LIBROS
“Quizás yo esté leyendo mi juventud al enfrentarme al volumen, pero les aseguro que en él hay algo intangible y fascinante”
Federico del Barrio y Elisa Gálvez
“Tiempo que dura esta claridad”
REINO DE CORDELIA
Texto: CÉSAR PRIETO.
Cuando era joven, había solo un par de tiendas especializadas en cómic en Barcelona. Ir a ellas era todo un ritual y podía dar momentos maravillosos. En esencia me acercaba cuando podía a por “Cairo” o a por tintines, y podía pasarme fácilmente tardes enteras sin discernir que el tiempo pasara. En una de ellas, me topé con una revista que en principio me pareció curiosa. La industria de las revistas estaba situada en Barcelona y sin embargo esa publicación desde su título apuntaba a otra ciudad, generosa —eso sí— en experiencias musicales: “Madriz”. Dentro, estéticas muy variadas y nombres que eran muy jóvenes pero que apuntaban personalidad y que en el futuro han desarrollado carreras en la pintura o la ilustración. El Roto, sin ir más lejos. La Comunidad de Madrid, que quería dar aire a sus creadores, estaba detrás.
Las excursiones, entonces, ya ampliaban sus objetivos: perseguir esa nueva revista que llegaba con dificultad a Barcelona. Y al abrirla buscaba los nombres de Felipe Hernández Cava y de Federico del Barrio, quienes se habían convertido en mis preferidos. Entonces, solo los disfrutaba; ahora, con perspectiva y a raíz de un espléndido volumen donde este último recupera sus páginas de aquellos años, puedo entender qué tienen de atractivo.
Las historias aquí recopiladas —en una edición que enamora— tienen una evidente conexión vital. Son chicas de los 80, delgadas y sensibles, misteriosas, fascinantes, que tienen espíritu evasivo y a las que rodea un anhelo de escapar, de evadirse. Sus motivos simbólicos son también siempre los mismos: viento, relojes, un blanco y negro necesario… Y sobre todo, saben captar para un arte narrativo como la historieta profundos temblores líricos.
Definamos: las breves historias que del Barrio desarrolla son poemas en dibujo, algo esencialmente casi imposible de resolver. Pero él dio con la fórmula: nada de sentimentalidad exagerada, no; dos estrategias y con ello se crea misma emoción: la primera, acudir a lo básico, al cuidado del detalle, pero la mínima expresión. La segunda, usar la palabra, incluso de poetas reconocidos, Pessoa por ejemplo, pero una palabra también bajo mínimos, sugerente.
Veamos “Saudade”, increíble, han pasado años y aún me emociona. Cuatro páginas para toda una vida, un traslado ligero de equipaje, una elegancia cuando se entendía qué era eso y el fogonazo de una viñeta de cómic noir en la calle. Eso es lírica: medir los ritmos, el contraste, el no saber qué ocurre pero sí qué se siente.
Pero es que al nivel están “Grises y frío”, costumbrismo cubista para una chica que en tres frases nos enamora, o “La orilla”, el paso del tiempo en seis viñetas sin diálogo. “Soy el que…” es el poema pessoano que presta la palabra, pero la cadencia y el ritmo se los pone la imagen; y el dolor delgado y profundo y el juego de grises de “Días de Afrodita” son auténtica sugerencia. Quizás yo esté leyendo mi juventud al enfrentarme al volumen, pero les aseguro que en él hay algo intangible y fascinante.
–
Anterior crítica de libros: “En las calles de Madrid”, de Loquillo.