Triángulo de Amor Bizarro, de Triángulo de Amor Bizarro

Autor:

DISCOS

«Su entropía es fascinante y es elegida; y en esa elección esta vez ha tocado ser más directos, aunque también más versátiles que nunca»

 

Triángulo de Amor Bizarro
Triángulo de Amor Bizarro
MUSHROOM PILLOW, 2020

 

Texto: SARA MORALES.

 

A pesar de su rostro oscuro y su nombre invertido, cuasi diabólico, resulta ser el elenco más luminoso de los gallegos. Canciones que mantienen el nervio y la vehemencia de quienes siempre han paseado airados por los inframundos del ruido pero, como artesanos de la materia, ahora deciden transformarla en melodías que discurren por los géneros sin perder temple, sonando gigantes en el pop más digestivo, pero también en el punk más sórdido.

A sus espaldas sigue alzándose el monstruo de la distorsión, una fiera brava y maquinal que no desaparece y que se impone omnipresente como marca de la casa dejándose acompañar por sus familiares reverbs y una danza conceptual que, algo menos críptica esta vez, dispara a bocajarro y sin compasión a las lacras sociales e individuales. No hay miedo en las creaciones de Triángulo de Amor Bizarro. Nunca lo ha habido. Tampoco se esconden las verdades tras esa apariencia de caos sonoro que sustenta el alma de la banda y repiten en esta profecía compartida de nuevo Carlos Hernández a la producción.

Su entropía es fascinante y es elegida; y en esa elección esta vez ha tocado ser más directos, aunque también más versátiles que nunca. Por eso, en este quinto disco, nuevo esqueleto de doce huesos bautizado después de tantos años de forma homónima porque quizá sea el más sincero y confesional de todos sus costados, nos encontramos con unas voces que hablan alto y claro, al tiempo que su corazón noise continúa bombeando un pulso cambiante.

En ocasiones, el latido es ensordecedor y endemoniado, como ocurre en “Ruptura”, el single con el que precisamente rompieron el hielo, que nos embauca impactados para asistir a nuestro propio exorcismo en alaridos de Rodrigo. Y nos golpea fuerte y nos zarandea, fractura la calma y envalentona los ánimos en una neurosis, mitad punkarra mitad breakbeat hardcore, que encuentra su antagonista en «Cura mi corazón», una balada (al estilo de Triángulo de Amor Bizarro) asentada en el ambient progresivo y entonada por una Isa que asciende a las alturas. Igual que en «No eres tú», otra de las lindezas balsámicas de este disco, pero bronca en verbo: «Y cuando amanezca y arranquen motores los tanques, el mundo buscará a alguien y ese alguien no eres tú», canta ella de nuevo. Y es que su voz, que luce en esta colección de canciones como nunca lo había hecho antes, resulta ser una tímida descomunal que cuando deja de esconderse y se despliega, cala y permanece. Ocurre así también en «ASMR para ti».

Mientras tanto, habremos transitado por las ciénagas del electropop ochentero con “Vigilantes del espejo”, también gema del álbum que sirvió como adelanto, y que podría recordar a aquellos The Cure que pintaron de rosa la portada de su debut. Y habremos asistido a la frescura de un pop rápido, pegajoso y bailable como el de “Acosadores”, en una pieza entre féminas (Isa y Ariadna Paniagua, de Los Punsetes) en pro de una igualdad que parece no llegar nunca: «Tirad vuestros velos, tan solo sois vuestras. Pegad duro y bajo, nuevos trajes para el nuevo mundo». Necesaria arenga.

Asoma también el punk rock de sótanos embravecidos en las fulgurantes “Canción de la fama” y “Calígula 2025”, doble detonación contra las imposiciones de un sistema que retrata —y critica— el funcionamiento autómata de los mandados y el absurdo imperativo de los que mandan. Y con el interludio industrial y fugaz de “SYF PAGA” y la sintética “Los golpes olvidados”, que cierra instrumentalmente el álbum, volvemos a toparnos con la cara más experimental del cuarteto. Porque ellos, merecidos estandartes de la escena independiente iberoamericana, tras dieciséis años y cinco discos, pueden permitirse ya el lujo de sacar a relucir sus rarezas a la vez que facturar tótems capaces de traspasar los años. Y los dos de este disco son, sin ninguna duda, “Fukushima” y “Folía de las apariciones”, sendos fogonazos de color en plena opresión postpunk, que pasarán a la lista de lo mejor de Triángulo de Amor Bizarro por retratarnos hoy y vernos reflejados en el espejo de mañana. Somos nuestra propia amenaza e Isa seguirá llamándonos para recordárnoslo. Nosotros, irremediablemente, allí estaremos.

Anterior crítica de discos: Las comarcales, de Víctor Coyote.

 

 

Artículos relacionados