«En este disco enseñamos lo peor para terminar demostrando que la respuesta está en amar»
Tras la quietud obligada de los últimos tiempos, el cuarteto regresa a la actualidad con un nuevo disco, Hex. Un álbum que se mantiene firme en el rock instrumental de secuela post-hardcore que define a la banda, pero que trae esta vez un mensaje muy concreto. Sara Morales habla con Esteban Girón, alma mater y guitarrista de Toundra.
Texto: SARA MORALES.
Fotos: DANIEL CRUZ.
Siempre es un placer charlar con Esteban. En nuestros recuerdos pasados y compartidos, mucho antes incluso de que el mundo se parase por el Covid, coleccionamos algunas tardes malasañeras de trabajo y un puñado de anécdotas musicales. La garra, la naturalidad y la simpatía de sus formas nunca han estado reñidas con la impronta y la intensidad artística de su banda, Toundra. Un proyecto que nació hace quince años a la sombra del hardcore ochentero y que, desde el primer instante y el primer disco, derrochó alma propia de tintes progresivos, cromatismo post rock y mucho que decir sin articular palabra.
Hoy, mantenidos en esa tesitura de sobriedad engañosa y excelsa virtud, los cuatro jinetes de la proclama instrumental regresan con nuevo disco bajo el brazo, el octavo de su carrera si contamos con el que publicaron junto a El Niño de Elche en 2017, desde aquel proyecto paralelo llamado Exquirla.
Este asalto a la actualidad de 2022 se llama Hex, viene marcado de nacimiento por un concepto y un contexto y, a través de él, se vislumbra evolución, lealtad a sí mismos y una nueva forma de enfrentarse a la vida que es, por cierto, la que nos recomiendan. Lean.
Este 2022 pinta prometedor para Toundra, ¿verdad, Esteban? Parece que el karma o la justicia divina tiene pensado devolveros con Hex lo que os quitó en su día con Das Cabinet des Dr. Caligari…
La verdad es que no sé qué decirte porque en septiembre de 2020 hicimos el calendario de todo, ya sabiendo que íbamos a grabar este disco en junio/julio de 2021, con idea de lanzarlo este enero de 2022, tal como ha sido, pero mira cómo está todo otra vez con Ómicron. Pero bueno, a priori sí parece que vamos a poder girar con Hex mucho más de lo que pudimos hacerlo con el anterior. Lo importante de este momento que estamos viviendo ahora mismo es que, a pesar de que sigue todo a medio gas y hay muchos conciertos que se están cancelando, no está muriendo tanta gente. Eso sí que es importante, eso es lo principal.
Desde luego. Venimos de tiempos muy oscuros y ahora, que parece que hay algo más de luz, se agradece pero no hay que descuidarse.
Oyes a mucha gente decir que vaya bajón por el confinamiento, que qué depresión, que vaya putada los trabajos al traste… pero yo siempre pienso: «¡Ya, pero estamos vivos!. Parece que a veces se nos olvida lo realmente importante.
¿Disteis por perdido el proyecto de banda en algún momento durante el parón hasta que os pusisteis manos a la obra con este nuevo álbum?
No, eso nunca nos lo planteamos. Somos muy amigos. Las videollamadas que todos nos hacíamos durante el confinamiento con nuestra gente querida, nosotros las hacíamos también entre nosotros. Nos tomábamos el vermú, hablábamos de mil cosas que no tenían nada que ver con Toundra… Al final, ese tiempo de parón lo intentamos reconvertir en una oportunidad, la realidad es que con los trabajos parados empezamos a contar con más tiempo; y en cuanto vimos que el estado de alarma se alargaba, pensamos: «esta es la nuestra, ahora no hay nada que hacer, vamos a coger las guitarras y a hacer otro disco».
«La evolución del sonido responde a la propia evolución de nosotros mismos»
Y aquí está Hex, un álbum con connotaciones antropológicas e incluso sociológicas desarrolladas a nivel instrumental. ¿Está compuesto desde la desesperanza y el desaliento en el ser humano como individuo y en su vida en sociedad?
