“Si me hubiera quedado en España no habría podido hacer este disco”
El último viaje guitarrístico de Diego García se llama “Electric sunset”. Para hablar de su nueva colección de canciones, gestada al otro lado del charco, se cita en Madrid con Carlos H. Vázquez.
Texto: CARLOS H. VÁZQUEZ.
Fotos: PATRICIA J. GARCINUÑO.
El desarraigo va por las calles escondiendo su arma bajo la gabardina, como el Pedro Navaja de Rubén Blades. “Las manos siempre en los bolsillos de su gabán pa’ que no sepan en cuál de ellas lleva el puñal”. Camina flojo, sin cita a la que acudir, siguiendo el paso de una canción. Las prisas no son para él. Toca la guitarra por las esquinas de Los Ángeles y duerme en un Mercury del 68. Le llaman Twanguero.
Una de las características de los discos de Diego García es el viaje, donde entran las carreteras, las fronteras y los coches (y eso que él no tiene). Está en las portadas, como en la de “Carreteras secundarias, Vol. 1” (La Cúpula, 2017). También se encuentra en lo sonoro: ‘El camino’, ‘El caminante’… En cada canción una historia de alguien que va a todos lados menos a su casa. El primer álbum de Twanguero (todavía firmaba como Diego García) lo llevaba en su propio título: “Octopus. Cuaderno de Viajes, Vol. 1” (Sello Autor, 2005). Y el siguiente, “The Brooklyn session” (Casa Twang Records, 2011), se grabó en un solo día en la ciudad de Nueva York, donde se sucedieron sus encuentros con la comunidad musical de Williamsburgh. Siguiendo la discografía, “Argentina songbook” (Warner, 2013) contiene una historia —firmada por él y titulada ‘Guitarras y viajes’— sobre su periplo por Buenos Aires “huyendo de ciertos fantasmas personales” que le acechaban entonces. “Pachuco” (Warner, 2015) gira entorno a los primeros emigrantes mexicanos que llegaron a Estados Unidos entre la década de los 30 y los 40 para trabajar en el ferrocarril (en este elepé, el twang y lo latino son los sonidos dominantes). El epé “Gallo Negro” (Casa Twang, 2016) podría ser el puente entre “Pachucho” y el presente trabajo, “Electric sunset” (La Cúpula, 2018). Todo es ir de un punto a otro y entretenerse con algo durante el trayecto. Para eso está la música y gente como Twanguero.
¿Cuánto tiempo te ha llevado hacer este disco?
Un año. Salía de una separación (todo bien) y no lo veía seguro. Incluso al principio, cuando me junté con Juande [Juan de Dios Martín, productor] para hacer unos temas, no lo tenía claro. Lo compuse todo en Los Ángeles, era como una vía de escape. El sunset, toda esa escena en la que estás luchando por salir, la inspiración… todo aquello me prendió la mecha. El verano pasado me fui a Los Ángeles, me compré un portátil y me armé un estudio casero. También salía mucho a ver conciertos y bandas de cumbias. Si me hubiera quedado en España no habría podido hacer este disco.
Entonces, para hacer la música que haces, ¿hay que vivir lo que estás tocando?
Es que, si no, al final te engañas a ti mismo. Puedes maquillar cosas, como hemos hecho todos alguna vez, pero te tiene que salir de dentro. Lo tienes que haber vivido, para bien o para mal. A mí me gustaba mucho juntarme con la gente de allí, la que sabe. Como dicen Les Luthiers: “Lo importante no es saber, sino tener el teléfono del que sabe”. Esa es la clave.
¿Compusiste “Pachuco” también en Los Ángeles?
Sí, pero lo grabamos en España. También nos juntamos con músicos cubanos, con mi gente… Pero la seguridad que tengo ahora no es la misma de hace cuatro años; con el tiempo se va ganando confianza. “Electric sunset” lo compuse totalmente allí, aunque hicimos algunas sesiones en Madrid.
“La seguridad que tengo ahora no es la misma de hace cuatro años; con el tiempo se va ganando confianza”
En los créditos del libreto se pueden leer distintos nombres de estudios y de productores: José Nortes, Juan de Dios Martín, Candy Caramelo, tú mismo…
Para cada cosa había un traje diferente. Y aunque busqué productores diferentes, el disco lo he hecho yo, cosa que fue un quilombo, porque soy un despistado: un día me dejé los discos duros con todas las sesiones en Ventura (menos mal que los gringos son muy serios). Me impuse a mí mismo hacer el disco, buscar un diseñador para la portada, un fotógrafo, hacer los créditos… Estaba solo y me lo hice todo. Primera y última vez que lo hago. Por eso me costó tanto tiempo. Do it yourself.
¿Cómo fue la grabación?
Eso fue rápido. Ya estábamos rodados. En uno de esos viajes quise grabar con Ara Malikian. Ya lo había hablado con mi mánager. Un par de semanas antes de grabar, escribo a Malikian y me dice que iba a estar en Madrid del 14 al 15 de marzo. Entonces me saqué un billete y me fui de Los Ángeles a Madrid para grabar con él. Organicé a Candy Caramelo para grabarlo con los músicos y al día siguiente me escribieron de los Premios MIN (Premios de la Música Independiente) porque había sido seleccionado. Al final aproveché el billete de avión para dos cosas (risas). Fue una semana de locura. Nos metimos en el estudio con Malikian, al día siguiente me dieron el premio (Premio al mejor álbum de músicas del mundo por “Carreteras secundarias, Vol. 1”) y al otro terminamos la grabación. Estaba sin dormir, pero fue una semana de puta madre. Cuando fui a Arizona para mezclarlo, el ingeniero me preguntó: “¿Dónde habéis grabado esto? ¿En Madrid? Está mejor que lo de Los Ángeles”. Lo de Los Ángeles lo habíamos grabado en un estudio que está de puta madre, con el rollo cumbiero, pero era como ir a grabar en Caño Roto, algo más callejero.
