DISCOS
“Con su aparente sutilidad, su tono directo y menor, Altube ha hecho dos discos: el de la música y el de lo que le hierve por dentro”
Txetxu Altube
“Tras el huracán”
RED SHOES
Texto: CÉSAR PRIETO.
Tras el anterior “Cuestión de intensidad”, doliente al romperse Los Madison, Txetxu Altube presenta ahora un disco conceptual, aunque aparentemente no se ajuste a la grandilocuencia y a la unidad temática que parecen tener ese tipo de obras magnas. Y lo es porque el motor de salida —la ruptura, la culpa, el desamor— va dando lugar a una retahíla de canciones que deshojan sentimientos como pétalos, que son auténticos arañazos en la piel. Pero por dentro de la piel. No en vano se indica el orden cronológico de composición: según iban viniendo las sensaciones, Altube iba haciendo y quiere que sintamos su día a día. Aquí, el concepto es la emoción.
Todo esto no da pátina de calidad a un disco, desde luego, pero escuchar la primera del conjunto, la reflexión inicial tras la sacudida vital, ya indica que se traduce lo inefable a un lenguaje comprensible. Estéticamente diferente, ‘Érase una vez’ —que califica de intro—, con su acústica inicial y su piano que quiere ofrecer un tono calmo, se desliza entre apariencias bucólicas que esconden volcanes interiores. Un tono pastoril que después se decanta hacia ambientes celtas en buena parte de las canciones, en pequeños detalles, no como base fundamental. Así ocurre en ‘Tras el huracán’ o la primigenia ‘No lo abandones’.
Pero el disco, si algo no es, es uniforme. Combina texturas de varias procedencias —a veces en leves arreglos— y en ‘Soltando una tormenta’ vemos a su voz bien asentada —no es perfecta, pero transmite— sobre un colchón de compacta percusión tribal y delicados arpegios de guitarra. En ‘La lumbre de casa’, un piano similar al de ‘Las cuatro y diez’ entra en una visita desolada a su antiguo hogar.
No todo es melancolía. ‘Una decisión amarga’ parece sacada de cualquier disco de Mamá y ‘Escultura de polvo’ es una traca soul a lo Marvin Gaye de los setenta, con fondos cálidos y sensuales —y menudas palmas al final— que le da ese toque suave a un disco crudo, con aristas. Incluso en las imágenes, como un hilo que cosa los sentimientos, aparecen de forma recurrente alegorías bélicas —en forma de ajedrez también— o puertas y llaves que lo obsesionan como entradas cerradas ya a un paraíso perdido. Y en el propio disco se encuentra la salvación, en ‘Perdedor’, en la que hay una cierta distancia irónica, que tendría verdaderas hechuras sonoras de himno, de los de a voz en grito, si sus arreglos perdieran sutilidad.
Con su aparente sutilidad, su tono directo y menor, sus caricias incluso, Altube ha hecho dos discos: el de la música y el de lo que le hierve por dentro.
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Anterior crítica de discos: “What happens next”, de Joe Satriani.