Está compuesto queriendo mostrar esas dos verdades del ser humano, esas dos realidades, esa dualidad que hay en nosotros como personas. Siempre hay que intentar mostrar las dos caras de la moneda si no, al final, acabas cayendo en la tergiversación o en la manipulación. Como artistas, es bonito poder mostrar una realidad desesperanzadora que, al mismo tiempo, posee halos de esperanza; y creo que eso es lo que hemos hecho con este disco. Escuchando los temas se puede intuir que no tengo un concepto muy esperanzador del ser humano pero, como ser humano precisamente, también creo que es nuestra responsabilidad intentar ser felices el ratito que estamos aquí e intentar hacer felices a los demás. Creo que hacer feliz al otro es lo que más feliz nos hace a cada uno de nosotros, lo creo de verdad.
Además, no es tan difícil hacerlo, ¿verdad?
No es tan difícil. A lo largo de la historia siempre ha habido tiranos y poderosos que han manejado el curso de las cosas, pero en cuanto a la sociedad llana, en cuanto a los que conformamos el grueso de la humanidad, no ha habido un tiempo tan individualista, tan egoísta y tan infeliz como el de ahora mismo. Antes había un sentimiento colectivo de vecindad, de convivencia; pero ahora, debido a los patrones de sociedad occidental capitalista que tenemos encima, no lo hay. Y, además, creo que es deliberado; porque cuanto más nos aislemos los unos de los otros, más solo-consumidores seremos que, al parecer, es lo que interesa. Sin embargo, pienso que la vida es mucho más sencilla que todo eso y debemos pelear por ello, no dejarnos llevar.
Tal y como destacas ahora mismo, y se percibe en el disco, vuestro discurso sonoro pasa por todos esos planteamientos pero termina convirtiéndose en un mensaje positivo, ¿te ha costado darle la vuelta?.
Sí, me ha costado. Venía de haber vivido una etapa en Madrid con momentos oscuros pero, afortunadamente, una mujer se cruzó en mi vida, me fui a Asturias y te puedo decir que ahora soy feliz cuidando de esa persona y dejando que esa persona me cuide a mí. Algo tan sencillo como eso ha hecho que cambie mi pesimismo y mi malestar por el optimismo y por volver a confiar en las cosas verdaderamente importantes de la vida. Ya no tenemos dieciocho años, pretendiendo cambiar el mundo con un póster del Che encabezando la cama; ahora lo que busco y lo que quiero es que nada le pase a esa persona, y a las personas que quiero, y hacerles felices.
«El lenguaje que dominamos para expresarnos artísticamente es este»
Todas las preocupaciones que ponéis sobre la mesa con este disco: la intolerancia, la arrogancia, la supremacía, la indiferencia, la injusticia… el odio, en definitiva, ¿son las que os han abordado siempre o se han acusado más ahora por la situación que nos ha tocado vivir a nivel mundial?
Creo que desde hace unos años, y hasta ahora, estamos viviendo tiempos mucho más convulsos, intolerantes e intransigentes que antes. Antes pensábamos que no iba a haber un mundo peor que el de Aznar, Toni Blair y Bush, pero resulta que después llegaron Ayuso, Vox y Donald Trump. Así que va a ser que sí, podía ser peor. Creo, por lo tanto que sí, que estos últimos años se ha agudizado todo eso; pero también es honesto decir que cuando montamos Toundra hace quince años, yo por ejemplo tenía diecinueve, éramos muy inocentes y lo único que queríamos era montarnos en un coche y ver mundo.
Escuchando las tres partes de “El odio”, y luego leyendo tu texto explicativo, me ha venido a la cabeza La divina comedia de Dante y su “Infierno”, su “Purgatorio” y su “Paraíso”. ¿Ves las similitudes tú también como compositor y guitarrista?
