FONDO DE CATÁLOGO
«Es un disco de blues rock de muchos quilates»
Fichados con la expectativa de dar con los nuevos Cream, la banda londinense Free debutó a finales de los sesenta con Tons of sobs, que no contiene su mayor himno, “All right now”, pero sí un repertorio de blues rock muy reivindicable, en opinión de nuestro compañero Eduardo Izquierdo.
Free
Tons of sobs
ISLAND RECORDS, 1969
Texto: EDUARDO IZQUIERDO.
“All right now”. Quizá muchas y muchos reduzcan la carrera de Free solo a esa canción. Y estarán cometiendo un tremendo error. Porque la banda inicialmente formada por Paul Rodgers, Paul Kossof, Andy Fraser y Simon Kirke es una de las grandes referencias no solo del rock, el blues rock y el hard rock en los setenta, sino, probablemente, de la historia.
Free sentaron cátedra. Fueron de los muchos que marcaron el camino que otros debían seguir y dejaron un legado magnífico. Incluso, igual que en la inexistente guerra Stones-Beatles, ellos también tuvieron una especie de némesis aún más extraña en Bad Company, banda que también encabezaría, en este caso, Paul Rodgers tras dejar Free. Ya sabemos cómo es esto del rock and roll. Nos gusta discutir. A mí el primero. Y no es difícil encontrarse amigables disputas delante de una cerveza que intentan dilucidar si fueron mejores Free o Bad Company. Tan absurdo como divertido.
Es imposible entender la grabación de Tons of sobs, primer disco de Free, sin la figura de Alexis Korner. El gurú británico del blues fue el primero en fijarse en esta banda, nacida de la semilla de Black Cat Bones, grupo en el que estaban el guitarrista Paul Kossof y el batería Simon Kirke. Rodgers venía de Brown Sugar y Andy Fraser había pasado, entre otros, por la banda de John Mayall. Después de verlos en directo, Korner los recomienda a Island Records y tras fichar por esta, bajo la supervisión de la producción de Guy Stevens (luego productor del London calling de The Clash), graban “Walk in my shadow”. Island cree ver en ellos a los nuevos Cream, aunque Free tienen una personalidad tan arrolladora que difícilmente podrán ser comparados con alguien.
Grabado en noviembre de 1968, Tons of sobs es un disco de blues rock de muchos quilates. Y eso que inician el álbum con “Over the green hills (part 1)”, un tema fantasmal, lisérgico, atmosférico, engañando un poco al oyente. Semiacústico. Como si estuviéramos ante un álbum de los Bee Gees de esa época. Cuarenta y ocho segundos dura el misterio. El tiempo que tarda en aparecer por debajo “Worry”. Con algo de The Doors en la manera de frasear de Rodgers, una guitarra de Kossof magnífica y un trabajo de batería insuperable a cargo de Kirke.
“Walk in my shadow” es el momento Kossof del disco, aunque podríamos encontrar otros. Pero esta podría ser una de sus rúbricas como uno de los mejores guitarristas de la época, a la altura de los más grandes. Mientras, “Wild indian woman” oposita a mejor estribillo del disco, dando paso a los ocho minutos largos de la primera de las dos versiones que encontramos. Se trata de “Goin’down slow”, original del bluesman James Burke Odon, y que el grupo borda con un Rodgers espléndido. Abre la cara B “I’m a mover”, con otro solo apabullante de Kossof y un ritmo constante que se te clava en la cabeza. Una de las favoritas del público de todo el disco.
“The Hunter”, compuesta por Booker T. Jones y su banda para Albert King, es la otra versión del trabajo. Si todavía no te ha enamorado este disco, lo tuyo no es el blues. Y si “Walk in my shadow” era el momento Kossof del álbum, el momento Rodgers bien puede ser “Moonshine”. Otra vez con cierto aroma a Jim Morrison en la interpretación. “Sweet tooth” es quizá mi momento menos favorito del disco, cosa que no significa demasiado porque me vuelve a parecer un tema espléndido y una forma inmejorable de cerrar de facto el álbum, ya que luego apenas nos quedan los dos minutos relajados de “Over the Green hills (part 2)”.
Tons of sobs fue remasterizado años más tarde en los míticos estudios de Abbey Road, y se reeditó con hasta ocho temas inéditos entre grabaciones en la radio y tomas alternativas. Poco aportan esos temas a un álbum ya perfecto, grabado con un presupuesto de apenas 800 libras, y que se olvida demasiado a menudo entre los discos esenciales de un género que estaba viviendo una época de creatividad y productividad magnífica. Nosotros no lo hemos olvidado, y hoy lo hemos rescatado de nuestra estantería. Algo que debe hacerse cada cierto tiempo.
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Anterior Fondo de catálogo: California crossing (2002), de Fu Manchu.