DISCOS
«Juegan al retrofuturismo y, sin duda, ganan la partida»
Tigres Leones
Todo va bien
SONIDO MUCHACHO, 2023
Texto: SARA MORALES.
Regresan los doblemente felinos adueñándose del silencio. Apropiándose del vacío para condensar, en nueve píldoras, algunos de los enredos instrumentales más brillantes de la escena nacional en lo que va de 2023. Rugiendo entre guitarras, feroces en su energía animal, recreando atmósferas cósmicas y electrizantes, pero también amansando a las fieras desde su vertiente más serena e hipnótica. Su pericia para el sonido, esa que ya han ido demostrando a lo largo de sus trabajos anteriores, vuelve a quedar patente en esta nueva entrega; y, Todo va bien, nos atrapa de nuevo por esa justa y equilibrada balanza entre la cadencia rock, el pálpito pop y la lisergia psicodélica.
Y no es que las letras de Tigres Leones pasen desapercibidas, al contrario; esta vez, además, bordean los límites del metalenguaje (que no del metaverso), para poner en valor el poder de la música como elemento conductor de nuestras vidas. Por ser capaz de liberarnos y redimirnos, por ejercer de leal compañera en los estadios anímicos altos y en los bajos, por haberse convertido en la forma de expresión más universal que puede existir… Por estas, y otras tantas razones, la música en sí misma ejerce de musa en este disco. Un trono compartido con las emociones costumbristas, las historias del día a día, los recovecos de la rutina y el ensalzamiento de las relaciones con los demás, siendo las de amistad y las de la memoria las que componen el otro gran eje conceptual del álbum. Tanto es así, que la banda ha querido contar con un colaborador/a amigo/a para cada uno de los temas, excepto para el que inaugura la fiesta, “Creo que empiezo a ver la luz”, todo un portazo de apertura, enérgico e incitador.
Son, sin embargo, “Proserpina” (junto a Marta Movidas), “A banda” (con Tulsa), “Los almendros, los cerezos” (con Estrella Fugaz) y “México ’86” (con Marcelo Criminal), las cuatro patas perfectas que sustentan el tablero de Todo va bien. La primera, por su loca y empática aceleración; la segunda, por los chispazos dream en coros y cuerdas; la tercera, por esa oscuridad expansiva que te detiene a escuchar atento; y la cuarta, por su misterio onírico y su flahsback nostálgico: «Junio del 86, mi padre y yo ganamos aquel mundial solo los dos», cantan.
Escuchar a Tigres Leones merodear por la fórmula sixtie —en modo inquietante a través de “Todos los santos”, junto a Medalla; o en modo tropicalista, de la mano de Andrea Buenavista en “Viernes noche en casa”—, recostarse en la calma de piezas como “Vuelvo al mar” (junto a María Ben Per) o divagar en el espíritu robotizado y envolvente de “No lo digo por ti” (con Caliza) es un interesante ejercicio de las posibilidades que otorga un buen estado de ánimo a la hora de sentarse a crear. Y, desde luego, las ganas y la inventiva se perciben en esta manada que no ha tenido complejos a la hora de dejarse llevar. Juegan al retrofuturismo y, sin duda, ganan la partida.
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Anterior crítica de discos: Il disco del sole, de Jovanotti.