Si te soy sincero no he leído La divina comedia, pero por las partes en que se divide esta obra de Dante, y las partes en las que hemos dividido nosotros “El odio”, las veo, puedo intuir las similitudes, sí. Estéticamente coincide. En la primera parte de “El odio” hemos querido reflejar la infancia, unos primeros años de vida que comienzan tranquilos pero en los que de repente te meten en el cole, en la vida en sociedad, y se da el pistoletazo de salida al primer trauma, al primer cambio fuerte en nosotros como personas. La segunda parte hace referencia a ese paso hacia la adultez en el que ya eres plenamente consciente de cómo funciona la vida: ahorrar, pagar el alquiler, madurar y asumir lo que eso conlleva. Y la tercera parte representa la vejez, por eso termina con una cierta calma que simboliza el descanso una vez que ya termina la vida.
Con “Ruinas” nos dejáis claro que Toundra seguís siendo Toundra, pero también hay mucha evolución en vuestro sonido con este disco ¿ha sido algo premeditado o ha salido solo por la época en la que ha sido concebido con más tiempo para la reflexión?
Todo es premeditado. Premeditado es el hecho de tener que seguir hacia adelante, pero no el resultado. También es premeditado tener que buscar nuevos retos porque hacer otro disco de Toundra de siete u ocho canciones, de siete minutos cada una, nos hubiese aburrido ahora; en 2018, con nuestro disco Vortex, no nos aburría, era lo que queríamos hacerlo, de hecho. La evolución del sonido responde a la propia evolución de nosotros mismos, no somos los mismos con veinticinco años que con treinta y cuatro; ni siquiera somos los mismos con treinta que con treinta y cuatro.
No hace falta que pasen muchos años para cambiar, no. Un solo instante ya puede hacerlo.
Totalmente. Fíjate lo que te contaba antes de cómo ha cambiado mi vida en quince días por la aparición de esta persona.
Cuéntame cómo es eso de hacer loops con una guitarra, como demostráis en “La larga marcha”.
Nos gusta la música electrónica y, a mí en particular, me gusta irme de de fiesta con música electrónica. A veces hay que ser hedonista también, joder [risas]. Queríamos jugar con eso porque la electrónica es mayoritariamente instrumental, nosotros tenemos nuestros propios efectos y, al final, estamos hablando de impulsos electrónico igualmente, de frecuencias de ondas. “Macón”, nuestro otro guitarrista, es un tío tremendamente creativo, así que se puso con ello y, tras meses intentándolo, conseguimos aunar el universo electrónico con nuestro sello personal.
¿Qué os lleva hasta ese saxo que suena en “Watt”, en mitad de esa tormenta post hardcore vuestra?
“Macón” entró en el grupo en 2013 y, desde entonces, venía diciendo repetidamente que quería meter un saxofón en algún tema como homenaje a King Crimson, su banda favorita. Somos muy fans de Morphine, además, también. Él quería probar con safoxones con delay y experimentar con ellos, es un tío con un talento tremendo, pero a veces le puede la vagancia y, al final, nunca terminaba haciéndolo [risas]. Cuando la discográfica nos preguntó cómo iba a ser este disco, les dije, como una broma interna, que iba a tener saxofones; y a raíz de la broma pensamos que igual ya era el momento de hacerlo en serio de una vez. “Macón” no se ocupó de nada, nos ocupamos el resto; pero solo con ver la carita que ponía en el estudio cuando le enseñamos cómo sonaba, mereció la pena [risas].
Veo “Fin”, la canción con la que cerráis el disco, como el resultado de ese análisis personal y social, un tanto atormentado y asfixiante, que hacéis durante todo el trabajo. Un final feliz de paz, armonía y amor. ¿Me equivoco interpretándolo así?
Me encanta que veas el disco como un disco de amor, porque lo es. Es un trabajo en el que enseñamos lo peor, para terminar demostrando que la respuesta está en amar. Tan sencillo y tan complicado como eso.
Desde dónde se hace mejor el ruido ¿desde el tormento o desde la serenidad?
Desde la serenidad, pero habiendo tomado apuntes durante el tormento.
¿Y la melodía?
Escuchando los Beatles.
Está claro que la música es el lenguaje universal, el que todos entendemos y el que a todos nos une, pero ¿nunca tenéis la sensación de que se os queda algo por decir con palabras? ¿No las echáis de menos nunca?
No, porque el lenguaje que dominamos para expresarnos artísticamente es este. Si lo hiciera de otro modo sería una farsa, no sería honesto y no estaría a gusto.