“Tranquility Base Hotel & Casino”, de Arctic Monkeys

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DISCOS

“Pocos grupos pueden ir al sastre, hacerse un traje completamente nuevo y seguir siendo los mismos sin parecer ridículos”

 

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Artic Monkeys
“Tranquility Base Hotel & Casino”
DOMINO

Texto: ÓSCAR GARCÍA BLESA.

Enfundados en un traje neo soul, la nueva entrega de los Arctic Monkeys es lo más parecido a un álbum conceptual, aunque no lo sea. Más cerca de lo que deberían ser Last Shadow Puppets que de la banda madre, Alex Turner echa la vista atrás y pulula en modo lounge por la década de los sesenta y setenta sin pestañear. “Tranquility Base Hotel & Casino” apuesta por desprenderse de la irreverencia juvenil. Apenas quedan señales de aquel deslenguado ahijado de MySpace. El líder de la banda se ha hecho mayor, y su música, también. Se desmarcan con un excelente y sorprendente álbum de música contemporánea. El vocalista y sus secuaces apuestan todo al negro… y han ganado.

Rozando los seis minutos, ‘Star treatment’ abre el álbum y descoloca desde la misma linea de salida. Enseña las cartas y escribe en un corte hipnótico “en realidad yo solo quería ser uno de los Strokes”. Sus referencias adolescentes quedan claras. A partir de ahora todo es diferente.

El grupo rompe moldes con su sexto disco. Es muy posible que sus fans de siempre se sientan fuera de sitio. “Tranquility Base Hotel & Casino” no suena a nada que hubieran hecho en el pasado. Podría pasar por el álbum de otra banda, pero la esencia permanece. Aquellos que hayan comprado una entrada para ver a los de Sheffield dando botes en un festival este próximo verano, que se olviden. Esto va de traje de etiqueta, los polos de Fred Perry los llevaba un grupo distinto.

‘One point perspective’ es una sosegada pieza a ritmo de piano y ‘Four out of five’ es casi siniestra. En su minimalismo, es lo más parecido del disco a un grupo que se hacía llamar Arctic Monkeys. ‘Golden trunks’ apuesta por el alegato político después de escuchar compulsivamente “Pet sounds”.

En conjunto, es un álbum en el que Alex Turner se disfraza de crooner. No hay nada malo en ello. De sus seis trabajos previos este es, de largo, el álbum más alejado del rock. Escrito al piano en lugar de la guitarra, es aquí todo mucho más atmosférico y orquestal. Para entendernos, “Tranquility Base Hotel & Casino” está más cerca de Burt Bacharach que del “Last nite” de los mencionados Strokes.

Lo curioso (y es aquí donde el grupo triunfa de manera decidida), es que es un conjunto de canciones completamente nuevas, once cortes que visitan lugares poco transitados pero que, paradójicamente, suenan a Arctic Monkeys. Pocos grupos pueden ir al sastre, hacerse un traje completamente nuevo y seguir siendo los mismos sin parecer ridículos. Son capaces de hacer lo que les da la gana y hacerlo con estilo. Brillante movimiento.

Anterior crítica de discos: “Festa major d’hivern”, de Quimi Portet.

 

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