Trópico, de Pony Bravo

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DISCOS

«Lo que Pony Bravo defiende en este disco es un irónico exotismo casi romántico y una suprema originalidad»

 

Pony Bravo
Trópico

TELEGRAMA, 2024

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Pony Bravo, en sus giradiscos desde 2006, son sevillanos. En nuestro país, ser sevillano marca mucho, y el público hace actuar la imaginación como si un único tipo de música fuera posible para ellos. Pues bien, el trío se aleja de esas querencias, que no es que las suelte, para ir bastante más allá, a un mundo en el que pueden aparecer Smash o Triana, el humor de Silvio y miles de referencias de todo tipo. En este, las deja bien claras el título, y se revelan a cada canción, sin perder nunca la percepción de fondo de esa Sevilla que quieren trascender.

En este quinto álbum de estudio abren con un instrumental donde su collage sonoro se expone bien a las claras. “El sueño de Roy Batty” se inicia con un paseo mágico sobre un piano, para desplegar después la banda sonora de una película de teléfonos blancos. Roy Batty, recordemos, es el replicante del monólogo final de Bladerunner.

Este barniz plástico y cinematográfico quizá conecte con el hecho de que Pablo Peña y Daniel Alonso —y la banda en su conjunto— han participado en algunas bandas sonoras y al espectáculo audiovisual Espejo blanco, que estrenaron hace un par de años en Sevilla y que sirve de base a los criterios que sustentan este elepé. Estas cadencias de banda sonora también aparecen en “C’est chic – C’est bon”, aliadas con un bajo marcadísimo y de ritmo obsesivo que deconstruye el estilo de Nile Rodgers y lo mezcla con la canción standard norteamericana. Suprema originalidad en canciones en que se pueden atisbar muchas estéticas, pero sin que se pueda distinguir claramente ninguna.

También es muy imaginativa “Piedra de Gaza”, con lejanas impresiones arabizantes; pero donde sí se marcan estos arabescos orientales es en “El antiguo bizco”, que posee más ansia instrumental y podría sonar perfectamente en cualquier café de Tánger.

Sofisticados también son si quieren. “Magic feeling” es disco music elegante, con bases cuidadas de funky electrónico a lo Barry White. De hecho, se puede imaginar perfectamente en su voz. De la misma manera, la que cierra el disco, “Reflejo exacto” posee un final exquisito, como de club de zona alta. Para la última hora, tenemos a “Jazmín de megatrón”, totalmente rítmica y con ramalazos flamencos, ideal para las 6:00, antes del cierre del club. O “Monte y foresta”, que sí que responde al calificativo “tropical”, con un ritmo de cumbia, aunque muy sui generis. Sin embargo, espigados en el disco, hay otros sonidos. Vamos a verlos.

“Chichén Itzá”, esa soberbia ciudad maya del Yucatán, posee un sonido oscuro, hijo de los ochenta, casi recitado, como esos desbarres contenidos de Derribos Arias o el ambiente sintetizado de Oviformia. Es inquietante y seductora a partes iguales. “Linda” comparte estética sonora con Javier Corcobado, y goza de una instrumentación sobria, pero atenazante. Y si las voces gregorianas son oscuras, aquí las tenemos en “Reinos interiores”. Pero el culmen de este sonido, retrotrayéndonos más hacia es pasado, es “Primeros pobladores”, llena de ecos tribales. Es la música que sonaría en las cavernas si hubieran tenido sintetizadores.

Mucho más denso que los cuarenta minutos que dura su metraje, en base a mezclar multitud de sonidos, del synthpop ochentero a las bandas sonoras más puramente ochentas, del audiovisual a la música de baile, pasando por la electrónica lo-fi y mucho regusto andaluz, lo que Pony Bravo defiende en este disco es un irónico exotismo casi romántico y una suprema originalidad.

Anterior crítica de discos: Don’t stop playing guitar, de Colman Gota.

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