LIBROS
“Notas personales con trazos costumbristas, con la familia como mezcla de tradición y perplejidad y la televisión como tótem sagrado”
Isaac Pedrouzo
“Todo tiene una historia”
MONT VENTOUX
Texto: CÉSAR PRIETO.
Dos felices casualidades han propiciado que “Todo tiene una historia” –amalgama de simpatía continua e intimidades vergonzantes– salga a la luz. La primera, que el sello discográfico Mont Ventoux haya decidido iniciar una labor editorial de esas que nunca sobran; la segunda, que Isaac Pedrouzo, periodista de verbo fácil y entrañable, se embarque en empresas más amplias. Pedrouzo, aparte de su labor como plumilla, es animador, camarero y disjockey en una isla de beatitud pop situada en la preciosa ciudad de Ourense: el Café & Pop Torgal. Desde allí, ve pasar la vida.
Una vida siempre rodeada de canciones, por ello esta colección de anécdotas pensamientos y retratos urbanos se acompaña en cada entrada de una canción, que la ilustra y la guía como imaginada banda sonora. Canciones que van desde clásicos asentados como Neil Young, David Bowie o Wilco, hasta desconocidos por el gran público como Chicharrón o Los Nastys. Quien quiera empaparse de ella, tiene a su disposición en internet alguna escucha con el mismo nombre del libro, pero que cuente que en esencia el espíritu de elección es una estética indie desprejuiciada.
Como indie es la prosa de nuestro autor, si hubiese una tipología o un género así denominados. ¿En que se basaría? Pues en delimitar la vida mirándose a los pies y apostar por lo escueto para introducir sentimientos que a veces no se explican. También en los temas, tocados siempre de ese humor gallego que es ácido y no hiere. Miedos personales que parecen de otro mundo, adolescentes de pueblo, siempre la infancia, festivales, sesiones de Dj. Anécdotas, en general, de vergüenza ajena, que muchas veces derivan en situaciones chuscas.
Se trata, pues, de notas personales casi al desgaire, con trazos costumbristas, con la familia como mezcla de tradición y perplejidad y la televisión como tótem sagrado. Es impagable la imagen de un pequeño Pedrouzo sentado en un orinal frente a la pantalla. Escatología y mundo moderno. Ayuda a todo ello que Galicia sea un mundo inusual y fascinante. Y todo ello junto conforma un retrato de su autor que el lector no puede sino leer con infinita simpatía, como asistiendo a las confesiones de un amigo con gracia un día que esté especialmente sembrado. Isaac Pedrouzo cae bien y esta sensación –gran y difícil mérito– se traspasa a su escritura.
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Anterior crítica de libros: “Los cinco y yo”, de Antonio Orejudo.