blues” debido al aparato que ubican por la cantidad de humedad que acumula. Las sesiones de trabajo se funden con cientos de fiestas descontroladas en un domicilio siempre regado de alcohol y drogas de todo tipo.
El grupo ya pasa de cuatro a ocho componentes y decide instalarse en la mansión de Keith para dar forma a las canciones. Su proceso lo refleja a la perfección el estupendo documental Exile on Main Street (2010), dirigido por Stephen Kijak.
Para el productor Jimmy Millers aquello es un absoluto quebradero de cabeza; así lo cuenta en el documental: «La disposición para grabar en la casa consistía en habitaciones separadas. Al final había tan poca separación que teníamos el piano en una habitación y la guitarra acústica en la cocina porque tenía azulejos y sonaba mejor. Había otra habitación para los instrumentos de viento y en otra estaba el estudio principal con la batería. El amplificador de Keith debía estar ahí, pero estaba fuera, en el pasillo. No estábamos en las mejores condiciones y era difícil para todos. Salían cables por las puertas que iban hasta el camión en el exterior. Cada vez que debía decir algo tenía que ir habitación por habitación para hablar con todos». El técnico de grabación Andy Jones sentencia: «Aquel lugar era espantoso, muy húmedo. Las guitarras cambiaban de tono una y otra vez. Mick se quejaba del sonido y de que el motor no funcionaba bien. Las luces se apagaban y encendían. Había cortocircuitos. Era de locos».
Aunque todas las partes sufren lo indecible, es incuestionable que en aquella casa se gestan grandes ideas maravillosas y un disco histórico, aunque hay que matizar el mito. El toque final de la grabación sucede en Los Ángeles, donde se evidencian los problemas con la mezcla por la mala calidad sonora de las pistas de Francia. Se añade nuevo material como algunas partes vocales, coros góspel, las armónicas de Jagger y Richards. Nuevas guitarras eléctricas, otro bajo y músicos extra. Todo aquello da un giro a las canciones, aunque la esencia pura sigue siendo la mansión del sur de Francia.
Sobresalen de aquellas jornadas que se empalman unas a otras las innumerables fiestas, las drogas y el alcohol que corren las veinticuatro horas del día. Anita Pallenberg, mujer de Keith Richards, lo recuerda así para la cinta Exile on Main Street: «Todos entraban y salían de allí cuando querían. Me volví un poco paranoica. Entraba al comedor y había un tío en el sofá con una bolsa llena de heroína. Todo parecía desintegrado y nos drogábamos para desayunar, comer y cenar». Marshall Chess, jefe discográfico de los Stones, recuerda muy bien aquellos días en un estilo de vida que define «como La dolce vita de Fellini».
El dealer y traficante de drogas Tommy Webber es un fijo en la mansión, junto a su hijo Jake de tan solo ocho años. Ya en su madurez, Jake afirma que pasa tres meses en la casa y recuerda la cantidad de alcohol y tabaco. Le da miedo el ruido mientras ve cómo pasan las botellas de mano en mano. Hay mucha cocaína porque su propio padre es quien la lleva encima y la reparte. En el documental asegura que lo que más recuerda son los porros. «Me dedicaba a liarlos. Si se vive una vida decadente se llega a la oscuridad, y aquello era decadente. No se escondía nada, todo estaba a la luz. Esto fue el amanecer antes de que se pusiera el sol». Lo curioso es cuando habla del incidente en la cocina como algo normal: «Aparte de una pareja de franceses que volaron la cocina, no hubo más caos». O sí.
El estado del personal es tal que, hasta pasados unos días, no son conscientes de un robo importante. Lo cuenta el músico Bill Wyman en la cinta: «A mediados de septiembre, Keith y su séquito, todos sus invitados, estaban viendo la televisión y alguien entró y robó ocho guitarras, un bajo y el saxofón de Bobby Keys. Se fue de la casa y nadie se dio cuenta. Así de imbéciles estábamos allí».
Mick Jagger recuerda ese disco y su proceso con cariño. «Es un disco diferente. Son las tripas de nuestro extenso trabajo. Una crítica del exilio. No tiene una dirección concreta, pero lo que es loable es que exhibe muchos estilos en una canción. ¿Hay muchos temas punteros en él? No, no es ese tipo de disco». Nadie duda de que el resultado es un legado sonoro inmortal e histórico.