«Petty lo que hace es abrazar géneros con júbilo desde que el disco comienza a sonar, sin anclarse concretamente en ninguno pero sin dejar de celebrar la diversidad musical de su país, mirándole de reojo y con desconfianza en los momentos necesarios y siempre desde la perspectiva de un rockero de estirpe»
Tom Petty regresa a la actualidad comandando otra vez a los enérgicos Heartbreakers. «Mojo» es el título de la nueva obra conjunta y Juanjo Ordás nos sumerge en ella.
Texto: JUANJO ORDÁS.
Foto: SAM JONES.
Observad la portada del nuevo disco de Tom Petty. Ahí está él junto a sus Heartbreakers, sonrientes y de buen humor. Su nombre rubricado y el título del álbum en generosas dimensiones. Todo ello es una introducción perfecta al contenido del disco. Desde 2002. Petty no grababa junto a su banda, había girado en su compañía pero sus últimos discos habían sido firmados en solitario («Highway companion») o junto a Mudcruth, la banda génesis de los Heartbreakers, con los que jamás grabó un LP y que sorpresivamente resucitó hace un par de años para registrar (por fin) un largo.
Quizá el haber pasado tanto tiempo alejados del estudio de grabación y el hecho de que los Heartbreakers sean una banda enérgica ha influido en lo que es «Mojo» y en la manera en que Tom ha empleado a sus compañeros para conseguir un espíritu determinado. Porque «Mojo» es un disco de género en el que caben multitud de vertientes musicales, pero sobre todo es un trabajo que respira un espíritu bastardo americano que su título graba a fuego desde la portada y desde el mismo concepto. El «mojo», como término místico afroamericano popularizado por el blues, ejemplo del choque entre el nuevo mundo y la cultura negra, envuelve un disco que aúna distintas tradiciones estadounidenses de variadas procedencias antropológicas afincadas en el norte del continente americano.
¿Y por qué el disco resulta tan familiar? ¿Ha exportado el imperio su entidad, gusto y memoria? ¿Por qué ahora los escenarios que describe el rock and roll norteamericano desde sus albores continúan resultando tan actuales? ¿Por qué esos escenarios son cada vez más extrapolables a España, Alemania o Inglaterra, incluso a sus lugares más recónditos? Quizá deberíamos entender EEUU (¡aún el nuevo mundo!, que nadie se equivoque) como un lienzo en blanco que occidente comenzó a pintar con la barbarie y a cuyos trazos se unieron muchas más civilizaciones. Quizá Norteamérica sea más que un cuadro pintado entre brochazos de horrible violencia y genialidad, de bondad y maldad, de cataclismos y prodigios. América es el retrato de la humanidad. Así es fácil que los géneros que de ella nacen puedan hacerse un hueco (y lleven haciéndose un hueco) desde que el rock and roll comenzó tomar las ondas de radio. Tom Petty lo que hace es abrazar géneros con júbilo desde que el disco comienza a sonar, sin anclarse concretamente en ninguno pero sin dejar de celebrar la diversidad musical de su país, mirándole de reojo y con desconfianza en los momentos necesarios y siempre desde la perspectiva de un rockero de estirpe.
En «Mojo» destaca cómo Tom ha sabido dar rienda suelta a unos Heartbreakers engrasados, aunque es especialmente notable la sabiduría con la que ha empastado música y letra, obedeciendo cada texto al género ejecutado en ese momento. El rock se apoderará de la interpretación si hablados de un solitario que se echa a la carretera (‘Runnin man’s bibble’), sin embargo, si el idealismo de tiempos pretéritos es el protagonista la banda se encargará de recrear un paraje de ensueño (‘First flash of freedom’, muy influida por Garteful Dead). Lo mismo ocurrirá cuando la narración de una existencia bucólica se encarne en un folk-rock (‘U.S 41’), cuando un recio blues narre la implacable persecución del tiempo, como si el perro de presa infernal del que Robert Johnson hablaba en la mítica ‘Hellhound on my trail’ se hubiera encarnado en las manecillas del reloj (‘Takin’ my time’) o en el instante en que el reagge se utiliza como vehículo para insinuar la necesaria legalización de la marihuana y denunciar la represión policial (‘Don’t pull me over’).
Entre este surtido de estilos, el cemento que los funde con uniformidad en un discurso coherente son los mismos Heartbreakers, cuya fuerte personalidad es utilizada con acierto para unir las canciones entre sí y, aún más importante, tender lazos entre presente y pasado. De nuevo es necesario hablar de alma y esencia, aunque jamás de los fantasmas del pasado de Petty: ‘Lover’s touch’ es heredera de la calidez y sensualidad de su clásico ‘Breakdown’ (qué erudición la de Benmont Tench frente a los teclados), la fabulosa y ambiental ‘The trip to pirate’s cove’ recuerda al Petty más maduro, al narrador de «The last D.J», mientras que ‘Something good is coming’ remite a la sensible introspección de viejas canciones como ‘Southern accents’.
Precisamente, el final del disco con ‘Something good is coming’ y ‘Good enough’ es de una carga emocional extremadamente fuerte. En la primera de ellas Tom canta: «Pienso sobre mamá / y sobre los chicos / sobre la forma en que vivimos / y las cosas que hicimos / Sobre cómo ella nunca tuvo una oportunidad / nunca pudo descansar / y la manera en que pagamos por nuestros grandes errores / Conozco bien la cara que estás poniendo / pero hay algo bueno en este lugar / algo bueno va a llegar / desde las colinas / Algo bueno va a llegar / Sé que así será». Un canto lúgubre y conmovedor, frágil, triste, desolado pero con grietas abiertas a la esperanza, por momentos parece como si la luz se filtrara a través de la voz concediendo a la canción una verdad incontestable: Que después de la tormenta siempre llega la calma.
‘Good enough’ juega también en la liga de la sensibilidad pero desde una perspectiva hercúlea, articulando el discurso de un amante maltratado, atado sentimentalmente a una mujer que lo es todo para él por mucho dolor que le cause, un dolor que amortigua con whisky y resignación mientras la guitarra de Mike Campbell ruge con ira, con punteos blues encabritados, reclamando su lugar en la historia del rock norteamericano junto a su jefe, un Tom Petty que pone así punto y final a un disco largo que hay que valorar como una joya reluciente.
Comparlo con sus trabajos de juventud es, por evidencia, una insensatez. «Mojo», por lógica, está más cerca de obras maduras y más cercanas en el tiempo como «Wildflowers» o «The last D.J», pero en absoluto se parece a ellas. El acercamiento musical lleva la firma de Petty y sus Heartbreakers pero es un tanto más denso que en otras ocasiones, el sonido resulta más macizo aunque el desarrollo instrumental engloba ramificaciones de forma líquida y natural. «Mojo» hunde plácidamente al oyente en el magma, en ocasiones con suavidad, en otras con potencia, pero siempre llevándoselo al mejor entorno musical, cortesía de una firma que no falla.
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