¿Qué tal fue la grabación con Sergio Mendoza (Orkesta Mendoza)? El tema ‘Me voy pa’ La Tulsa’ está compuesta por él y por ti. De hecho, Sergio toca todo.
Ellos, los mexicanos, le llaman La Tulsa a Tucson, como con acento en francés. Sergio se trajo su batería, pero luego tocó todo. Yo lo conocía del año pasado, de las fiestas de San Isidro, y nos hicimos colegas. Le escribí en enero, contándole la idea de la canción, y me pidió que le mandara el tema. ¡Pero no había tema! (Risas). Le dije que quería hacerlo con él desde cero. Le moló la idea, se vino conmigo un día entero y lo hicimos. Tucson es un sitio espectacular para la música. Estás comiéndote una hamburguesa en una esquina y hay un mariachi tocando. Los Calexico viven ahí y estuvieron en las sesiones, pero no coincidimos.
“El coche, para mí, es una cosa que muestra el cincuenta por ciento de lo que es Twanguero: el viaje”
Jorge Alderete es otro nombre importante. Se ha ocupado de la portada de “Electric Sunset” y también de la de “Pachuco”. En lo sonoro, “Pachuco” y “Electric sunset” son algo diferentes entre sí, incluso en lo gráfico, pues “Pachuco” está ambientado en la noche y “Electric sunset” en la tarde. Coinciden en una cosa: en ambos diseños hay un coche.
Y es verdad. Lo del coche tiene que ver con que yo soy muy viajero y para viajar me alquilo uno. El coche, para mí, es una cosa que muestra el cincuenta por ciento de lo que es Twanguero: el viaje. Con Alderete lo había hablado. Ya no es por la estética rockabilly, sino porque el coche es donde yo viajo y el cincuenta por ciento sale de ahí. La tarde es “Electric sunset” y salió porque yo cogí unos estudios muy caros en Sunset Boulevard (EastWest Studios). Conseguí que me hicieran un precio, pero tenía que ir a partir de las ocho de la tarde, cuando terminaban los otros músicos. Así que iba por las tardes con mi guitarra y veía en el sunset cómo el sol se metía en el Pacífico. Jorge Alderete es un capo y yo no tuve que decirle nada.
¿Por qué le has quitado el artículo “El” a tu nombre? Ahora eres Twanguero y no El Twanguero.
Porque en Estados Unidos, cuando tocaba, se hacían la “picha” un lío y pensaban que El era mi nombre y Twanguero el apellido, como Al Pacino. Me decían “señor El” (risas). Entre mi mánager y la discográfica de allí vimos que no pasaba nada por cambiar el nombre y quitarle el artículo para dejarlo en Twanguero.
¿Estaba pensado que ‘Last station’ fuera la última canción de “Electric sunset”?
Estoy cerrando el círculo, pero estoy abriendo el siguiente, como una cosa de guitarra solitaria, muy profundo, cinematográfico… Siempre me dejo los últimos temas para hacer de puente de lo que viene.
Pero en todos los discos, incluido “Carreteras secundarias”, hay un factor clave: el desarraigo.
Sí. Es que a lo mejor me siento un poco desarraigado. Pero no porque no esté bien en los lugares, sino porque soy un poco nómada. La felicidad está en el camino. O no sé si es la felicidad, porque tampoco la buscamos en algunos momentos. Yo puedo estar sufriendo pero en realidad me la estoy gozando. Es el sacrificio por lo que amas y por lo que te gusta, la razón por la que estás en este mundo. Las ganas de llegar a todos los lugares, de verlo todo, de tener la información o de experimentar requieren sacrificio y sufrimiento, pero las recompensas son buenas. Voy a cumplir 42 años y siento que he vivido tres vidas ya. Pero sigo con fuerzas.
“A lo mejor me siento un poco desarraigado. Pero no porque no esté bien en los lugares, sino porque soy un poco nómada. La felicidad está en el camino”
Cantas poco en “Electric sunset”, pero lo haces en ‘Raska yú’ (versión de Bonet de San Pedro), en ‘La media vuelta’ (versión de José Alfredo Jiménez) y en ‘Gabo’, un homenaje a Gabriel García Márquez. Lo mismo con ‘Gipsy lady’, el tema que haces con Sergio Mendoza. ¿Por qué solo has cantado en esas canciones, que curiosamente son versiones, homenajes o temas hechos mano a mano con otra persona?
No sé. Creo que fue porque se dio hacerlo así. No planeo nada. Creo que he encontrado una voz importante con mi guitarra y siempre me han dicho, las discográficas y los periodistas, que podría cantar. Y sí, seguramente, pero es que no va por ahí la cosa. Para la función de lo que yo quiero contar pongo la instrumentación y lo que sea necesario para comunicar lo que tengo dentro. Si tengo que cantar en un tema, como el de Sergio Mendoza, canto. Pero en ‘Guernika’, por ejemplo, no canto, porque es un pasodoble que quería hacer de una manera más profunda y abstracta.
¿De quién es ahora tu vida?
De la música y de la guitarra. Ahora y por siempre, hasta el día que me muera. Lo tengo muy claro. Mi vida ahora está entregada a mejorarme y a intentar no olvidarme de todo lo que he hecho y vivido.