OPERACIÓN RESCATE
«Al escuchar de nuevo aquel trabajo uno entiende los motivos por los que sus fans recibieron la noticia de su separación con tanta tristeza»
Ahora, que 091 es una realidad tanto discográficamente como en los escenarios, Fernando Ballesteros aprovecha para echar la vista atrás y recordar el último disco de estudio de su primera etapa. Una mirada hacia el título premonitorio Todo lo que vendrá después.
091
Todo lo que vendrá después
BIG BANG, 1995
Texto: FERNANDO BALLESTEROS.
091 han vuelto y lo han hecho a lo grande. Primero con una gira de reunión que se convirtió en un éxito rotundo para los granadinos y, claro, las ganas de su público, el entusiasmo con el que han sido recibidos todo este tiempo atrás y el hecho de que sus miembros han demostrado estar en un momento de forma y creativo óptimo ha hecho posible lo que muchos deseábamos y es que vuelvan al estudio para entregarnos un nuevo elepé, La otra vida, del que nos hablaron extensamente en esta entrevista. Pero antes de esta nueva etapa hubo una existencia que nos dio muchísimas alegrías y que terminó en 1996. Un emotivo disco en directo fue el epílogo, pero antes, en 1995, el grupo publicó Todo lo que vendrá después, el último documento en estudio que teníamos de ellos hasta ahora.
Buena prensa, mala suerte
Este es un buen momento para recordar el lugar en el que había dejado su trayectoria la banda a mediados de los noventa. Ciertamente, al escuchar de nuevo aquel trabajo uno entiende los motivos por los que sus fans más leales recibieron la noticia de su separación con tanta tristeza, las razones por las que en aquel último concierto se escuchaban gritos como «no os vayáis». Porque allí había canciones como soles y los Cero habían alcanzado un sonido, una madurez, una voz propia que les distanciaba varios cuerpos de sus perseguidores. Lapido y compañía presentaban su cara rockera, sólidos, dando la sensación de que el reconocimiento les era esquivo. La crítica podía adorarlos y pensar que habían publicado grandes discos en una carrera ascendente, pero la sensación de que la suerte estaba siendo cicatera con ellos sobrevolaba el ambiente.
Todo lo que vendrá después tiene canciones de efecto inmediato en el oyente, de esas que se instalan en tu cerebro y no se van. Los textos de José Ignacio Lapido alcanzan un nivel que ya no iba a abandonar y que jalonarían sus entregas en solitario. En cuanto al sonido, nunca habían sonado tan guitarreros: la electricidad de sus canciones domina un panorama en el que no falta algún que otro momento acústico, pero es la robustez de sus composiciones y la producción poderosa, a cargo del propio grupo, la que domina el conjunto.
El último disco de 091 era la culminación de un camino que ya se había apuntado en su anterior, Tormentas imaginarias, y de una línea que nunca se había apartado de la excelencia. Hace un tiempo, con motivo de aquella Maniobra de resurrección, rescatamos por aquí Más de cien lobos y planteamos el debate sobre cuál es su mejor elepé. Muchos fans opinan que lo más destacado fue su debut para Zafiro, pero si hablas con diez seguidores de los andaluces es posible que te nombren todos sus títulos. Y esa es su grandeza. Y la de Todo lo que vendrá después es que no son pocos los que piensan que fue lo mejor que editaron.
Las canciones
Mimbres no le faltan al álbum. «2.000 locos» tira de garra rockera y triunfa por la misma vía directa que lo hace «Nada más por hoy» y «Sigue estando Dios de nuestro lado» es una de esas canciones cuyo texto disfrutas mientras la escuchas. Tanto que, acto seguido, tienes que volver a él y leer y releer. Entonces te das cuenta de que Lapido es un letrista que juega en otra liga: la de los más grandes.
«Cómo acaban los sueños», «Hora de decir adiós» o «Nada más por hoy» son títulos que encierran algo de profético ante el silencio casi inmediato que estaba a punto de llegar. Pero sobre todo son referencias que están a la altura de lo mejor que han grabado los cero.
Los pasajes más relajados y preciosistas de «Si las luciérnagas nos dan su luz» alcanzan también el sobresaliente y, como queda claro que no todo es darle al volumen, también disfrutamos de «La noche que la luna salió tarde», otra de esas letras que sitúan a Lapido en el Olimpo de los escritores de nuestra música.
En realidad, desde el primer segundo y hasta el final de «Espejismo nº8» todo el disco raya a gran altura. El sonido corría a cargo del grupo, una formación en la que a José Ignacio Lapido y al vocalista José Antonio García les acompañaban las seis cuerdas de Víctor García Lapido, el bajo de Jacinto Ríos y la batería de Tacho González, también fundador del grupo. Una alineación de lujo, probablemente la mejor que ha presentado la banda.
Sin embargo, todas esas cartas potencialmente ganadoras no fueron suficientes. La crítica volvió a aclamar el trabajo pero el reconocimiento masivo siguió dándoles la espalda. Con toda la naturalidad, anunciándolo, antes de despedirse desde las tablas, los chicos decidieron que ya estaba bien. Aquel Último concierto documentaba en directo toda la grandeza del grupo y recogía buena parte de un cancionero inmortal, que había vivido el último capítulo de esta primera parte.
Pero si algunos títulos de canciones parecían proféticas, el título del disco también lo fue. Porque sí, efectivamente, vendrían cosas después. Tuvo que pasar tiempo, veinte años ni más ni menos, para volver a verles tocar, y tres más para que pudiéramos escuchar un nuevo disco en estudio. Y sí, ya se ha hablado bastante a estas alturas de La otra vida, su regreso, pero no está de más reconocer que los Cero han firmado uno de los mejores discos de este 2019. Todavía tienen muchas cosas que decir. Y cómo las dicen…
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Anterior entrega de Operación rescate: Material sensible (1989), de Joan Manuel Serrat.