FONDO DE CATÁLOGO
«Once cortes variados y variopintos que modelaron el disco perfecto para los amantes del punk rock y del heavy metal»
Sara Morales se zambulle en The real thing, el tercer disco de estudio de Faith No More y el primero con Mike Patton como cantante. Un disco en el que tuvieron cabida el funk, el hip hop, el soul, el punk rock y el heavy metal, entre otros géneros.
Faith No More
The real thing
SLASH RECORDS, 1989
Texto: SARA MORALES.
Tras la tempestad de su gira por Inglaterra en 1988, a la que el vocalista Chuck Mosley asistió encharcado en alcohol y provocando la confrontación definitiva con sus compañeros, la banda terminó deshaciéndose de él. Para Faith No More había llegado el momento de cerrar una etapa, un trance intenso y convulso que había comenzado seis años atrás como acólitos del post punk en San Francisco, pero que ya arrancaba hacia otros derroteros que no hicieron más que aumentar el ímpetu interno y el merecido aplauso externo.
Mike Patton, un veinteañero de holgada virtud vocal, iba a convertirse en el nuevo frontman. Su presencia, su arranque y su abanico de posibilidades a la hora de enfrentarse al micrófono resultaron no solo inspiradores para la nueva era que se abría ante ellos, sino también para dejar asentadas sus credenciales a la hora de hacer historia.
Y la hicieron. Consiguieron entrar a formar parte de la memoria rock con su tercer álbum, este The real thing, publicado en 1989. Un disco que ya contó con las artimañas líricas y compositivas de Patton, convirtiéndose en el soporte perfecto para demostrar todo de lo que eran capaces como grupo, musical y creativamente.
En la variedad está el gusto
Faith No More se atrevieron a cruzar charcos hasta entonces embarrados para ellos y, en lugar de hacerse pequeños ante el riesgo y la incertidumbre, crecieron como nunca en once cortes variados y variopintos que modelaron el disco perfecto para los amantes del punk rock y del heavy metal. Transitaron sobrados por la sátira burlona y siniestra con “Surprise! you’re dead”, por la balada con “Edge of the world”, por el rock progresivo de la homónima “The real thing” e incluso por las fauces instrumentales con reminiscencias orientales de “Woodpecker from Mars”. Aunque fue con la inconmensurable «Epic» con la que alcanzaron la gloria, llegando a posicionarse en el número nueve del Hot 100 de Billboard.
La canción, que representa precisamente la voluntad del grupo a la hora de combinar géneros apostando por la libertad compositiva, dio un paso al frente por los terrenos del rap, del funk, del hard rock, del metal e incluso de la música clásica. Una amalgama imposible que pudo resultar un desastre pero que, sin embargo, dio con la clave de en lo que se estaban convirtiendo Faith No More, tanto en el interior de la banda como de puertas hacia fuera. El imponente solo de piano al final de la composición, un puñado de versos rapeados para sostener su estructura, el coro del estribillo, la guitarra de Jim Martin y un surrealista videoclip para ponerle imagen a todo ello, fue la llave del éxito mundial de los californianos a punto de inaugurarse la década de los noventa.
Mientras tanto, unas cuantas perlas más como “Falling to pieces”, con esa cadencia funky venida de los gustos personales del bajista Bill Gould y del batería Mike Bordin; o “From out of nowhere”, sugerente historia de amor asentada en el persistente teclado de Roddy Bottum.
Tan distintos todos ellos, sus influencias y sus formas, pero tan necesarios para levantar el conjunto perfecto. La sinécdoque del sonido más particular, pero a la vez más majestuosa, que les valió para hacerse oír ante el mundo; aunque no tardaran en volver a desestabilizarlo con Angel dust, su siguiente disco ya en 1992 y otro de sus juegos macabros por el desconcierto.
En vista al reconocimiento que cosecharon con The real thing y el legado que dejaron para bandas oscilantes entre el nu metal y el pop, se atreve una a decir que nadie echó en falta a Chuck Mosley. La historia desde luego no, ellos creo que todavía menos.
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Anterior entrega de Fondo de catálogo: Ufff! (1991), de Luis Eduardo Aute.