OPERACIÓN RESCATE
«Un romance urbano que describe raramente la vertiente más emocional de aquellos perturbados años en la capital británica»
The Only Ones
The Only Ones
COLUMBIA, 1978
Sara Morales recupera el debut de The Only Ones, el disco homónimo en el que los británicos apostaron por el punk, el power pop y el rock desde un cancionero menos guerrero y más emocional.
Texto: SARA MORALES.
Estaban en el momento justo y en el lugar exacto. Londres, 1978. El estallido del punk les iba a permitir trasladar sus creaciones del bar de barrio a la revuelta, de la intimidad de dormitorio a la calle; a un escenario mucho mayor, mucho más abierto, plural y hospitalario con todo tipo de propuestas. La de The Only Ones venía marcada por canciones más sentimentales que contestatarias, más personales que sociales y, aunque al genio de Peter Perrett le brotaban letras sobre el amor (a las mujeres y a las adicciones), supo ganarse un sitio entre coetáneos y abanderados del nihilismo como los Clash y los Buzzcocks.
La banda que acompañó al trovador inglés (John Perry a la guitarra, Alan Mair al bajo y Mike Kellie a la batería) siempre sonó lo suficientemente punk como para hacer que el grupo entrara a formar parte del movimiento; pero mientras el asfalto de aquellos años se incendiaba con acaloradas proclamas contra el sistema, The Only Ones se empeñaron en mantener su apuesta por la intimidad, la percepción y las experiencias personales. De ahí que este primer álbum se haya convertido en una especie de romance urbano que describe raramente la vertiente más emocional de aquellos perturbados años en la capital británica.
Canciones como «Breaking down», arrastrada y oscura pero delicada, o la embaucadora agitación de «Language problem», rezuman una belleza particular y personal, extraña para los tiempos que corrían, anacrónica incluso, pero capaz de aportar otra visión al desparpajo de la revolución. Tanto que, finalmente, fue el tema más pop del disco con el que consiguieron hacerse sitio en la historia y que el mundo les recuerde todavía hoy, «Another girl, another planet». Un tema cuya letra se interpretó durante años como una canción de amor no correspondido, cuando en realidad consiste en un canto (de amor también) a las drogas, con una línea de guitarra memorable y convertida en un clásico de los setenta que R.E.M. terminarían versionando pasados los años y serviría de inspiración para la concepción de bandas venideras como The Libertines.
El disco fue bien recibido tanto por el público como por la crítica, que enseguida lo encumbró como pieza fundamental del power pop y la new wave. Tras él, vendrían dos más: Even serpents shine, en 1979, y Baby’s got a gun, un año después; además, The Who quisieron contar con ellos para abrir sus conciertos en su gira por Estados Unidos en el verano de 1980 y Johnny Thunders invitó a Perrett y a Kellie a participar en su primer álbum solista. Pero cuando su gloria parecía asentada y el camino bien encauzado, los Only Ones —incapaces de resolver sus diferencias internas— terminaron disolviéndose en 1982.
«Era el único propósito en mi vida, pero ahora estoy aterrorizado. De repente está tan cerca, de repente está al alcance, de repente ha empezado a asustarme», dejó escrito y cantado Perrett en «The immortal story».
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